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ALAIN ARIAS-MISSON | Poeta, inaugura exposición en el Centro Niemeyer

"La poesía que hicimos en la España de los 60 fue lo único realmente interesante"

"Mi mujer, la pintora Nela Arias-Misson, que está enterrada en Corvera, fue amiga de todos los grandes abstractos americanos, como Pollock"

Alicia Vallina se dirige al público en la inauguración de la muestra de Joan Brossa y Alain Arias-Misson. MARÍA FUENTES

Alain Arias-Misson (Bruselas, Bélgica, 1936) participó ayer en la inauguración de la muestra "Joan Brossa y Alain Arias-Misson. De la poesía a la palabra; de la palabra a la calle", una muestra de instalaciones y esculturas que estará abierta en la cúpula del Centro Niemeyer avilesinpo hasta el próximo 5 de mayo. Arias-Misson, que se casó con la artista cubanonorteamericana Nela Arias, conversa con LA NUEVA ESPAÑA unas horas antes de la inauguración oficial de la exposición.

- Usted y Joan Brossa se conocieron en los sesenta.

-Sí. Llegué a España en 1963. O a comienzos de 1964. Fuimos a Cataluña. Huía de los Estados Unidos. Me perseguían. No quise hacerme militar. Me estuvieron buscando, así que salimos muy rápidamente: mi mujer, Nela, y yo. Nos establecimos allá. No teníamos dinero.

- ¿Usted fue un insumiso?

-Sí. Del ejército norteamericano. No quise ir a la guerra del Vietnam. Tengo doble nacionalidad: soy americano y soy también belga.

- Me estaba contando que habían llegado a Cataluña.

-Sí. Nos establecimos en un pueblecito. Conocí allí a un escultor. Allí no, en el pueblo de al lado. Era Per Mireia. Vio lo que estaba haciendo y me decía: "Tú tienes que conocer a un amigo mío". Era Joan Brossa. Así lo conocí. Me encantaron él y su trabajo. Fue una suerte conocerlo. Y a él también le gustó mucho lo mío.

- Brossa era mayor que usted.

-Tenía unos años más que yo. Tengo ahora 82 y él hubiera cumplido 100 el día 19. Los objetos poéticos no los hacía entonces, cuando nos conocimos. Se dedicaba a escribir. Su poesía y su teatro me encantaron. Entonces hacía poesía experimental. Cuando empecé por esta línea, estando en la Universidad de Harvard, no conocía a nadie que hiciera lo que estaba haciendo yo: experimentación fonética. Pero estaba confundido: gente de Islandia, de Brasil, del Japón hacían cosas que se parecían a lo mío. Eso fue una gran sorpresa. Todo aquello se lo mostré a Brossa.

- Brossa pensaba que lo suyo era suyo y nada más.

-Es cierto. Traduje poemas suyos y también teatro. Aquello mío se publicó en los Estados Unidos. Me tradujo luego él a mí y me invitó a una reunión del Club 49. Allí estaban Miró, Tàpies... Para mí todo aquello fue muy impresionante. Era muy jovencito.

- Usted se define, sobre todo, como poeta.

-Sí, yo no soy artista. Los poetas de finales de los cincuenta y hasta los setenta lo que quisimos fue crear una renovación de la poesía, como hicieron los dadaístas o los futuristas. Joan Brossa y yo nos reconocimos allí: con la misma intención de cambiar lo que parecía que tenía que ser la poesía.

- ¿Por qué se metió en ese campo?

-La poesía europea posterior a la II Guerra Mundial era muy literaria y, para mí, muy poco interesante. Leí toda la anterior a los cincuenta. Crecí con Lorca, con André Breton... con catorce años supe que quería ser poeta, pero quería hacer otra poesía.

- La poesía española que ha quedado de entonces no se parecía en nada a la suya.

-Eso es, pero junto a los realistas había un grupo muy dinámico que me influyó mucho. Hablo de Tàpies, de Miró, de Antonio Saura... todos pintores. Los poetas de los que le hablo eran más jóvenes que yo: Herminio Molero, Manolo Quejido y, sobre todo, Ignacio Gómez de Liaño, un hombre maravilloso, un hombre muy grande, gran amigo mío. Con ellos creamos en Madrid un grupo como cualquiera de los que trabajaba en cualquier esquina del mundo. Lo que hicimos fue lo único verdaderamente interesante de aquellos entonces, lo verdaderamente innovador.

- Sin embargo, parece que triunfó el realismo.

-Las vanguardias, no se crea, tuvieron mucha influencia, pero se olvidaron muy rápido. Nosotros hacíamos poesía concreta, poesía experimental. Lo nuestro es más difícil de recuperar porque nuestra poesía iba más allá de los libros. Por eso parece que estamos haciendo arte contemporáneo, pero nada más lejos. La distinción entre lo nuestro y lo de los artistas sigue siendo bastante radical. Así que es más difícil que reintegre en las historias de las literaturas.

- Hablemos de su mujer, de Nela Arias-Misson.

-Nos casamos en 1963.

- Está enterrada aquí, en Molleda.

-Es una historia misteriosa. La conocí cuando estaba en la Universidad: tenía 19 o 20 años. Ella era pintora, había cumplido los 39. Ella se relacionaba con los abstractos americanos: Pollock, Kline, toda esa gente. Era una mujer magnífica. Me enamoré de ella de una manera increíble. Y nos casamos. Hubo una polémica terrible con mi familia, hasta romper con ella. Nela murió casi con 100 años, viviendo en Florida y está enterrada aquí, en Corvera, como su madre, una asturiana magnífica que vivió con nosotros. Hace tres o cuatro días me dijeron que la hija de Nela, Carole, acaba de morir. Van a enterrar sus cenizas también en Molleda. De modo que las tres mujeres de la familia estarán aquí, en Avilés. Todo esto me conmueve.

- Nela fue una pintora muy importante.

-Se formó con Hans Hoffmann. Empezó su carrera bastante tarde, cuando yo la conocí, pero salíamos con mucha prisa para Europa. En España había conocido a Tàpies y Artigas. Mi mujer era muy extrema, muy radical. Hizo bastantes exposiciones en España. Nela era muy reacia a los galeristas. Los cubanos se interesan por ella porque nació allí, pero ella se sentía de Asturias. Vine aquí con ella porque su conexión con esta tierra, con Molleda, era muy fuerte: aquí estaba su infancia.

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