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Un gran relato que se asesinó a sí mismo, por Manuel Ibáñez

La temporada de cierre de la saga, el evento televisivo de la década, casi terminó como un insulto a sus más fieles espectadores

Un gran relato que se asesinó a sí mismo, por Manuel Ibáñez

"Juego de tronos" ha marcado desde su debut, allá por la primavera de 2011, el calendario seriéfilo de cualquier amante de este género audiovisual. Conspiraciones políticas y maquiavélicos planes de guerras se entrelazaban con historias fantásticas en un cóctel de intriga con tramas cocinadas a fuego lento bajo el guion de las novelas de George R. R. Martin. Ese giro de las tramas, esas muertes inesperadas que condicionaban el devenir de la ficción y tiraban por tierra todas las teorías de los fans desaparecieron del mapa en cuanto la serie adelantó a los libros y los creadores tuvieron que finalizar ellos solos una obra tan grande como compleja.

La octava y última temporada era el evento más importante para muchos de esta última década. Una conclusión, sin embargo, que solo ha generado rechazo y desesperación entre los seguidores más puristas por esa torpeza para cerrar tramas importantes como la de los propios caminantes blancos. D. B. Weiss y David Benioff, los creadores de esta ficción para televisión, nos prometieron "la batalla más espectacular de la historia de la televisión" y su regalo solo fue un capítulo oscuro y caótico con un cierre infantil e inesperado que ponía punto y final a una historia tan enigmática como la del rey de la Noche. A partir de ahí, todo fue a peor. ¿Dónde están las muertes que dejan boquiabierto?, ¿y la épica que tanto tiempo se llevaba gestando?

Un inesperado giro del destino transformó a Daenerys en la digna heredera de su padre y regaló a los espectadores una agradable sorpresa al arrasar a lomos de su dragón una ciudad plagada de inocentes. Una agradable locura que parecía prometer un cierre al más puro estilo "Juego de tronos" en el último episodio. Nada más lejos. La locura de la reina tirana se silenció con una simple cuchillada y el destino de los Siete Reinos se vio reducido a una reunión en la que todos "los buenos" ganan.

La falta de intriga o secretos supone un insulto a un espectador al que se lo han dado todo lo más sencillo y edulcorado posible para no enfadar a una supuesta masa ansiosa de finales felices. Personajes del nivel de Cersei han sido maltratados con un destino romántico que poco acompaña a la oscura y calculadora reina que nos ha a tenido con el corazón en un puño los últimos años. Hace dos años, cuando la temporada siete llegó a su fin, la audiencia dejó claro que las prisas no son buenas y que la serie estaba yendo demasiado rápido. Los creadores hicieron oídos sordos a estas quejas.

Nadie podría haberse imaginado durante la temporada tres o cuatro un cierre tan decepcionante de una serie que lo tenía todo. En aquel momento el espectador podía encontrarse con dos capítulos decepcionantes y un episodio nueve (habitualmente el mejor de cada año) que desencajase la mandíbula e invitase a seguir deseando más historias de Poniente.

No obstante, hay una cierta ironía en una conlusión agridulce que como ya prometieron los actores en incontables entrevistas no iba a gustar a todo el mundo. "Juego de tronos" sí que nos ha sorprendido al final con una de esas muertes tan características e inesperadas: la suya propia.

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