José Benito González, escritor y periodista gallego con fuertes vínculos con Asturias, es el autor de "El incógnito Rafael Sánchez Ferlosio", una biografía del fallecido escritor, publicada en 2017.
- ¿Por qué Ferlosio?
-Porque los personajes que me atraen son los personajes raros. Algunos dicen "malditos", pero eso me aburre un poco. Ferlosio -como también Leopoldo María Panero, al que también dediqué una biografía, o Juan Benet, sobre el que estoy trabajando ahora- era un personaje raro, muy asocial, al margen de la vida literaria. Detestaba "El Jarama" porque le aburría el papel del literato. No lo soportaba, y se encerró en sí mismo. Eso me atrae, la gente que se sale de la norma.
- Sitúelo.
-Era un referente absoluto, estoy cada vez más convencido y el tiempo lo dirá. Ha muerto, pero su gloria persiste. Era el escritor en lengua española vivo más importante que teníamos en este país, es así. Tenía una prosa sublime, inalcanzable, himaláyica para muchos. Tiene ensayos imposibles de leer. Un hombre de cultura extraordinaria que sabía de todo lo imaginable. Junto con Benet, son las dos prosas más brillantes que hemos gozado en la literatura española. Espero que en todos los Institutos Cervantes pongan un crespón negro.
- ¿Se le valora lo suficiente?
-Es el problema de los dos, de Benet y de Ferlosio. Son grandes autores, dos portentos de la literatura, pero sin grandes lectores. No son autores de masas. Entre otras cosas porque la alta literatura sigue siendo para minorías, no así los "best sellers". Hablamos de dos autores muy, muy difíciles de leer. Pero a medida que pasen los años nos daremos cuenta de que estamos ante dos clásicos que han renovado la literatura española: Benet la hizo más europea, y Ferlosio le pegó un zurriagazo al realismo social que lo dejó temblando.
- ¿Tuvo mucha influencia sobre su formación y su obra su padre, Rafael Sánchez Mazas?
-Indudablemente. Todo el mundo piensa que detestaba a su padre, pero le tenía una admiración tremenda. Cuando Sánchez Ferlosio escribía "Alfanhuí", su padre estaba con "La nueva vida de Pedrito de Andía" y los dos se intercambiaban los textos. Sánchez Mazas confiaba mucho en su hijo para que revisase sus textos, y Rafael le dedicó muchos elogios a su padre.
