El lema “Pensar antes de publicar” es una frase clave a la hora de proteger la privacidad en internet. Es cierto que las redes sociales son una herramienta clave para el empoderamiento de las mujeres, pero también tiene una doble vertiente si no se usan con seguridad plena. El Instituto recalca que cualquier publicación que se haga en internet, aunque sea borrada por su emisor, puede quedar almacenada en diferentes espacios y puede ser utilizada con otros fines diferentes a los deseados. No es el primer caso en que una fotografía íntima acaba en manos de una multitud por una filtración.

El Instituto plasma en la pirámide de la violencia las diferentes manifestaciones del maltrato, donde en la base están las más sutiles y menos visibles, como son los estereotipos, la cosificación, la invisibilización, el humor machista y el lenguaje sexista; y en la cima se encuentran el asesinato o el suicidio. Estas manifestaciones sutiles de maltrato aparecen a diario en publicaciones en redes sociales y, en muchos casos, ni siquiera el emisor es capaz de conocer el impacto que sus palabras pueden tener en la vida de las mujeres.

La tecnología puede convertirse, en este sentido, en una herramienta de control por parte de la pareja o expareja. De ahí a que el Instituto recomiende no desvelar las contraseñas de aplicaciones de mensajería o redes sociales a nadie. Al hilo de las relaciones amorosas, hacen hincapié en que el ideal del amor romántico está estereotipado con una visión irreal donde aparece el mito de la media naranja. Otro factor negativo en este sentido es creer que los celos son algo positivo. “El control no es amor, es maltrato”, remarcan desde el Instituto.

El ciberacoso es una forma de violencia en las redes que busca ejercer poder sobre la víctima y, en caso de que el acosador sea la pareja o expareja, se trata de una forma de violencia de género. Para frenar este comportamiento, el Instituto recomienda hacer caso omiso a las amenazas y bloquear al acosador, así como hacer capturas de pantalla de los mensajes para que sirvan como prueba y, por supuesto, denunciar, tanto ante las fuerzas y cuerpos de seguridad como explicando el asunto en los formularios que la mayoría de redes sociales ponen a disposición de las personas usuarias para estos y otros temas.

El sexting es el envío de imágenes o vídeos de carácter íntimo que cada vez es más frecuente entre parejas como una nueva forma de explorar la sexualidad. A pesar de que el emisor pueda confiar en el receptor de tales contenidos, el Instituto recalca que no existe el sexting seguro porque una vez que se envía la imagen ya se pierde el control sobre ella, ya que ningún servicio de almacenamiento en la red es seguro porque todos están expuestos a fallos de seguridad. En caso de que alguien difunda las imágenes sin consentimiento, se estaría hablando de porno vengativo o revenge porn. Hay otra variedad de acoso en este sentido, que es que el receptor pida imágenes más explícitas y para lograrlas chantajee a la otra persona, que es lo que se conoce como sextorsión y está penado por la ley. Todos estos casos son violencia sexual. Y en el supuesto de que se tratase de fotografías de menores, podrían ser catalogadas como pornografía infantil.

El poder que infunden los pederastas sobre las y los menores de edad en internet se denomina grooming o ciberengaño. Los primeros tratan de ganarse la confianza de las niñas y niños para obtener una satisfacción sexual mediante una relación virtual. Los acosadores primero intentan conocer los gustos de las víctimas para entablar una relación de amistad, luego hablan sobre temas confidenciales para que las y los menores se confíen hasta que en la fase de abuso ya requieren imágenes con contenido sexual o conversaciones explícitas en ese sentido. Por ello, el Instituto recomienda dar información a niñas y niños desde edades tempranas para que sepan identificar estos comportamientos.