"Carmen" es uno de los títulos más famosos de toda la historia de la ópera. "El título del que existen más producciones en todo el mundo", incide el director de escena Carlos Wagner, que es el responsable de poner sobre las tablas del Campoamor este último título de la temporada ovetense, que se estrena el próximo día 24.

Wagner se ha convertido en uno de los nombres asiduos a Oviedo, con producciones como la de "Il Duca d' Alba", que pudo verse en 2015, o el "Siegfried" que abrió la temporada operística en 2017.

La acogida de esta ópera por el público no ha sido uniforme en todos los lugares en los que se representó. "En París sí tuvo muy buena acogida", apunta Wagner, pero en Alemania, concretamente en Dusseldorf, no fue como se esperaba. En parte por cuestiones relativas al teatro, con sustituciones de última hora y lagunas en el trabajo escénico. "Esta 'Carmen' es una obra llena de matices, necesita mucha atención al detalle porque es muy psicológico, no una ópera de repertorio".

"'Carmen' es una ópera muy difícil por el infinito número de veces que se ha montado", apunta Wagner. "Hay tantas versiones que es casi imposible no dejarse influenciar, pero como director escénico, uno siempre quiere aportar algo nuevo, fresco y que no se haya visto antes". Confiesa que se ha querido distanciar de todas ellas. "No he asistido a ninguna función ni he visto ningún vídeo de ninguna producción", dice. Se ha concentrado en estudiar el texto de la obra e intentar sacar sus propias conclusiones. "He visto en esta ópera una historia bastante oscura y muy obsesiva, hasta el punto de que, como subtítulo, le he puesto 'la pesadilla de Don José'", explica.

Para plasmar en escena esta "pesadilla" de una forma visual, le vinieron a la mente los grabados de Goya, "algo muy español, pero que huye de los tópicos que se tiene en el extranjero sobre España, con gente alegre que siempre está de fiesta y muy soleado". Wagner ha decidido cambiar todo esto por un asunto "siniestro": "Un mundo muy español, pero oscuro, y por ello la escenografía es toda negra, el vestuario es todo negro". Para el director de escena, según avanza la ópera, Don José cae más y más en la oscuridad, mientras Carmen se aproxima hacia la luz. El escenógrafo no ha querido someter la acción dramática de "Carmen" a un periodo histórico. "Aunque diga Goya, lo que quiero decir es el concepto". A Wagner no le interesa que el público se centre en ello, sino en los personajes.

Las posibilidades de interpretar el personaje de Carmen son infinitas para Wagner. "Pero lo que me fascina de Bizet es que desde el principio marcó una mujer bastante feminista". Carmen valora la libertad más que todo. "Es más importante que el amor o que incluso la propia vida; ella deja la vida por ser libre". Para Wagner, Carmen está fascinada al principio con Don José, pero según avanza la obra se va dando cuenta de que él no es una persona libre. "De hecho, hoy en día se diría que tiene una patología". Por otro lado, la relación que Carmen tiene con Escamillo, el torero, es también muy especial. Wagner tiene claro que Carmen no le ama. "Escamillo para mí es la superestrella, lo que hoy sería una estrella de cine o un cantante de pop", asegura. "Esta gente no tiene que obedecer a las leyes de la sociedad porque está más allá de todo eso. Tienen libertad total. Si Kate Moss se mete una raya de coca no importa, porque la gente la va a seguir queriendo igual. Pues en el caso de Escamillo sucede algo similar". Carmen no ve en el torero una posibilidad de obtener dinero ni fama, "siente fascinación porque no tiene miedo a nada". Los seres humanos "pasamos gran parte de nuestra vida gestionando el miedo", enfatiza Wagner, por lo que un personaje como Escamillo, capaz de enfrentarse a un toro que le puede quitar la vida, genera en ella, que ansía la libertad por encima de todo, una tremenda fascinación, pero no amor, aunque le diga que lo ama. "Es su alter ego", dice Wagner.

Todas las escenas entre Escamillo y Carmen son surrealistas, "como si de dos fuerzas que se complementan se tratase". Las escenas naturalistas, por el contrario, son las que aparece Don José. "Es una relación que no funciona, él es un co-dependiente, clínicamente hablando, mientras que ella cambia rápidamente y pierde el interés enseguida", explica el director de escena.

Uno de los principales atractivos de esta ópera es la fusión con el flamenco. "Esto hace referencia al simbolismo que lleva implícito, que requiere una coreografía, y eso pasa por el lenguaje del flamenco". Gran parte de los movimientos "vienen o bien del baile o de los movimientos del toreo, y yo creo que los cantantes lo agradecen, porque no es una escena con coreografía, sino que ambas cosas se entremezclan para forjar un lenguaje nuevo", explica.

Sobre los finales alternativos de esta ópera que se han podido ver recientemente en España, donde Carmen no muerte al término de la ópera, Wagner lo tiene claro. "Al final el director de escena toma una decisión para añadir algo personal". Su criterio a la hora de proceder ante esta tentativas es "si el público ha visto algo coherente o no. Tú consigues llevar al público de la mano hasta el final más sorprendente que te puedas imaginar, está bien. Y si no, has fallado", asegura tajante. Para él este tema es muy sencillo. "El público se puede rebotar, y eso no significa que la producción no sea válida, pero si yo al final de la representación tengo que leer en el programa por qué esta ópera ha acabado así, es que algo ha ido muy mal". Para él es simplemente una cuestión de coherencia. "Si no la hay, existe una falta de atención a la psicología de los personajes".