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"Mamá" vuelve a emocionar 16 años después

LA NUEVA ESPAÑA avanza extractos de un extenso epílogo que acompaña como gran novedad la reedición del libro del escritor argentino Jorge Fernández Díaz sobre su madre, asturiana

Fernández Díaz.

"Mamá" llegó a las librerías españolas por primera vez en 2003 de la mano de RBA editores tras cosechar un inesperado y arrollador éxito en Argentina. Su autor, el periodista y escritor Jorge Fernández Díaz, había entrevistado durante 50 horas a su madre Carmina y el resultado fue un excepcional testimonio literario sobre la asombrosa y conmovedora vida de una protagonista de la emigración asturiana que abandonó su Almurfe natal, muy cerca de Belmonte de Miranda, con 15 años. Ahora, "Mamá" vuelve a las librerías en una reedición de Alfaguara que aporta como gran novedad un extenso epílogo en el que el autor indaga en la vida de "José de Sindo, mi genial abuelo maldito", al tiempo que cuenta qué pasó tras el éxito de la historia de Carmina. LA NUEVA ESPAÑA avanza algunos extractos de ese epílogo.

No escribas de ese hombre. "Papá saludó de lejos, se sentó a mi lado y me dijo:

-Yo nunca te prohibí nada, ¿no?

-Bueno, tanto como nunca... -le respondí con sorna.

-Te prohíbo que escribas sobre José de Sindo.

Me quedé mudo, en medio del ruido y los festejos. Mi padre tomó su copa de malbec y agregó sin mirarme:

-Ese hombre no era bueno. Si escarbas en esa historia, Dios sabe qué saldrá a la luz. Además, ¿a quién puede importarle esa vida oscura?"

Muchas preguntas. "¿Quién había sido realmente, por qué nos había desgraciado, a qué mujeres amó y abandonó luego de abandonar a mi abuela y a sus hijos, qué diabluras había cometido durante aquel largo exilio voluntario en Madrid, en La Habana y en Buenos Aires? ¿Por qué había quemado, antes de morir, documentos, efectos personales y cualquier otra pista sobre su pasado? ¿Por qué no les había confiado ni a sus amigos más íntimos sus rebusques?".

Noche de fuego. "Un día Almurfe anocheció con luz eléctrica, se organizó una gran romería con baile y sidrina, y bajaron de varios pueblos a ver de cerca el milagro de Sindo. (...) Sindo recibió esas oleadas invisibles de resentimiento que le minaron las entrañas, y una pulmonía lo mandó a la tumba. Al poco tiempo, en pleno luto, alguien les avisó a los Díaz que la fábrica de luz estaba ardiendo".

Genio de escultor. "Sus cosas eran, además del ébano y la sierra, engendrar hijos, destratar a una esposa enérgica que sin embargo siempre lo perdonaba, y andar por los pueblos persiguiendo damiselas y haciendo bromas y brindis. Las mujeres caían a sus pies. Era alto y huesudo, e increíblemente guapo, y se creía un artista. Labraba la madera con genio de escultor, y fabricaba altares, imágenes religiosas y muebles de cualquier estilo y época. Con el tiempo aprendería a realizar bocetos técnicos, a dibujar e interpretar complejísimos planos de conjuntos con perspectivas y sistemas de despiece, a copiar a mano formas del siglo xvii, a desarrollar un exquisito trazado artístico y a dominar por completo todas y cada una de las vetas de la artesanía. Pero esas virtudes, aunque valoradas, no rendían muchos frutos en aquellas hambrunas de posguerra".

Gozantes y sufrientes. "El árbol genealógico de los Díaz se dividía en gozantes y sufrientes. Aunque con matices, los hombres vivieron la utopía del gozo, y las mujeres practicaron el arte del sufrimiento. Los gozantes sabían que la vida era corta y que merecía la pena vivirla sin complejos: eran más alegres y despreocupados. Los sufrientes entendían que la vida era dura y que debían repecharla con esfuerzo, y que serían recompensados luego por Dios o por el destino: eran más tristes y solidarios. Los hombres trataron con ahínco de no parecerse a José, y las mujeres no pudieron dejar de parecerse a María. Mi abuelo, sin embargo, llevó la filosofía del gozante hasta las últimas consecuencias. Más allá de la barrera del sonido, a un limbo donde no existían pecados ni recompensas trascendentales, y donde se tenía la conciencia permanente de que la vida era tan efímera que nada justificaba atarse a las cosas, ni sufrir a cuenta. Con la misma delicadeza con que fabricaba sus muebles, José de Sindo se había fabricado una monstruosa libertad personal".

No al dinero de Hollywood. "Vinieron a verme cinco directores y un productor de Hollywood para comprar los derechos, pero mi madre no quiso cederlos. A pesar de que ofrecían fortunas. Uno de ellos me citó en un local de sushi y comenzó a elogiar la epopeya y a sugerirme que el guión debía acentuar algunos 'aspectos demasiado sutiles' de la trama. Por ejemplo, no servía para el cine que mi tío abuelo acosara sexualmente a su sobrina, tenía que violarla. Y mi padre no debía ser indiferente o iracundo, tenía que ser alcohólico y violento. 'Estás hablando de dos personas que a esta hora duermen la siesta a siete cuadras de acá', le advertí. Me ofreció 350.000 dólares. Siempre recordaré la cara que puso cuando le dije que no".

Éxito en LA NUEVA ESPAÑA. "(Cuando la biografía de Carmen se editó finalmente 'en la madre patria') el acontecimiento me devolvió a Asturias, el lugar que tantas veces yo había eludido. Nunca sabré muy bien por qué. El reencuentro con mis tíos y primos fue un terremoto emocional, y en 'El Corte Inglés' de Oviedo había una cola más larga que durante la última visita de Saramago (...). Dos noches después había cuatrocientas personas en el auditorio del diario LA NUEVA ESPAÑA para oír la parábola del hijo pródigo, las desgracias de María, el malditismo de José y el periplo de Carmina. Una mendocina que estaba entre el público, tremendamente dolorida por haber tenido que emigrar, me recriminó que intentara convencer a los argentinos de que no abandonaran su patria". Le conté la teoría de mi madre: 'El mundo ya cambió una vez, quizás pueda volver a hacerlo'".

Mamá, hoy. "Cumplió ochenta (...) y siguió adelante con una energía inagotable y una intuición maravillosa. Lee varios diarios y se interesa por la política. Su país de adopción le da rabia, pero lo defiende".

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