El jesuita Julio Martínez Martínez (Vigo, 1964), rector de la Universidad Pontificia de Comillas desde 2012, hizo un hueco en su apretada agenda para disertar ayer en Salinas (Castrillón) sobre "la cultura del encuentro", uno de los paradigmas pastorales del Papa Francisco. Formado en Madrid, Boston y Salamanca, Martínez es doctor en Teología y licenciado en Filosofía y Ética Teológica. Ha publicado como autor o coautor varios libros, entre los que destacan "Repensar la dignidad humana" (2005), "Religión e integración de los inmigrantes" (2006), "Ciudadanía, migraciones y religión" (2007) o "Libertad religiosa y dignidad humana" (2009). Concede esta entrevista unas horas antes de hablar ante un concurrido auditorio en el instituto de Salinas.

- ¿Qué mensaje hay detrás del breve enunciado de "la cultura del encuentro"?

-La expresión ya fue acuñada por el Papa Francisco en sus tiempos de Arzobispo de Buenos Aires y hoy le sigue acompañando. De lo que se trata es de cómo derribar los muros que nos separan y construir puentes, especialmente en Europa. Hablamos de la problemática de la inmigración, de la xenofobia, de la construcción del espacio común europeo, de la conservación y fortalecimiento de los valores humanos y sociales -pienso en el Estado del Bienestar- que este viejo continente tiene a gala promover y poseer. El Papa también extiende ese mensaje a las personas y al medio ambiente.

- Frente al auge de los brotes xenófobos en Europa, España pareció ser durante años un ejemplo positivo de acogida e integración; pero recientemente ha irrumpido una fuerza política con discurso antiemigrante, ¿teme que se produzca un involución social?

-Es cierto que en España no lo hicimos tan mal, tenemos una pauta de acogida de inmigrantes que evita la formación de guetos. Pero sí, esto se puede malograr a manos de quienes ahora emplean discursos populistas del tipo "los inmigrantes nos invaden". Eso es tan falso como tremendamente dañino. Veo la necesidad de que los partidos no xenófobos alcancen un gran acuerdo para neutralizar esos discursos, cargados de interés electoralista que calan en la población de la peor forma posible: alimentando el enfrentamiento de pobres contra pobres.

- Explíquese, por favor.

-Quiero decir que es inmoral azuzar a los estratos más desfavorecidos de la sociedad, donde este nuevo populismo tiene una fuente de votos, contra los inmigrantes, un colectivo igualmente desasistido. El bienestar de uno o el general, lo mismo da, no debe lograrse a costa del mal ajeno. Dicho esto, me tengo por un hombre de orden y, evidentemente, creo que los flujos migratorios deben de ser ordenados y gestionados. Por el bien de todos, los que ya estamos aquí y los que llegan.

- ¿Es ilusorio pensar que la emigración se acabará algún día?

-Absolutamente. Todo lo contrario: irá en aumento. Y eso es una fortuna para Europa, que por sí misma lleva camino de despoblarse dado el desplome de la natalidad. Lo que procede es gestionar ese fenómeno adecuadamente, para que los que llegan en busca de una oportunidad de desarrollo personal se conviertan en un activo valioso.

- Como experto en ética, ¿la echa de menos en los núcleos de poder? Los últimos años han sido bastante poco ejemplares en España...

-Como hemos tocado fondo en algunos temas, ahora nos acordamos de la ética esperando que nos ayude a recuperar la senda del bien a través de la libertad.

- O sea, que nos acordamos de Santa Bárbara porque truena.

-Más o menos. Nunca debiéramos olvidar que a mayor poder, más garantía de funcionamiento ético debe exigirse. Claro que con invoca la ética no basta, echo de menos que se incorpore a las escuelas que se inculque en los ámbitos familiares y profesionales... Es decir, hay que aspirar a que la ética fluya de forma espontánea en nuestra sociedad y no por determinadas conveniencias.