El periodista Juan Cueto Alas falleció en la madrugada de ayer en Madrid de una enfermedad pulmonar que le asediaba desde el verano pasado. Tenía 76 años.

Sus restos llegarán a las seis de la tarde de hoy al tanatorio El Salvador, en Oviedo, su ciudad natal, donde habrá un pequeño acto de homenaje a este intelectual de acción que sembró su inteligencia en la filosofía, el cine, el periodismo escrito y la televisión, en Asturias, Madrid, Milán y París.

Su carrera mediática se inicia en los setenta en la revista "Asturias Semanal", continúa en los ochenta como columnista en el diario madrileño "El País", gira hacia la televisión en los noventa cuando pone en marcha Canal Plus y prosigue en Milán con Tele Piú y al frente de los contenidos de Canal Plus Europa.

En los últimos años se apagaron las décadas de fulgor de un cerebro brillante y acelerado que se enfrentó a la salida traumática del Grupo Prisa, la muerte de su mujer, la socióloga y politóloga Rosa Fernández-Corugedo, una depresión de largo recorrido y dos ictus severos contra cuyos efectos oponía la ilusión de ver crecer a su nieto, Sami, hoy adolescente.

Al cabo de todos sus viajes y vuelos siempre quiso vivir en Asturias, se avecindó en Gijón, donde fue nombrado hijo adoptivo, pero el agravamiento de su enfermedad aconsejó su traslado a Madrid, cerca de su única hija, Ana, en una residencia de la calle Juan de Austria. En los últimos tres meses tuvo que ser ingresado en el Hospital Clínico y en la Clínica San Rafael.

El nomadismo en el que le gustaba vivir fue la consecuencia de una curiosidad intelectual orientada hacia la búsqueda de la novedad, para la que tenía un olfato de perfumista parisino.

Juan Cueto nació en 1942, en la calle Marqués de Santa Cruz, frente al Campo San Francisco, y creció en la casa rosa de Arzobispo Guisasola. Fue un estudiante de notable en los Dominicos, donde afiló su cinefilia como proyeccionista del cineclub.

Entró en Derecho, que estudió con eficacia y sin vocación, en 1959, al tiempo que fundó con Enrique García (que se ganaría la vida como programador y exhibidor) el cine-estudio universitario y también el cine-club Lumière de la Alianza Francesa y el Aula de Cine del Ateneo.

Desde la estructura del SEU animó la revista radiofónica "Fenestra Universitaria", introduciendo contenidos que irritaron a los falangistas de su edad, que acabaron asaltando Radio Asturias para impedir una emisión. Su proximidad a Vidal Peña (luego catedrático de la Universidad de Oviedo) le acercó a la filosofía para oír a un profesor recién llegado a Oviedo, Gustavo Bueno, que les deslumbró.

En el año 1965, al terminar Derecho, se casó con Rosa Fernández-Corugedo y marcharon a Argelia atraídos por la revolución de Ben Bella y para estudiar Ciencias Políticas. Ella daba clases de español y él era locutor en castellano en una radio que se oía en España y desde la que daban noticias aquí censuradas.

Cuando volvieron a Oviedo encontró asilo en el departamento de Filosofía de Gustavo Bueno, de ayudante, y se reorientó porque ya estaba vacunado de revolución y quería escribir, algo que había hecho gracias al periodista Juan Ramón Pérez Las Clotas en LA NUEVA ESPAÑA.

No había quedado muy satisfecho del reportaje sobre el golpe de Estado vivido en Argelia ni sobre el de los hippies en Ibiza y, esta vez, eligió el estilo de autores estadounidenses que había leído en francés y que redactaban con soltura oral y lo aplicó al periodismo y a la filosofía. Fue a Woodstock en busca de Bob Dylan.

Le gustaba definirse como miembro de la "beat generation" española junto a los escritores Mariano Antolín Rato y Pepe Avello y su cuñado Fernando Corujedo, que fue secretario de Camilo José Cela, en la influencia que les causó la cultura estadounidense alternativa del 68, también en el uso de algunas drogas.

Iba del departamento de Filosofía a Bocaccio Films, una productora de cine astur-catalana para la que escribió el guión de "Morbo" (1972) la película de Gonzalo Suárez en la que se conocieron Víctor Manuel y Ana Belén.

Juan Cueto hablaba en Radio Asturias antes de comer en una sección llamada "Pliegos de cordel", publicaba comentarios en "La Voz de Asturias", colaboraba en las revistas "Mundo" y "Film Ideal" y hacía, con el seudónimo "Plinio", la crítica de Televisión en "Asturias Semanal", novedad absoluta en España, porque consideraba que no podía ser una caja tonta un aparato que había cambiado tanto la vida de todos. Según confesó en el prólogo de "Pasiones catódicas", tuvo la culpa José María Pemán, autor del programa de TVE "El Séneca" que le sacaba de quicio todas las semanas.

Sus colaboraciones con Graciano García (años después creador y director de los premios "Príncipe de Asturias") se amplían a sus colaboraciones en "El Libro de Asturias" y "El libro de Oviedo" de Ediciones Naranco.

