Su trabajo en favor de las víctimas de abusos sexuales por parte de sacerdotes "le ha costado la vida". Al menos, ésta es la tesis que ayer sostuvo el arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, quien vinculó la muerte del asturiano Juan Antonio Menéndez Fernández, obispo de Astorga, con los padecimientos anímicos derivados de las dos misiones que tenía encomendadas -muy principalmente la pederastia, pero también la atención a los inmigrantes por la Conferencia Episcopal Española.

"No rehuyó la cruz que supuso su entrega, por más que esto haya pagado el alto precio de un desgaste y sufrimiento que le ha costado la vida", subrayó Sanz Montes en la homilía del funeral por Juan Antonio Menéndez, fallecido de forma súbita el pasado miércoles en su despacho del Obispado maragato, a la edad de 62 años.

Ayer, la catedral astorgana acogió una ceremonia de despedida a la que acudieron la plana mayor de los obispos españoles, cerca de 300 sacerdotes y varios centenares de feligreses apretujados en un templo a la antigua usanza: con el coro y el órgano ocupando la mayor parte de la nave central. Los testimonios sobre el fallecido eran coincidentes en lo esencial: humilde, cariñoso, transparente, entregado a Dios y a las personas.

En su calidad de arzobispo metropolitano -la diócesis de Astorga forma parte de la provincia eclesiástica con cabecera en Oviedo-, Jesús Sanz pronunció una larga homilía en la que se mostró tan categórico como acostumbra: "No pocas veces hablábamos por teléfono y me pedía oraciones, ánimo y cercanía fraterna cuando arreciaban persecuciones bien organizadas con estrategias calculadas".

Sanz Montes abundó en su análisis de la tarea del sacerdote nacido en Villamanín de Salcedo (Grado) en los tres años y medio que ejerció como obispo en la diócesis de Astorga (anteriormente había sido obispo auxiliar de Oviedo durante dos años y medio). Siempre con la pederastia como telón de fondo: "Sufrió enormemente con toda una serie de situaciones heredadas que intentó abordar con mesura, prudencia y tacto. No siempre obtuvo el beneplácito del respeto por parte de algunas personas y de algunos medios de comunicación, dejando en él la huella del sufrimiento que cristianamente asumió con entereza y paciencia", señaló el arzobispo de Oviedo, tan visiblemente emocionado que en algunos pasajes de su discurso tuvo que pararse y tragar saliva. Sanz Montes agregó que "casos concretos de sacerdotes descentrados y extraviados, que hicieron daño a personas inocentes víctimas de sus desvaríos, le llegaron a herir en su entraña de pastor y en su responsabilidad de obispo que, no obstante, él vivió con actitud evangélica y obediencia eclesial".

A las seis de la tarde se inició la misa de funeral por el obispo asturiano Juan Antonio Menéndez. A la catedral de Astorga llegó el cortejo fúnebre desde la capilla ardiente, emplazada en el Seminario. La comitiva dio un rodeo que la hizo discurrir por la calle dedicada al renombrado poeta Leopoldo Panero. Sol, viento y lluvia: no faltó casi de nada en la jornada de despedida de un cura asturiano que falleció muy pocas horas después de ser informado de la muerte de otro sacerdote, amigo y de su misma promoción, Herminio González Llaca, párroco de San Lorenzo (Gijón). Este doble óbito ha causado una honda conmoción en las filas de la Iglesia asturiana.

El cardenal Carlos Osoro, actual arzobispo de Madrid, destacó que Juan Antonio Menéndez "era un hombre de corazón grande". "Fue el hombre de mi confianza, como vicario general, durante los siete años que estuve en Asturias", enfatizó. El también cardenal Antonio Cañizares, arzobispo de Valencia y vicepresidente de la Conferencia Episcopal Española, hizo hincapié en que el fallecido "fue una persona entregada que se desvivió por todos y llevó la Iglesia muy dentro". "Dio su vida y su vida ha sido muy fecunda", apostilló Cañizares.

A Juan Antonio Menéndez no le gustaba figurar. Quizá se habría planteado reposar en un rincón de un cementerio próximo a su lugar de origen. Pero desde ayer descansa en una lugar de excepción: una capilla anexa al altar mayor de una catedral gótica que comenzó comenzó a edificarse por esa parte, por la cabecera, en 1471.