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Hablemos en serie

Las cenizas frías de Ava Gardner

"Arde Madrid" parte de una idea muy interesante, pero Paco León cojea en su mezcla de humor, drama y denuncia

Debi Mazar es Ava Gardner

Arde Madrid quema demasiado pronto sus argumentos y, desvanecido el humo de su impactante idea original, solo deja unas cenizas de buenas intenciones y regulares resultados. No nos pilla de sorpresa: el resto de trabajos de Paco León como director también tienen un punto de partida atractivo que poco a poco va perdiendo fuelle. La explosiva estancia de la estrella Ava Gardner en el Madrid franquista de 1961 daba para muchas f(r)icciones sugerentes pero la serie de Movistar + desaprovecha la oportunidad de sacarle los colores a aquella sociedad rancia y machista en contraste con los excesos sin control de la protagonista de "Mogambo". Siendo una producción solvente y con momentos de indudable gracia, al final queda la sensación de asistir a un quiero y no puedo que da tirones a cierto tipo de humor a la española (el gran Berlanga en la apuesta más ambiciosa y temeraria, Pedro Lazaga en la más castiza y postiza), echando mano de brujas franquistas extra caricaturizadas, parejas de la guardia civil de estatura opuesta y torpeza similar, chachas que recuerdan a Gracita Morales pero sin vocecita y hablando de sexo como si tal cosa, e incluso discursos que parecen pensados para el movimiento "meToo".

Hay un elemento técnico que condiciona de mano el proyecto: un blanco y negro que parece más un recurso gratuito que una necesidad estética. Tampoco ayuda la interpretación de Debi Mazar, que no es mala actriz pero que carece del carisma brutal de Gardner. Y así es difícil creerse muchas de las escenas que transcurren en el barrio del Viso porque su gran estrella brilla con poca intensidad. Quizá consciente de ello, León pisa el acelerador en las partes más mundanas con gente normal y corriente, sobre todo en esa relación de amor/odio entre Inma Cuesta y Paco León como infiltrados en el territorio de los desmanes. A pesar de algunas gracietas demasiado sobadas (Carmen Machi haciendo de franquista histérica, un coito bajo la mirada amartillada de un retrato de Franco...), Arde Madrid logra en sus mejores momentos modestos pero valiosos brotes de ingenio (la confusión Ava/Eva, la visita a Mallorca bajo un diluvio con un niño repelente leyendo un mensaje de bienvenida interminable, el elogio insuperable al dictador: "Franco es más moderno de lo que la gente piensa, ¿usted sabe que cuando va al Pardo a cazar usa jeans?") y, sobre todo, alcanza el mayor nivel de interés cuando muestra a un exasperado general Perón y su desesperada esposa enfrentados a la triste realidad de su situación y con una vecina más famosa que ellos que hace insoportable su existencia. "Eso no es un nudo Windsor", le espeta Perón a la criada con furia. "Si no sé leer ni escribir, que más quiere", le replica ella, un dardo preciso que resume a la perfección muchos de los males de aquel mundo tóxico donde una mujer que no aceptaba regla alguna se movía a sus anchas en su microcosmos festivo, pero que, también, era devorada por la nostalgia y la frustración, a punto de ser consumida por las llamas de un fuego íntimo sin posibilidad de extinción.

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