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La hermana pequeña

La fotogénica segundogénita descubre qué es tener una hermana Princesa en unos tiempos en los que las niñas quieren ser infantas

De la familia que nos visita todos los otoños vienen este año a Oviedo papá, mamá y las nenas. Bueno, y la abuela, que viaja por su cuenta porque le gustan mucho los conciertos de música clásica y el palco del Campoamor cuando hay un príncipe o una princesa en el escenario.

Las nenas son lo que cabe esperar. Muy monas -como dijo su madre hace años, cuando eran pequeñas- y muy ricas, como dice cualquiera ante dos niñas educadas, que sonríen y saludan a los mayores. Buenas crías.

La pequeña de casa, perdón, de palacio se llama Sofía, como la abuela, pero hay que tratarla de alteza, como a la hermana y, hace años, a las tías Elena y Cristina. En sus 12 años Sofía lleva dos sacramentos y seis cursos de Primaria. Acaba de empezar Primero de la ESO en Nuestra Señora de los Rosales, un cole privado de enseñanza laica y mixta en el barrio de Aravaca, muy cerca de la Zarzuela, donde papá hizo Primaria.

Hasta ahí todo es normal. Como cualquier niño sano y con una familia estructurada, casi todo lo que le pasa a Sofía es que no le pasa nada, pero está descubriendo lo que tiene de rareza estadística su situación.

Hay tan pocos niños que sean hijos de un rey y de una reina que ella es una de los dos casos que se han dado en España en el siglo XXI. Cuando sucede algo tan excepcional, los niños y las gentes sencillas, creyendo lo que nos dicen los cuentos, pensamos que eso te convierte en princesa.

-Pues no. Es infanta.

-¿Pero hay una princesa?

-Sí, pero es su hermana Leonor.

-¿Por qué le pasa eso?

-Por segundogénita. En las familias reales, a las que todo les viene de nacimiento, la diferencia entre el primogénito y el segundogénito les marca mucho. Mira a Juan Carlos I, el segundogénito.

-¡Pero ella no puede evitar ser segundogénita!

-¡Aaaah!, haber nacido antes.

Por esa diferencia de poco tiempo la segundogénita es Infanta y se va a perder tener que dar el discurso del viernes, la formación militar y un montón de planazos en los que lo más que puede pasar es que un paracaidista se la dé contra una farola. Se ahorrará estrechar a pie firme miles de manos de compromiso y, si quiere, no tendrá ni que jurar la Constitución que consagra el oficio familiar.

Hasta ahora, los Reyes han educado a sus hijas juntas y de forma parecida, pero cada día que pasa aumentan las diferencias entre Leonor y Sofía, y el discurso del viernes en el teatro Campoamor durante la entrega de los premios "Princesa de Asturias" es fundacional (no solo de la Fundación) y consuma un después.

Eso no impide que la Infanta Sofía pueda reinar en los corazones de las abuelas actuales y -esperemos que no- de los toreros del futuro o de los gomosos correspondientes por proximidad social.

En Asturias, que lleva el nombre en el título de heredera del trono, la Infanta Sofía será una princesa para muchos porque esta región es la santa sede de la religión "el buenu ye'l hermanu", en este caso, "la buena ye la hermana", que mira hacia el menos afortunado de la familia.

Pero es que es afortunada. En la ideología de "la generación Sofía" las niñas, pese a los esfuerzos ideológicos y económicos de Disney Corporation, no quieren ser princesas, algo lleno de cosas que dan la chapa, quieren ser populares y queridas como infantas, por el mismo hecho de ser. Aprobación extrema, responsabilidad nula.

Además, para los que miden y pesan la vida en instagramos, la Infanta tiene una fotogenia irresistible. En los miles de fotos de la familia apenas aparecen retratos de ella sola y cuando lo está no son fotos exentas, siempre sale alguien de protocolo por detrás o un codo familiar por delante. Pero eso no le impide ser una reina absolutista, con pleno poder, para las cámaras fotográficas, televisivas y telefónicas. Tan difícil como encontrar una fotografía en la que esté sola es hallar una imagen en la que se vea a alguien que no sea ella, por muy poblada que esté la imagen. Le beneficia que es una pequeña grande, que tiene una sonrisa llena de paletos y una mirada y una actitud natural que la alejan de la pavisosez institucional.

Si creciera como es y fuera lo que parece sería genial que siguiera su destino Borbón con un regreso a lo Ortiz, a lo Rocasolano, a lo Álvarez del Valle, a lo Rodríguez, entendiendo con eso que trabajase por su esfuerzo y se casase y divorciase con quien quisiera, pero con un rey solo cada mil años.

Aun así, Sofía de Borbón y Ortiz es la segunda en la línea sucesoria. Algunos españoles justos y benéficos desean que ni Leonor ni Sofía tengan que suceder a su padre y todas las gentes de buen corazón hacen preces para que la Infanta nunca tenga que suceder a su hermana.

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