La intervención del director californiano Kent Nagano con la Orquesta Filarmónica Estatal de Hamburgo en el Auditorio de Oviedo fue una zambullida en el Romanticismo alemán. El concierto de ayer fue el primero del 2019 dentro del ciclo "Los Conciertos del Auditorio". Al término, el público se mostró encantado con la energía del maestro y la calidad artística de la orquesta y de la violinista Veronika Eberle.

El Auditorio de Oviedo estaba casi lleno de aficionados expectantes por ver a Nagano dirigiendo un programa que destacó por su uniformidad estética. No era simplemente un pastiche de obras elegidas al azar. Fue una elección muy pensada de obras de repertorio y nueva composición.

Para esta gira de conciertos, el compositor español Jesús Rueda escribió la obra que abrió el programa, que lleva el título de "Stairscape". El propio Nagano fue quien propuso la concepción de la obra, que debía seguir el estilo compositivo de la última sinfonía de Brahms, que cerraría el concierto.

La obra de Rueda recrea el estilo musical de Brahms, que se evidencia en el arrojo de la orquestación, la fuerza, tomando en todo momento la sección de cuerda como base. La densidad sonora y la grandiosidad de la sinfonía brahmsiana es también otro de los puntos fuertes de esta obra de nueva composición. Con ella, Rueda deja patente su buen oficio como sinfonista. Los asistentes hicieron oír su conformidad con la obra.

Nagano derrochó una energía contagiosa, hasta el punto de que el podio se le quedaba en ocasiones pequeño. Es un director preciso, que estuvo atento a los balances sonoros en todo momento y a las cuestiones de expresividad.

El "Concierto para violín de Brahms en Re Mayor" tuvo como protagonista indiscutible a la violinista alemana Veronika Eberle. Dejó sentir su carácter en los pasajes más dramáticos del primer movimiento pero supo modular el sonido hacia sonoridades más dulces.

En lo relativo a las cuestiones técnicas, es perfecta en lo que a afinación se refiere. Aún más teniendo en cuenta que el concierto de Brahms cuenta una importante cantidad de pasajes virtuosísticos con dobles cuerdas que incrementan su dificultad, pese a que a Eberle parecía no costarle esfuerzo alguno. Tanto Nagano como la orquesta fueron un buen soporte para que Eberle pudiera tocar con plena libertad. No obstante, hay cuestiones rítmicas que son algo más dudosas. Tras su actuación, el Auditorio se venía abajo.

La versión de la "Sinfonía nº 4 en mi menor" de Brahms que ocupó la segunda parte del programa fue la ocasión perfecta para la Filarmónica de Hamburgo de mostrar todo su potencial.

Quedó claro entonces que la amplia sección de cuerda vertebra la agrupación. La uniformidad en los ataques de los profesores que la conforman y el sonido compacto y empastado, son las características principales que caracterizaron su actuación ayer. En comparación, las secciones de viento madera y viento metal, pese a que tuvieron intervenciones muy buenas, presentaron algunas dificultades puntuales.

Ante un público entregado que no dejaba de aplaudir, y tras salir a saludar en varias ocasiones, Nagano anunció que la propina que interpretaría junto a la orquesta estaba extraída de las melodías populares que cantaban los marineros del puerto de Hamburgo, y que lleva por título "Blueport", de Stéfan Schäfer.

Un mensaje que anunció hablando en español y que enterneció al público del Auditorio Príncipe Felipe. Esta última obra, de sonoridad descriptiva, casi cinematográfica, tiene aún más mérito por haber sido orquestada por el contrabajo de la propia Orquesta. Una velada en torno a Brahms que conquistó Oviedo.