Una jubilosa y victoriosa Netta Barzilai, subía al escenario de la pasada edición en Lisboa para recoger el premio que la hacía ganadora, y entre frases de agradecimiento, añadía: “nos vemos en Jerusalem”. Aquel comentario marcaría el inicio de una serie de conflictos geopolíticos en torno a la ubicación de la sede de Eurovisión 2019 . (No es la única controversia política del festival, aquí puedes leer más).

El propio Benjamin Nentanyahu, presidente de Israel, pocos días después de la victoria de Netta, afirmaba en su cuenta de Twitter: “El próximo año nos veremos en Jerusalem”. Se abría una guerra entre el estado de Israel por querer emplazar el festival en Jersusalem (Israel lleva muchos años luchando para que la comunidad internacional la reconozca como su capital) y la Unión Europea de Radiodifusión (UER), que aboga por la imparcialidad del certamen, considerando Tel Aviv la ciudad idónea para su emplazamiento.

Tras varios meses de tira y afloja en el que la UER llegó a prohibir a la KAN (radiodifusora israelita) que el festival se emplazase en Jerusalem, en septiembre del pasado año, se confirma Tel Aviv como sede de la 64ª edición del Festival de Eurovisión, aliviando las discrepancias entre el estado de Israel y la UER. (Lee aquí ¿Qué es el "Big five" de Eurovisión y por qué España forma parte de él?)

Sin embargo, los meses siguientes no fueron menos alentadores en cuanto a polémica se refiere. Muchos artistas, plataformas solidarias y ciudadanos de diversos países mostraron su repudia e incluso platearon boicotear el festival al considerar a Israel indigno de celebrar un acontecimiento en el que se viesen implicados los países Europeos. Manifestaban que, haciendo el festival en dicho estado, se hacían cómplices de la opresión al pueblo palestino, como ejemplo claro de violación de los Derechos Humanos.

En el Reino Unido, medio centenar de artistas (entre los que se encontraban, el músico Peter Gabriel, la actriz Julie Christie o el director de cine Ken Loach) emitían una carta a la BBC (Corporación de Radiodifusión Británica) en la que se les pedía el boicot a su participación en el festival. A pesar de las presiones, la cadena británica se mantuvo intacta a la decisión de representar al Reino Unido en Tel Aviv. Por su parte, la UER manifestó la neutralidad de este evento al tratarse de una acontecimiento audiovisual musical y no político.

Casos similares han sucedido en otros países como Australia, Portugal, Islandia, Suecia o Irlanda, donde el ganador del festival en 1994, Charlie McGettigan pidió el boicot a RTÉ. Como respuesta, la cadena de televisión declinó la oferta de boicot. Según el vice primer ministro Simon Coveney, esta opción solo hubiese servido para agravar más las tensiones políticas sin que el pueblo palestino se viese beneficiado de alguna manera.

Durante la gala de Operación Triunfo en la que se decidía la representación española, miembros y simpatizantes de la plataforma “Boicot, desinversiones y sanciones contra Israel” se manifestaban con el fin de promover el boicot al festival. En el programa “Destination Eurovision”, en el que se elegía la canción francesa para Eurovisión, varios espontáneos irrumpieron en el escenario con carteles que instaban un llamamiento a boicotear el certamen.

También el grupo representante de Islandia ha sembrado la polémica. La peculiar banda “Hatari”, que apuesta por un arriesgado tema electro punk en el que la puesta en escena lleva estética de prácticas sadomasoquistas, se mostró solidario con el pueblo palestino desde el primer momento. Y hay más: según declaraciones, los artistas asistirán al certamen llevando su mensaje de condena a la opresión al pueblo palestino y su actuación servirá como crítica a las políticas llevadas a cabo por el estado de Israel. Provocación o no, la UER condenaría cualquier insinuación de carácter político así como cualquier mensaje de esta índole. Eurovisión es un festival musical y no político.