Yolanda Fontanil Gómez y Ángeles Alcedo Rodríguez son las autoras del Protocolo Contra la Violencia Sexual del Principado de Asturias. Trabajan como profesoras de la Facultad de Psicología, del Máster de Género y Diversidad y del Máster en Psicología General Sanitaria. Las dos son Psicólogas Especialistas en Psicología Clínica, con lo que conocen a la perfección la situación de la violencia sexual en la Comunidad Autónoma. Estas dos profesionales no dan por concluso el protocolo, ya que animan en su parte final a que el resto de instituciones y organismos del Principado lo firmen comprometiéndose a trabajar contra la violencia sexual.

-¿Cuáles son los principales puntos del Protocolo Contra la Violencia Sexual del Principado de Asturias?

-El trabajo que se ha realizado no ha sido tan solo la construcción de un protocolo estándar, sino que aborda el fenómeno de la violencia sexual contra las mujeres desde una perspectiva integral basada en la mejor evidencia científica disponible. Así, no solo contiene procedimientos sino también sugerencias para el diseño y puesta en marcha de programas e iniciativas preventivas en los que es necesaria la coordinación de distintas consejerías del Principado de Asturias (Presidencia y Participación Ciudadana, Servicios y Derechos Sociales, Sanidad y Educación y Cultura del Principado de Asturias), instituciones de justicia y fuerzas y cuerpos de seguridad, así como de medios de comunicación, ayuntamientos, organizaciones no-gubernamentales, empresas y sindicatos. También propone cambios en la atención a las mujeres y menores víctimas de la violencia sexual, así como la creación de nuevas figuras y servicios con el objetivo de mejorar la atención a las víctimas de violencia sexual. Se incluyen también apuntes sobre cómo evitar la revictimización y se insiste en la necesidad de procesos de evaluación de resultados y de control de calidad en los que ha de incluirse la visión de las víctimas como eje central.

Su estructura recoge la discusión de los conceptos centrales en torno a la violencia sexual (definición, tipos, consentimiento), la orientación a todos los y las profesionales implicados en la atención a menores y adultas supervivientes sobre las mejores prácticas en su atención, las propuestas de medidas sociales y políticas en prevención, atención y evitación de la revictimización para terminar con la exposición de los datos obtenidos en la investigación realizada en el Principado de Asturias.

-¿Qué datos se consultaron para elaborar este protocolo?

-Para construirlo se han revisado las investigaciones realizadas sobre las políticas y procedimientos en la lucha contra la violencia sexual, así como los protocolos nacionales e internacionales y combinado con una investigación mixta de tipo cualitativo para partir de una visión diagnóstica de la situación en el Principado de Asturias.

Es relevante que el Protocolo Contra la Violencia Sexual se construye a través de un proceso de diagnóstico institucional en el que participan las instituciones y organizaciones implicadas en la lucha contra la misma. Así, en este marco, se puede dimensionar la ocurrencia de la violencia sexual en esta comunidad, caracterizar las múltiples formas en que se manifiesta, identificar el nivel de conocimiento de normativas y procedimientos ya establecidos y seleccionar focos prioritarios de intervención.

-¿Cuáles son las líneas de actuación para frenar la violencia sexual en el Principado?

-Algo muy relevante en este protocolo es que en él se ha buscado un enfoque integral para hacer frente a la violencia sexual. "Integral" se refiere a que las estrategias, programas y enfoques que aparecen en el protocolo se complementan y refuerzan mutuamente a través del modelo ecológico social. Las iniciativas llevadas a cabo en los distintos niveles han de tener una misma dirección para garantizar que cualquier cambio en uno de los pasos pueda ampliarse en el siguiente. No se puede garantizar la efectividad de las medidas si se toman en aislamiento o incluso se contradicen unas iniciativas con otras.

Se proponen un grupo de estrategias basadas en la mejor evidencia científica disponible, que han sido desarrolladas en distintos países para ayudar a las comunidades y los estados a centrar su enfoque en actividades de prevención y atención con el mayor potencial para reducir el riesgo de violencia sexual y sus consecuencias. Estas estrategias se centran en promover las normas sociales que protegen contra la violencia, enseñar habilidades para prevenir violencia sexual, proporcionar oportunidades, tanto económicas como sociales, para empoderar y apoyar a las niñas y mujeres; crear ambientes protectores y apoyar a las víctimas/supervivientes de cara a disminuir los daños.

-¿Cuáles son los principales problemas que inciden en que se den casos de violencia sexual?

-Hay muchos factores que contribuyen al mantenimiento de la violencia sexual. Casi todos están muy ligados al mantenimiento de una cultura machista que intenta degradar a las mujeres mediante cualquier estrategia. Además, los mismos ideales y prácticas masculinas que están en las raíces de la violencia sexual contra las mujeres actúan también como barreras para que los varones víctimas de violencia sexual busquen ayuda y reciban apoyo.

En la II Jornada #MeToo que se ha celebrado en Oviedo recientemente, Miguel Lorente decía que el machismo era juez y parte en la violencia de género y, por tanto, en la violencia sexual. Alimenta la violencia sexual que hayamos construido una sociedad que no cree los testimonios de las víctimas y pone en duda su capacidad para describir de forma fidedigna la experiencia sufrida con todos sus aspectos y dolorosos matices.

En el centro de las definiciones de abuso sexual se hallan los conceptos de consentimiento y fuerza, pero determinar qué constituye consentimiento o fuerza en el contexto de una relación es una tarea complicada para las víctimas y para los y las profesionales. La fuerza puede adoptar distintas formas de amenaza que oscurecen las cosas. Un ejemplo de esto se da cuando una mujer ha sido asaltada por su pareja anteriormente y se somete a relaciones sexuales no queridas debido al miedo, a la desesperanza, al deseo de minimizar el daño para sí misma o para otros o simplemente esperando que así se acabe el episodio completo de maltrato.

