La primera vez que me hablaron de BlaBlaCar fue hace tres años. BlaBlaCarPor motivos personales me veía obligado a viajar una vez al mes a Castilla la Mancha. Seis horas de coche desde Asturias en la más estricta soledad y con el consiguiente gasto de gasolina, coche y peajes que largo trayecto suponía. No tenía alternativa en transporte público si no quería pasar casi todo el día viajando para cubrir un viaje que en coche se hacía en seis horas así que me animé a probar eso que tanto se hablaba por aquel entonces en todos los medios y que se había dado en llamar "la economía colaborativa". Siempre he sido una persona muy extrovertida, no me costaba mucho entablar conversación (es básico si te dedicas al periodismo) pero, ¿llevar en mi coche a gente desconocida? Los miedos y las inseguridades con las que recogí a mis dos primeras pasajeras en la estación de trenes de Oviedo en abril de aquel ya lejano 2016 se disiparon a la media hora de haber iniciado la marcha y nunca más volvieron.

He de reconocer que no recuerdo mucho de aquel primer viaje. Sólo se que eran dos chicas jóvenes y que el trayecto fue ameno. Tanto que 15 días después repetí. Había conseguido compartir gastos y el viaje me había salido mucho más barato que de costumbre. El segundo viaje fue incluso más agradable que el primero. A ello contribuyó en buena medida que coincidí con una excompañera de la facultad a la que hacía años que no veía y que se sorprendió al verme como conductor que ofertaba el viaje. Nos pusimos al día durante cuatro horas juntos en el coche y me di cuenta de que no era el único que usaba la aplicación en mi entorno.

El tercer viaje fue el más "masculino" de todos. Íbamos cuatro chicos (Roberto, dos Alejandros y yo). Y claro: todos de Gijón y todos entre los 30 y los 40 años acabamos conociendo a gente en común. Los tres contribuyeron tras el trayecto a que me labrara una buena reputación en BlaBlaCar. una buena reputación en BlaBlaCar.Y es que ese es otro de los secretos de esta red. Cuanta más gente llevas más posibilidades tienes de llevar a nuevos pasajeros. Al final de cada trayecto son ellos los que deben puntuar. Tres "geniales" (la nota máxima) me cayeron después de aquel Gijón - Madrid que hizo que mucha gente más se fijara en mi como conductor.

Poco después, ya en septiembre, tuve la oportunidad hasta de aprender inglés. Una chica de 18 años de origen japonés residente en Cuenca que había venido a vivir a España para aprender nuestro idioma me dio la oportunidad de que dividiéramos el viaje en dos: la mitad hablaríamos en inglés para que yo pudiera practicar y la otra mitad lo haríamos en castellano. Así además de llegar a nuestro destino estaríamos practicando.

Y a partir de ahí las anécdotas se acumulan en mi cabeza pero todas tienen un denominador común. Gracias a BlaBlaCar confirmé aquello que me decían en la carrera de que todo el mundo tiene una historia que contar. Recuerdo un funcionario gijonés casado con una asturiana y con una hija de 18 años que a sus 40 y muchos se había enamorado de un chico de Nueva York por internet y había reservado mi viaje para que le acercar a Barajas a iniciar su nueva vida, a una mujer de más de 50 de la iglesia evangélica que no estaba del todo cómoda con la homosexualidad pero con la que pude tener un debate más que enriquecedor y respetuoso (espero que para ambas partes), a un profesor de un conocido colegio de Gijón con el que una chica de 20 años y yo hablamos del futuro de la educación durante horas, una monja a la que aún le debo un reportaje sobre su trabajo como voluntaria, dos psiquiatras que habían aprovechado que una tercera compañera contraria a BlablaCar no viajaba ese fin de semana al máster de Madrid para probar la aplicación, un joven que acabó reconociéndome como el autor de un reportaje en el que había salido su padre€ Cientos de historias de todo tipo de gente y con todo tipo de trabajos.

Y es que otra de las cosas que aprendí es que a veces no es sólo cuestión de abaratar el viaje (las tasas de la aplicación son cada vez mayores y eso encarece el trayecto para el cabreo de muchos). También es el modo en el que quieres viajar. No en vano uno se va haciendo ya hasta una agenda: gente que ha viajado contigo y si vuelve a coincidir te ofrece un nuevo viaje. Y es que entre mis pasajeros no había sólo estudiantes. Ni mucho menos. De hecho lo que más he llevado han sido agentes del Cuerpo Nacional de Policía y de la Guardia Civil asturianos destinados en Madrid (lo que por supuesto me dio mucha seguridad). Recuerdo una mujer de 76 años con un alto puesto en el Ministerio de Trabajo que nada más recogerla en El Molinón admitio que me sorprendiera por su edad. "Escuché una vez por la radio que lo hacía Juanjo Millás (el escritor) que tiene dos años más que yo y pensé que si él podía yo también", me dijo. Aquel día viajábamos nosotros dos con un chaval de 20 años. Tres generaciones en mismo coche compartiendo experiencias y por supuesto prometiendo que seguiríamos en contacto (no, eso casi nunca se cumple). "Es uno de los mejores viajes que he hecho", me reconoció uno de ellos en las opiniones poco después en un gesto que le agradezco infinito.

Viajando con gente tan diferente uno aprende incluso a huir de tópicos. No se me olvidará nunca le viaje en el que tenía como copiloto un gitano y en el asiento trasero un policía. "Parecemos un chiste, tenemos hasta un periodista para contarlo", llegaron a confesar. He de reconocer que se pasaron todo el viaje hablando. De maneras de ganarse la vida, de lo legal, de lo ilegal€ Tantas conversaciones diferentes llevando a más de cien personas como reportajes se me ocurrieron después. Uno de los trayectos más emotivos fue el que hice desde Madrid a Gijón con dos chicos venezolanos de unos 20 años. Él y ella no se soltaron la mano en todo el trayecto. Huían de su país buscando un futuro mejor. Él había llegado meses antes y ya trabajaba como cocinero en una sidrería pero ahora se había atrevido a dar el paso ella. Me pasé varias semanas mandándole todas las ofertas de trabajo que encontraba. Espero que haya tenido suerte. Como Ana (nombre ficticio) la chica que buscaba trabajo después de haber superado la anorexia y la bulimia y que tenía muchas ganas de empezar una nueva vida.

Pero, eso sí, también tengo que reconocer que no todo es de color de rosa. Como en todo también hay gente que se aprovecha y que cree que por 20 euros tiene un taxi que le recoge en la calle que quiere en Gijón y le deja en la calle que elige en Madrid. Y no, eso no es así. Se trata de colaborar no de trabajar. Por eso es importante llegar a acuerdos.

Ahora el objetivo es seguir sumando recuerdos y experiencias. Algo me dice que pronto dejaré de viajar pero esas más de 100 personas a buen seguro me habrán aportado algo más que un momento compartido.