El director teatral Peter Brook. Le cuesta caminar, pero cada paso es una reanimación de los sueños de aquel niño que con solo diez años "y voz de pito" protagonizó un teatrillo para sus padres: "Hamlet de Shakespeare y de Peter Brook". Porque Brook, con 94 años, tiene mucho de crío. Lo reconoció ayer en el odeón avilesino, donde mantuvo una conversación de aproximadamente media hora con el actor extremeño Antonio Gil. La energía la encuentra en el silencio, y en las preguntas sin respuesta: "Ese 'necesito saber más' es lo que aporta lo mejor de nosotros, y no se debe razonar la necesidad". Y así es la obra del Premio "Princesa de Asturias" de las Artes 2019, una sucesión de preguntas y de secretos.

Este director que fantaseó con ser periodista -más aún, corresponsal en el extranjero-, diplomático y también espía en misiones secretas fuera de su territorio siempre tuvo claro que lo suyo no era interpretar. "Descubrí que era el peor actor, expresó mientras hilvanaba los hilos de su vida. Hijo de rusos y de un padre revolucionario, Brook pensó en unirse al Partido Comunista.

"Oí hablar de la revolución rusa, escribo y leo ruso... Y así descubrí que tenía un primo que vivía en Moscú y que era director en un teatro. Fue discípulo de Meyerhold. Así llegue a él. Ahora siento que en el teatro, como en la filosofía con Sócrates, tenemos un mártir: Vsévolod Meyerhold, y pronunciar su nombre es una forma de tenerlo aquí", sentenció de el director con el teatro a rebosar.

Y Brook tiene también mucho de Meyerhold en "Why?", que se estrenó hace escasos días en el taller de la Fábrica de Armas. ¿Por qué este lugar? "Porque deja sentir que tiene vida o puede adquirir su personalidad. Porque es como una alfombra vieja, que es un pequeño trozo del mundo", señaló. Y es que Brook usa a menudo una alfombra como lugar de ensayo. Fuera de ella, está su vida; dentro, su trabajo.

En el teatro Palacio Valdés de Avilés Brook fue director y, sobre todo, un ser humano sobre una pequeña alfombra en la que descansaba su butacón. Defendió un teatro hecho por actores, humanizado. Definió a los directores, a su vez, como guías, personas que han explorado el terrero para indicar la dirección. "Es justo la persona que dice 'es por ese lado', y así se llega a un proceso compartido de ensayo y error", añadió. También tuvo tiempo para dar algún consejo a los padres, los profesores... "Está la idea de lo bueno y lo malo, lo correcto y lo incorrecto... La verdadera pregunta es la que se siente, porque cuanto más se avanza más grande se hace", manifestó este británico considerado el mejor director teatro del siglo XX y uno de los grandes renovadores del teatro contemporáneo, que también ha dirigido ópera y cine y ha trabajado en escenarios de todo el mundo.

Brook respondió también en el Palacio Valdés a dos preguntas del público seleccionadas entre varias introducidas en una urna; o mejor dicho, a una, porque la otra no la consideró apropiada después de media hora explicando el por qué de muchos porqués. Y es que iba de "Why?", de respuestas y de preguntas de la humanidad.

La segunda fue sobre qué busca en un actor. Y ahí se explayó. "Se trata de que sienta las palabras. La personalidad se puede considerar el exterior, el ego. Pero luego está la persona dentro de la personalidad". Y esto le llevó a hablar de Shakespeare: "El milagro es que hemos intentado saber quién es Shakespeare y es algo que no entenderemos. En sus obras hay seres humanos, seres humanos por y para seres humanos", defendió este hombre que a sus 94 años continúa espiando la vida, bailando palabras como un periodista, respondiendo con diplomacia a preguntas que prefiere sin respuesta y jugando al teatrillo con la misma ilusión que lo hizo con diez años ante sus padres. Aquel día fue "Hamlet". Hoy es "Why?", la historia de un hombre que en "Hilos de tiempo" sentenció: "Siempre he recelado de cualquier credo, de cualquier convicción, de cualquier programa que ignore las contradicciones." Avilés le despidió con más aplausos. Él lanzó más besos.