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ALBERTO MARTÍN ENTRIALGO | Teórico de la música

"Con 16 años pasé de transcribir a 'The Beatles' a escribir mi propia música clásica"

"En el Conservatorio de Ámsterdam me forzaron tanto a tener voz propia que entré en crisis de ansiedad, originalidad y creatividad"

Alberto Martín Entrialgo, ante el Auditorio de Oviedo. FERNANDO RODRÍGUEZ

Alberto Martín Entrialgo (Oviedo, 1991) está haciendo el doctorado sobre Isaac Albéniz en la Universidad de Southampton (Reino Unido). Estudió Composición y Teoría de la Música en el Conservatorio de Ámsterdam (Holanda).

- ¿Teme el "Brexit"?

-No en demasía. Las universidades se han opuesto a la salida, la beca blinda, vivo en un sitio de gente amable, y la opinión está muy dividida.

Es el único hijo de María Antonia Entrialgo, profesora de Canto en el Conservatorio de Gijón y musicóloga de formación, y de Luis Alberto Martín, que dirige coros, toca el órgano y el piano.

-Empecé a tocar el piano a los 5 años y a los 10 años, el violonchelo. No me gustaba por la disciplina. Quería jugar. Lo dejé.

- ¿Cómo regresó?

-A los 13 años, por la guitarra, el primer instrumento que elegí, y por el pop rock que oía en la radio, "Amaral" y Fran Perea. Me dio clases Alfredo Morán. En seguida descubrí a "The Beatles".

- ¿En qué ayuda la música?

-Te marca un objetivo, te da disciplina y estructura tu vida, pero lleva mucho tiempo. Te aleja de quien no tiene tus mismos intereses y te acerca a los que sí. Yo tiendo a aislarme.

- "The Beatles".

-Oía sus canciones como si fueran dictados, empecé a transcribirlas y a cambiar la instrumentación. Quería entender cómo funcionaba aquello. La gente se maravilla de los efectos de la música y cómo nos afecta tanto, desde Platón. Pasé a escribir mi propia música y me salía clásica, con violines y orquestas sinfónicas.

- ¿Todo por su cuenta?

-A los 16 años empecé a estudiar Armonía, Contrapunto, Composición y Piano con Óscar Sucunza. Escribía horas y horas. Quería hacer música de películas y ser docente.

- ¿Qué se siente al escuchar algo propio?

-Satisfacción inmediata. Andaba con programas de ordenador muy "amateurs", pero estaba dos horas, le daba al "play" y escuchaba.

Estudió en el colegio L'École y fue de notable en Letras. Al acabar la Secundaria eligió el Conservatorio de Ámsterdam.

-Allí vivía una tía materna, su marido y sus hijos. Fui a las jornadas de puertas abiertas y entré. Pasé un tiempo con la familia y luego encontré una habitación.

- ¿Cómo le fue?

-Ahora lo haría de otra manera, pero aprendí mucho. Me forzaban a tener mi propia voz y hacer algo que no existiera, y entré en las crisis de ansiedad, originalidad y creatividad que merman la espontaneidad.

- ¿Cuál es su estilo?

-Ni idea, por eso abandoné la Composición a los 21 años y pasé a Teoría de la Música.

- ¿Falló usted o el sistema?

-Una mezcla. No tenía esa cosa creativa o no encajaba dentro de la composición posmoderna.

- ¿Se la imponían?

-No imponen nada. No es una escuela de pensamiento; es la libertad absoluta, todo vale, y si todo vale, entonces nada vale. No me encajaban la filosofía del departamento y de la composición vanguardista y me llevó tres años darme cuenta.

- ¿Cómo vivió esa ruptura?

-Fue un "shock", pero me costó una semana asimilarlo. Tardé en decirlo en casa cuatro meses, hasta que acabó el curso y me matriculé en Teoría de la Música.

- Bueno, siempre le quedaría Ámsterdam.

-Soy tranquilo y fui a lo mío. Se vive muy bien y se come muy mal, pero compras los alimentos y te haces la comida. Es un país más rico que España, con pocas desigualdades sociales y muy seguro. La bicicleta es indispensable y el holandés también para defenderte en la vida diaria y comunicarte con la Administración.

- ¿Cómo llevaron en su casa que dejara la carrera?

-Bien, aunque era cambiar de carrera y hacer una disciplina que en España no existe.

- ¿Y en la nueva carrera?

-Me abrió puertas al mundo más académico, asistir a la Universidad de Utrech, hacer cursos de filosofía, musicología e historia. Además, cinco estudiantes dentro del Departamento de Teoría formamos un grupo y escribíamos música en estilos predeterminados pero con total libertad. Escribíamos una sinfonía al estilo de Haydn o una obertura romántica, sin complejos, y las estrenábamos.

- ¿Qué puede hacer un teórico de la música?

-Dar clases de Armonía, Análisis y Solfeo en un Conservatorio. En España no existe esta disciplina, pero empecé hace un par de años el proceso de equivalencia, no convalidado, para poder ejercer en el sistema educativo. En la Universidad, investigar cómo funciona la música.

-¿Cómo funciona?

-Depende del tipo. Nosotros nos enfocamos en el repertorio que va del Renacimiento al siglo XX. No hay una receta. Depende de la filosofía o de la ideología que la sustente. La historia busca la originalidad, pero a veces es difícil entender que Haydn y Mozart eran artesanos en sentido griego y no artistas en el sentido romántico que le damos ahora a la necesidad de expresarse. Aprendían una técnica, seguían unos patrones y por eso escribieron tantísimo. Julián Marías decía que la originalidad aparece cuando no se busca.

- ¿Volverá a España?

-Iré donde me den trabajo en buenas condiciones. Si es en España, bien.

Se quedará en Reino Unido tres o cuatro años. Vive con su pareja, a la que conoció en un campamento de baloncesto en 2004 y con la que se reencontró más tarde. Es leonesa, una ingeniera informática que dejó su trabajo en España y está buscándolo en Inglaterra.

- ¿Por qué Albéniz?

-Me fascina porque es capaz de usar música popular y que sea muy elegante, y está dentro de los compositores europeos de su época con personalidad y nombre. La lengua me permite acceder a cartas y bibliografía, y al no existir Teoría de la Música en España, académicamente da mucho juego, quizá para cubrir lagunas.

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