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Sokolov, un talento incombustible

El pianista ruso deja boquiabierto al Auditorio de Oviedo con un recital de más de dos horas y media que tocó de memoria

El pianista ruso, durante el recital. IRMA COLLÍN

Grigory Sokolov es incombustible. El pianista ruso dejó una vez más boquiabierto al Auditorio de Oviedo tras un recital de más de dos horas y media de duración con seis propinas que tocó completamente de memoria. El público se despidió de él en pie, ovacionándole incansable.

Grigory Sokolov es uno de los pianistas que visita con mayor asiduidad las Jornadas de Piano "Luis G. Iberni", y por el que el público asturiano siente predilección. Acaso sea porque busca que sus conciertos sean una experiencia memorable, e indudablemente lo consigue.

El Auditorio, que registró una gran afluencia de público, le recibió anoche a media luz, como él suele actuar siempre. A sus años, con una dilatada carrera tras de sí, Sokolov no necesita demostrar ya nada a nadie, salvo a sí mismo. Su actuación en Oviedo puso de manifiesto que su crítico más severo es él mismo, y eso se dejó sentir en la precisión con la que interpretó las obras de Beethoven y Brahms incluidas en el programa, una selección musical a la altura de muy pocos.

Si bien Sokolov es un músico de "la vieja escuela", en el sentido de que prefiere mantenerse alejado del público, incluso podría decirse que algo frío, su energía se transforma cuando se sienta al piano. Entonces nada más parece importar. Su capacidad para mantener la concentración es algo verdaderamente asombroso.

La articulación es uno de sus fuertes, como también la amplitud de una paleta dinámica a la que recurre en cada una de las obras que interpreta, generando así un interés en el público que es responsable de gran parte de la fama de este pianista. El recital comenzó con la "Sonata para piano nº 3 en do mayor", de Beethoven. Una obra de juventud, aunque virtuosa, que pone de manifiesto una vez más hasta qué punto Sokolov ha programado esta gira de conciertos por España a capricho.

Su interpretación de ayer estuvo llena de contrastes: supo jugar con los cambios de carácter entre los distintos movimientos. Demostró su perfección técnica, que se deja sentir, por ejemplo, cuando mete el pedal en el piano. Cubre Sokolov todos los planos sonoros, a ratos muy delicado, casi inaudible, e inmediatamente exhibe una potencia sonora completamente distinta.

El segundo movimiento de la sonata de Beethoven, lo desarrolló bajo una perspectiva muy introspectiva e intimista. Especial atención merecen los trinos infinitos del cuarto movimiento de esta sonata, en una dinámica de "pianissimo", un recurso muy complejo para los pianistas. Las once Bagatelas op. 119, también de Beethoven, parecieron en un principio más desenfadadas, pero nada más lejos de la realidad.

La segunda parte, monopolizada por Brahms, la interpretó sin parar, casi sin inmutarse. Sokolov parece convertir en fácil obras que destacan por su virtuosismo, complejidad técnica y densidad sonora. Al término del programa oficia, el público aún pedía más, sabiendo por experiencias pasadas lo que Sokolov depara más allá de las obras programadas.

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