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CÉSAR GARCÍA ANTUÑA | Cervecero

"Dejé la estabilidad de Hunosa para trabajar en imagen y acabé haciendo cerveza por 700 euros"

"Mis padres nos dieron a mi hermano y a mí una segunda oportunidad para estudiar después de haber fracasado"

César García Antuña, en el Museo del Ferrocarril de Gijón. ÁNGEL GONZÁLEZ

César García Antuña (El Entrego, 1974) y su socio vendieron la primera cerveza Caleya el 7 de julio de 2012 en la feria de Tolivia (Laviana), dos años después de imaginar el proyecto. Ahora, con un socio más, fabrican casi veinte tipos diferentes -entre ellas, Goma 2 y Mayuca- y producen 160.000 litros, cifra considerable para microcerveceros, pero pequeña para sus objetivos. Distribuyen por Asturias, León, Madrid, Barcelona País Vasco, Cantabria, Galicia y Mallorca.

- ¿Un largo camino hasta llegar a la cerveza?

-Sí. Estudié en el Instituto Virgen de Covadonga de El Entrego, hice FP de Electricidad en La Felguera, inicié Ingeniería Industrial en La Almunia de Doña Godina (Zaragoza), donde mi hermano Gonzaga, cinco años menor, hacía Agrícolas. Estuve dos años, fracasé, e hice un curso de Electromecánica Minera en el Bierzo (León).

- ¿Era inquieto?

-Sí, y mi hermano también. Era una búsqueda de la felicidad. Cuando empecé a tocar tres acordes de blues en la guitarra con 20 años sentí la maravilla.

- ¿Qué hacían sus padres?

-Mi madre, Elia Antuña Fernández, era asistente social y mi padre, Mario García Rozada, capataz del pozo Sotón. Nos dieron una segunda oportunidad para volver a estudiar.

- ¿Qué estudiaron?

-Cinematografía y Artes Audiovisuales, en el campus de Ponferrada, de 2001 a 2004. Gonzaga, nuestro amigo Silver y yo éramos aficionados al cine. Me gustaba el sonido, andaba en bandas y componía canciones para los cortos que hacíamos.

- ¿Ejerció?

-Poco. Cuando estaba trabajando de técnico de sonido en una obra de teatro en Zaragoza me llamaron para la entrevista de una plaza de electromecánico minero en Hunosa, fui y entré en el pozo Sotón en 2006. Era la estabilidad.

- ¿Cuánto le duró?

-Un par de años, hasta que me di cuenta de que la mina no me necesitaba ni yo a ella. Atendí la llamada de Gonzaga y Silver, que estaban en Mallorca trabajando en series de televisión para el canal IB3. Dejé Hunosa para hacer trabajos temporales hasta que llegó la crisis y aquello se acabó.

- ¿Cuándo llega la cerveza?

-Entonces. Nos acordamos de un amigo de la carrera, Enrique Cacicedo, que hacía la cerveza artesanal Dugalls, en Cantabria. No sabíamos qué era aquello. Fuimos a verlo. La probamos y me dije: "No sé si me gusta". Después de una noche entera bebiéndola, nos levantamos sin resaca y nos convencimos.

- ¿Y?

-Semillero de proyectos de Valnalón, información... Empezamos con un presupuesto de 60.000 euros. Teníamos algo ahorrado, aportaron en casa, pedimos al banco y cobramos subvención. Cuando montamos la primera fábrica en Rioseco, en una construcción para guardar tractores, habíamos gastado cuatro veces más sin saber cómo.

- ¿Pasaron miedo?

-Los peores y los mejores momentos de mi vida son los inicios de Caleya. Despertaba a las tres de la mañana empapado en sudor preguntándome quién me había mandado a mí salir de Hunosa y meterme en este lío. Gonzaga murió repentina y accidentalmente seis meses antes de empezar a trabajar en la fábrica. Silver y yo nos conjuramos en sacarla adelante por él. Empezamos poniéndonos unos sueldos de 700 euros durante casi tres años.

- ¿Cuánto cobran ahora?

-1.200 euros al mes. Vivimos muy bien. Trabajamos los tres socios y contratamos a la pareja de Silver a media jornada, para la contabilidad. No tengo el tiempo libre que me gustaría, pero vamos camino de una vida decente en jornada laboral y sueldo, para retomar la guitarra, el audiovisual y otras aficiones. Seguimos vivos después de siete años. El 95% de los proyectos mueren antes de cumplir cinco.

- ¿Cómo llegó el tercer socio?

-En 2015 cambiamos la maquinaria por otra más grande porque ya hacíamos cerveza todos los días. Y visitó la fábrica Carlos Agelvis, un venezolano que vivía en Puerto Rico y llevaba 30 años haciendo cerveza. Mantuvimos el contacto con él por correo porque sabía mucho y nos asesoraba. Un día nos dijo que venía para Asturias a montar una fábrica de cerveza y nos propuso que le hiciéramos cerveza los primeros meses mientras él montaba su fábrica. Le ofrecimos entrar en la sociedad y así crecimos. Desde 2017 estamos en Valnalón.

- ¿Cómo lleva sus 44 años?

-Con la sensación de que llego siempre el último a los sitios, pero antes de que cierre la puerta del bar. Estoy contento de cumplir años y de vivir la vida, donde no quiero quedar siempre.

- ¿Esta será su última profesión?

-Espero que sí, porque me gusta la cerveza, tiene mucho que aprender, conoces a mucha gente y estás en un ambiente de fiesta y alegría. Quiero estabilizar, parar un poco, dejar las mudanzas. Espero que me quede una más y sea la definitiva. Quiero echar raíces en Asturias y me veo viviendo en el campo.

Estrena relación con una moza, vive en Gijón en un piso de sus padres al que se mudó con una pareja anterior.

- No tiene tatuajes ni barba, ¿le caen bien los cerveceros?

-Tengo buena relación con toda la gente que tiene relación con el alcohol, me siento identificado.

- ¿La cerveza sigue estando de moda?

-El sector en el que estamos, el "craft beer", es muy minoritario y muy exigente y crece un 20% anual. Hay un consumidor, el "beer hunter", que sólo quiere probar novedades. La aplicación Untappd, que puntúa las cervezas, cambió todo y obliga a una continua innovación. Ahora se llevan afrutadas, aromáticas y lupuladas, zumos de cerveza. Está de moda la lata.

- ¿Asturias es buen sitio para hacer cerveza o tiene taras?

-Da igual, quizá con la ventaja de la calidad del agua. Queríamos hacer algo en la cuenca, aportar a la tierra en la que crecimos y aprovechar sus recursos.

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