La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

FRANCISCO VELASCO | Artista plástico

"Descubrí el color en las libretas escolares de mi madre; en Pelúgano todo era gris"

"En COU tenía encargos porque en Aller había dinero; no pude hacer Arquitectura ni Bellas Artes y fui profesor de EGB"

Francisco Velasco FERNANDO RODRÍGUEZ

Francisco Velasco (Pelúgano, Aller, 1955) expone en el Museo de Bellas Artes de Asturias "Litomorfologías: Almas Negras (III)" hasta el 31, con un resultado mucho mayor que la suma de litografía, papel y negro.

-Me prodigo poco aquí. Voy a bienales internacionales.

- ¿Cómo llegó a ese circuito?

-Hace doce años me admitieron en la trienal de Cracovia, la más importante de obra gráfica por cantidad y prestigio. Participan más de dos mil artistas y seleccionan a unos 120. Fue la respuesta del Este a la bienal de Venecia. He estado en las de Lieja, Brujas, Suecia, Finlandia y ahora estoy pendiente de China y Taiwán.

- ¿Y eso?

-Los chinos no tienen tradición de litografía ni de grabado, pero han comprado maquinaria y captado profesionales de altísimo nivel para que les enseñen. En Wang Lang habilitaron un poblado industrial y hay naves impresionantes con estudios para esto.

- ¿Se gana dinero?

-Los premios compensan algo y los gastos van a medias. La clave es el prestigio que dan los jurados internacionales. Tiene algo de examen. Vendí algo en Bélgica, poco, a precio alto por los impuestos y porque si lo pones bajo no te queda ni dinero ni obra.

- ¿De qué vive?

-Me jubilé de la enseñanza en el colegio de Trubia hace tres años.

- ¿Era lo que quería hacer?

-Me hubiera gustado hacer Arquitectura. Intenté Bellas Artes en Bilbao y para el ingreso había que hacer un dibujo de estatua, de lo que no tenía idea. Bernardo Sanjurjo me dejó ir a Artes y Oficios a dibujar estatuas. No me presenté en Bilbao, acabé haciendo Arquitectura de Interiores y me fue útil todo su dibujo técnico.

- ¿El arte le llega de la niñez?

-Mi madre dibujaba y en sus libretas escolares descubrí el color como forma de expresión gráfica. En mi pueblo minero -mi padre era vigilante de mina- en una meseta preciosa en la media montaña de Aller, todo era gris: la vida, el entorno, la ropa... Me encantaba el color del anuncio de Coca-Cola y comprar tebeos en el kiosco de la estación de Mieres cuando acompañaba a mi madre a hacer compras como el varón mayor de los 8 hijos que tuvo.

- ¿Cómo aprendió a pintar?

-Soy autodidacta. Copié de un fascículo "El hombre del yelmo de oro", de Rembrandt. Lo vi hace años en Viena y no tiene nada que ver con mi copia anaranjada.

- ¿Qué técnica usaba?

-Empecé con óleo. En COU tenía encargos. En la zona había dinero y me mandaban hacer un cuadro de la casa cuando la arreglaban. Hice una piscifactoría y el paisano no me quería pagar porque no se veían las truchas, lo que era imposible en un plano general. Hice murales para bares...

- ¿Cómo llegó al magisterio?

-Me matriculé en Historia, pero un amigo me avisó de la nueva carrera de tres años, profesor de EGB, para la que habría trabajo inmediato. En primero de Magisterio el profesor de Dibujo nos mandó copiar lo que teníamos delante. Hice una acuarela hiperrealista de la pared y la pizarra. Me puso matrícula de honor y me ofreció no volver. Me presenté a la primera oposición porque necesitaba un trabajo enseguida.

- ¿Por qué?

-Me casé a los 22 años. Vivía del arte, vendí una exposición en Nogal, pero mi mujer quedó embarazada, no tenía seguro y no existía la figura del autónomo. Acabé en la oficina del director del INP diciéndole que podía pagar un seguro, pero que no tenía cómo. Siempre le agradeceré que me dio una tarjeta que escribió por atrás y me dijo: "Si en el ambulatorio y en el hospital alguien le dice algo, enseñe la tarjeta".

- Tienen un hijo.

-Miguel, tiene 41 años y es ingeniero en Fertiberia. Casi deja la carrera para ser ciclista. Era compañero de Chechu Rubiera.

- ¿Cómo llegó a la litografía?

-En 1988 hice un curso de grabado en Oviedo y otro en La Coruña. En Barcelona vi hacer una litografía a Walter Dhomen. Cogió una piedra litográfica, hizo unos garabatos, los borró, entintó y empezó a subir el dibujo. Me deslumbró la técnica, que es muy pictórica. Es muy compleja. Puede llevar 8 o 10 años de aprendizaje: son muchos procesos, todos manuales y llenos de imprevistos. Mi mujer, María del Mar Díaz, que pasó la infancia y hasta que nos casamos en Bélgica, me animó a ir a un lugar único en el mundo, dedicado a las artes gráficas, que parte del taller de un gran litógrafo que adquirió el Estado. Hay una pequeña urbanización en la que te dan vivienda para ir con la familia. Me admitieron y acabé yendo trece veranos.

- Usted reivindicó la litografía Viña en Gijón.

-La primera vez que fui, Robustiano Viña, que la tenía abandonada, no me hizo caso. Volví con trabajo de litografía hecho, me preguntó si era de Oviedo, contesté que no y me dejó pasar. Era encantador, pero no soportaba Oviedo. Debajo de una tonelada de palés había una pequeña prensa y todas las piedras en estado puro y bruto. Cuando iba a cerrar intenté recuperar Viña, que tenía toda la secuencia gráfica de la litografía al offset. Mi mujer hizo la tesis sobre ella y convencimos al Ayuntamiento para hacer una carpeta con once artistas plásticos y el fotógrafo Ferrero.

- Dejó la pintura.

-Sí. La obra gráfica me sacaba y me permitía participar fuera y aquí me ahogaba. Quizás haga acuarela, que es espontánea, pero no volveré al óleo.

- ¿Le gustó ser profesor?

-Disfruté muchísimo cuando ejercí mi especialidad. Hice un proyecto de enseñanza del arte, cuando se enseñaba, dividiéndola en tres cursos: en primero, el color; en segundo, la forma, y en tercero, el espacio. Me dijeron que quizá 15 años más adelante se podría aplicar. La base era de la Bauhaus de los años veinte.

- Mercado del arte.

-Las galerías están más muertas de lo que dicen. Pocas tienen clientes y quieren vivir del artista, con comisiones del 40 y el 50%. Las multinacionales apuestan por artistas, pero los sangran.

- ¿Por qué sigue?

-No sé. Es una necesidad, una satisfacción... si no, ¿qué hago?

Compartir el artículo

stats