Entonces escribió una divertidísima y exitosa "Guía secreta de Asturias" y de su relación con el editor gijonés Silverio Cañada salieron varias colecciones, algunas tan punteras como "Los juglares", que contiene el primer libro sobre Bob Dylan editado en España. También entonces firmó con el seudónimo Claudio Lendínez el prólogo a "La guía espiritual" del místico Miguel de Molinos, elegido como uno de los mejores ensayos del año en el suplemento de la Enciclopedia Británica y del que, años después, Juan Cueto decía que era lo único que salvaría de su obra.

Se licenció en Periodismo en Madrid, su tercera carrera, en 1976 cuando Eduardo Haro Tecglen ya le había llevado a "Triunfo", el semanario de la izquierda del tardofranquismo, donde escribían Manuel Vázquez Montalbán y Manuel Vicent para hacer dosieres y entró en "El País" desde su fundación, primero con la crítica de televisión, después con una columna general. Es el comienzo de una larga historia que se prolonga durante 30 años. Allí concentró el grueso de esa obra que no quiere llamar su obra.

Los ochenta fueron la década de su eclosión en Madrid y de "Los cuadernos del Norte" en Asturias, donde reúne y encuaderna a Barthes y a Umberto Eco junto a una lista de colaboradores y trabaja a dos niveles, el asturiano y el europeo. Era el intelectual de moda que hoy salía de modelo en la revista femenina "Dunia", mañana aparece en "A contratiempo", una película de Oscar Ladoire o se le citaba en las películas de Garci, toda revista relacionada con la movida y la posmodernidad debía llevar una entrevista suya en el primer número, y todo libro, un prólogo suyo. Acabó la década siendo "comunicólogo" y condecorado con los premios "Francisco Cerecedo" y "César González Ruano".

También eran los años del socialismo español de mayoría absoluta y del comienzo de la autonomía asturiana. Cueto nunca dejó de estar conectado a Asturias, de disfrutar y estudiar la región, de diagnosticar sobre ella cuando se le pedía ni de aportar ideas y proyectos que se pusieron en práctica o no, que salieron o fallaron. Uno de ellos fue la Factoría Cultural de Llanera, un proyecto artístico de enorme ambición que terminó en una penosa operación inmobiliaria. Otra idea creativa, con muy distinto resultado, fue Laboral Centro de Arte en los 2000.

En los ochenta, cuando fue omnipresente y omniausente (no iba a muchos actos en que se le anunciaba) estaba siempre preparando un ensayo que nunca acabó, atropellado por otros proyectos y por más de tres folios diarios para muy variados destinos. Al reproche de la liviandad periodística de su obra respondía: "Mi obra es mi vida. Está bien que lo de 'mi obra' lo diga un tío que construye casas. He escrito muchos más libros que los que dicen 'mi obra'".

Cuando se liberalizó el mercado televisivo español, Juan Cueto fundó para Prisa Canal Plus, diseñada sobre el modelo francés, el canal de pago, una tele elegante, que daba películas de estreno, fútbol de Liga con 15 cámaras, boxeo mundial, toros de feria y porno de fin de semana menos en Viernes Santo, de ayuno y abstinencia obligatoria. Fue el jefe del área audiovisual de Prisa cuando la empresa llegó a ser el primer financiador del cine español. El director general de Canal + se fue 6 años después rondando el millón de abonados. Dejaría un amigo para toda la vida -Jesús de Polanco, que falleció en 2007- y un enemigo vitalicio: Juan Luis Cebrián.

En Canal Plus Francia, madre del modelo, que llegó a ser la primera financiadora del cine europeo, Pierre Lescure, periodista, fundador, presidente y director general del invento, que conocía y trataba a Cueto, le propuso ponerse al frente de "Telepiu". Pasó 7 años en Milán, a ratos felices, siempre ajetreados, salvo los veraneos placenteros.

También fue director general del proyecto internacional de Canal + Francia, antes de que Vivendi hiciera crack y Lescure se lanzase al vacío con su paracaídas de oro. Cueto se fue cuando él, también agotado de ser extranjero todas las horas del día y de triangular, Madrid-Milán, Milán-París, París-Asturias, porque la salud y el estado de terminal -de aeropuerto, por supuesto- están reñidos. Se fue a Somió, se puso a reposo, dejó de escribir y sólo salía para ir a Madrid al consejo de administración de Sogecable junto a Lescure y Jorge Semprún, y en medio de las más altas cabezas del capitalismo español: March, Botín, Isidoro Álvarez, Koplowitz... Hasta que murió Jesús de Polanco, se disolvió el consejo y todo fue silencio administrativo.

Después llegó el declive anímico, la viudedad, la pérdida de amigos como Chus Quirós, el enclaustramiento, los accidentes cerebrales, la soledad buscada y blindada, los problemas respiratorios que acabaron con un hiperactivo atento a todo, sin ningún déficit de atención.