Consentimiento y sumisión no es lo mismo. El que alguien se haya rendido a un acto sexual o no luche durante la agresión no significa que haya dado consentimiento. El silencio tampoco es consentimiento. Solo sí es sí.

Lo que ya raya en la desesperación es el uso que se hace de la valoración del uso de la fuerza y la resistencia de la víctima, pero no sólo en los juicios de los jueces sino también en los juicios públicos. Ejemplos de esto tenemos casi todos los días. Los profesionales no deben permanecer en la ignorancia de lo que significa un abuso sexual para una mujer o un menor y apoyar sus actuaciones en las evidencias provenientes de las investigaciones realizadas durante décadas. Y la sociedad ha de cambiar sus sesgos cuando se trata de valorar a una mujer si no queremos ir alimentando al monstruo.

-¿Cuál es el perfil de las víctimas de violencia sexual?

-El perfil de las víctimas de violencia sexual es el de ser mujer y ser menor. La violencia sexual es una práctica que envenena el funcionamiento de nuestra sociedad. El abuso sexual no es un acto de pasión o amor sino un intento de ejercer poder y control sobre otra persona. Así que en nuestra sociedad cualquier mujer puede ser víctima de violencia sexual.

Las investigaciones de las últimas décadas han documentado que la violación es uno de los actos criminales menos denunciados, así como que los perpetradores de violencia sexual se encuentran en todos los puntos de la escala social y que la mayoría de los intentos de violación y de las violaciones son cometidos por un hombre a quien la mujer conoce. La experiencia clínica coincide con esto. Algunas mujeres describen ataques por desconocidos, pero la gran mayoría ha sufrido el abuso sexual a manos de hombres que ellas conocían: progenitores, padrastros o parejas de la madre, otros familiares (hermanos, abuelos, tíos, cuñados, etc.), primeras citas, parejas sin convivencia (noviazgo), parejas con convivencia (parejas de hecho, matrimonios), amistades, vecinos, profesores, compañeros de universidad, compañeros de trabajo, amigos de otros amigos, etc. Además, la mayoría relatan que o bien era la primera vez que se atrevían a contarlo o bien tuvieron dificultades para hacerse oír cuando se decidieron a hablar de ello, ya sea a su entorno más cercano o a otros profesionales.

Las víctimas de violencia sexual por parte de hombres conocidos se enfrentan a problemas que son muy específicos a su tipo de victimización. Debido a que los violadores han sido parte de sus vidas o alguien con quien socializar, las víctimas a menudo tienen que ver de nuevo e incluso convivir con sus agresores después de la angustia, el miedo y la humillación que causa el episodio de violencia sexual.

Además, como conocían previamente a el/los asaltantes, muchas mujeres se responsabilizan por no haber juzgado mejor el carácter de sus perpetradores, o por permitirse estar en la situación en que ocurrió la violación o que esa persona formase parte de su vida. La incredulidad con la que viven la situación (no es posible que esto me lo haga a mí esta persona) incrementa el malestar emocional e, injustamente, las dudas acerca de sí misma.

Se deben realizar esfuerzos de educación social que subrayen que las experiencias de las supervivientes de violencia sexual no son, por lo general, "violaciones prototípicas", es decir, violación por un extraño y que el violador, el uso de la fuerza y sus efectos en el cuerpo de la víctima cumplan las características estereotipadas que la cultura señala.

No existe una agresión sexual "típica", ni un patrón "típico" de respuesta a un episodio de violencia sexual y, menos aún, a una vida de violencia sexual. A veces se tiende a mirar la violencia sexual como un episodio y para las mujeres que la sufren a manos de hombres conocidos no suele ser así.

-Las nuevas tecnologías, ¿favorecen la "invisibilidad" de los agresores?

-Las nuevas tecnologías, como todo producto de nuestra sociedad, se pueden utilizar para maltratar y tenemos ya suficientes evidencias acerca de cómo se utilizan para victimizar sexualmente. Además, tal y como has planteado, al no ser una interacción cara a cara favorecen muchos espacios de ocultación para los agresores. Pero el fenómeno de invisibilización en el marco de la violencia sexual es mucho más amplio que la simple pero dañina ocultación de los agresores sociales. Hay que romper con el silencio y el ocultamiento que ha acompañado a este tema hasta la actualidad. Tenemos que hablar de ello y desvelar su amplitud, hablar de los enormes daños que causa en la vida de la gente.

La violencia sexual representa una de las formas de violación de los derechos humanos de las mujeres que produce consecuencias más graves y devastadoras, de la que se derivan importantes secuelas físicas, financieras y psicológicas y que afecta a la dignidad y calidad de vida de las personas que la sufren. La violencia sexual no solo incluye abusos, agresiones y violaciones y, por tanto, es mucho más amplia que la recogida en esas memorias anuales de organismos e instituciones oficiales, pues también incluye acosos, trata, micromachismos y distintas violencias sexuales a través de las redes sociales. Su extensión es mucho más amplia e invade la vida de muchas personas en nuestra sociedad.

Las consecuencias derivadas de esta violencia son también múltiples y presentan gran impacto en la esfera personal y social de estas mujeres. Además, cuando la violencia sexual ha ocurrido durante la etapa de la infancia o de la adolescencia sus efectos se mantienen muy a largo plazo. Por eso hay que romper el silencio y la vergüenza con los que se ha tratado este tema.