Madrid,

Franco TORRE

"Si miras los edificios levantados en el siglo XVII en España y en los Países Bajos, son muchas las diferencias; pero si los estudias en profundidad, son muchas más las cosas que tienen en común". Con esta reflexión ejemplificaba ayer el embajador de Holanda en España, Matthijs van Bonzel, el bagaje cultural común a ambos países, y también al resto de Europa, en la inauguración en Madrid del congreso internacional "The Magnificence in the 17th Century", que organizan el Instituto Moll-Centro de Investigación de Pintura Flamenca, la Universidad de Leiden y la Universidad Rey Juan Carlos. Un simposio que, a partir del análisis de las expresiones sociales y artísticas de la magnificencia, profundiza en ese bagaje cultural común que compartimos los europeos, en un momento de especial esplendor, como es el Siglo de Oro.

Van Bonzel fue el encargado de inaugurar el congreso, cuya primera jornada se celebró durante la tarde de ayer en la sede de la Fundación Mapfre, en un acto al que asistieron Arantza Sarasola, vicepresidenta de Prensa Ibérica; Arantxa Moll, administradora del Instituto Moll; Ana Diéguez-Rodríguez, directora del Instituto Moll, y la escritora y editora María Tena, y en el que también intervino Matías Díaz Padrón, Presidente de Honor del Instituto Moll-Centro de Investigación de Pintura Flamenca.

En su intervención, que sirvió para abrir el acto y el congreso, Díaz Padrón conectó la fascinación del viajero moderno que llegaba a aquel Madrid de los Austrias con la pericia de Velázquez al diseñar la decoración del complejo palaciego del Retiro, para Felipe IV. Una tarea sin duda magnífica, como precisó Díaz Padrón: "Velázquez lo dispuso todo con exquisito gusto". Pero la noción de magnificencia de los Austrias, hizo notar el historiador del Arte, difería de la de otras cortes europeas, como se aprecia en los retratos que el propio Velázquez hizo de Felipe IV: "Con la golilla plana y almidonada, nada de encajes venecianos. Ofrecían la imagen de la mayor dignidad". Algo que quedó de manifiesto durante el encuentro de Felipe IV y Luis XIV en la llamada Isla de los Faisanes, en 1660, inmortalizado en un conocido tapiz. La diferencia entre la austera dignidad de los españoles y la pomposidad de la corte francesa refleja esas dos maneras de entender la magnificencia, aunque hay una vocación común por alcanzar esa virtud ideal.

Porque la magnificencia, tal y como la definió Aristóteles en el libro cuarto de su "Moral, a Nicómaco", reside en realizar grandes gastos, pero sin alcanzar el derroche, y siempre con una intención de utilidad pública. "El magnífico es el que sabe gastar a punto en cosas grandes", precisó el filósofo.

Matthijs van Bonzel incidió en las diferencias a la hora de entender esa magnificencia a la que aspiraban los gobernantes en el siglo XVII, señalando también las barreras impuestas por el contexto religioso, entre las naciones y comunidades católicas y las protestantes. Pero incluso en estas circunstancias, señaló el embajador, se pueden encontrar concomitancias entre creaciones tan dispares como El Escorial y la silueta arquitectónica de Ámsterdam.

Incluso entre dos naciones que se veían, en el pasado, como enemigas, insistió Van Bonzel, se pueden encontrar conexiones culturales y artísticas: "Hace unos años visité la exposición, magnífica, sobre El Bosco en el Museo del Prado. Si no fuera por España, su arte habría desaparecido", señaló el embajador de Holanda, que aludió a los conflictos bélicos que, en el siglo pasado, devastaron su país.

Tras las intervenciones de Díaz Padrón y Matthijs van Bonzel, dos de los organizadores del congreso, Gijs Versteegen y Stijn Brussels, iniciaron las ponencias explicando la evolución del concepto de "magnificencia" desde la Antigüedad clásica hasta nuestros días. Acto seguido tomó la palabra la profesora Michèle Caroline Heck, de la Universidad Paul-Valéry Montpellier III, para impartir la conferencia inaugural: "Magnificency, between effect of power and power of effect". Una ponencia en la que Heck explicó que, durante el siglo XVII, la magnificencia alcanza mucha más complejidad que en otras épocas, abarcando conceptos más abstractos que avanzarán aspectos del Romanticismo.