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Un plano al frente del espectador

Wim Wenders fue durante años uno de los cineastas europeos a los que se asociaba con el cine de arte y ensayo puro y duro. "Alicia en las ciudades", "En el curso del tiempo", "Relámpago sobre agua" o "El estado de las cosas" eran títulos que los cinéfilos del momento iban a ver con reclinatorio. Hoy, convertido en cineasta más bien dócil y poco rebelde, es todo un presidente de la Academia del Cine Europeo. Y como tal dejó el viernes en Sevilla una advertencia que tiene mucho sentido: "El cine se encuentra en un cruce de caminos, no solo en Europa sino en todo el mundo. El público tiene que decidir si va a seguir asistiendo a las salas de proyección, si el arte va a seguir siendo un arte y una actividad social o va a ser una experiencia privada y solitaria". Dicho de otra forma: las iniciativas empresariales o políticas para paliar las carencias en la exhibición en armonía con las grandes capitales no servirán de nada si no dan un plano al frente los espectadores que defienden el cine como arte mayúculo y consideran su proyección un evento social y cultural que va más allá del entretetenimiento. Al que no pueden faltar.

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