Asturias sesteaba en plena transición mientras en los cafés, en algunas sobremesas selectas y en un palacete gijonés conocido como "Villa Ketty" se escribía el futuro. No era fruto de un saber arcano ni se mantenía en secreto. Todo lo contrario: el porvenir se distribuía cada dos meses por todos los quioscos de la región, impreso en las páginas de "Los Cuadernos del Norte", la mítica revista creada y capitaneada, durante su singladura, de una década, por Juan Cueto. Ayer, el Real Instituto de Estudios Asturianos (RIDEA) ejerció de anfitrión y organizador de un homenaje al fallecido comunicador asturiano, un auténtico adelantado a su tiempo que, según coincidieron los ponentes, se revela como "una figura de una importancia determinante en la cultura española" y, acaso también, uno de los mayores pensadores que ha dado la región desde los tiempos de Jovellanos.

Con Andrés Martínez Vega ejerciendo de anfitrión y Xuan Bello como moderador, los encargados de analizar y contextualizar la figura de Juan Cueto fueron su hija, Ana Cueto, Juan Luis Rodríguez-Vigil, Juan Cruz y José Luis García Delgado. Todos ellos contribuyeron a armar una mirada poliédrica, también polisémica, de la personalidad y el legado del comunicador.

Xuan Bello, que abrió el turno de intervenciones, marcó ya las líneas maestras que habrían de desarrollar el resto de ponentes. La primera: "Juan Cueto sembró, con su labor, semillas de futuro en nuestras vidas, en sus lectores". Algo que además logró en todos sus empeños, en ese continuo transitar entre géneros y formatos que le llevarían a convertirse en un creador omnímodo.

Otra idea clave: "La gran obra de Cueto fueron 'Los Cuadernos del Norte'". Una publicación que era al tiempo una ventana abierta a Europa y una idea de España "moderna, descentralizada, democrática" que, a decir de Bello, "estamos perdiendo".

Estos planteamientos tomaron forma a partir de los recuerdos de Ana Cueto. En "Villa Ketty", relató la hija del comunicador, había un cuarto de baño cuyas baldosas del suelo reproducían cruces gamadas, y que en las paredes tenía azulejos negros. "Me daba miedo", confesó, por lo que cada vez que estaba en la casa y tenía que ir al baño, cruzaba la casa hacia otro aseo, cruzando por delante del despacho de su padre. "Veía cómo crecía aquella biblioteca, y las revistas en el suelo, apiladas por países. 'Todo está en los quioscos', decía mi padre. Ahora es muy fácil ver las tendencias, pero antes no. El quiosco era como el timeline de Twitter", relató Ana Cueto.

Hasta aquella casa acudían los intelectuales y los aspirantes a escritores en una "procesión rabiosamente civil", incidió Juan Cruz, quien fue a un tiempo discípulo, amigo, compañero y cómplice de Juan Cueto. De todas las cualidades que le adornaban, Cruz destacó una por encima de las demás: "Era generoso, y nos enseñó a nosotros a serlo también".

En una intervención plena de anécdotas, Cruz dibujó un retrato entusiasmado de su amigo "un embajador que a la vez era embajada, representaba el mundo entero". "Siempre nos obligó a estar atentos", precisó, antes de recuperar un lema recurrente que Cueto les transmitió: "Escribe, inventa, rompe".

Rodríguez-Vigil no escatimó elogios a la hora de realzar la figura de Cueto: "Tuvo una importancia determinante en la cultura española", afirmó el expresidente del Principado, antes de lamentar el "empobrecimiento cultural" que ha sufrido el país durante las últimas décadas.

En el ánimo por reivindicar la obra de Cueto, Rodríguez-Vigil desgranó los distintos proyectos en marcha para recuperar el legado del comunicador. La primera, la digitalización de "Los Cuadernos del Norte", que tiene en marcha el Instituto Cervantes. También la exposición sobre la revista que prepara el RIDEA, que además prevé abordar la digitalización otros textos de Cueto, en concreto los que publicó en "La Revista de Asturias".

Por último, José Luis García Delgado recorrió la trayectoria de Cueto a través de sus vivencias comunes en varios momentos clave. Reivindicó "La Revista de Asturias", que identificó como un primer esbozo de lo que después sería "Los Cuadernos del Norte"; y remarcó la gran humanidad y el ingenio de ese gran comunicador que no le temía al futuro.