El teatro le debe mucho a Peter Brook, premio Princesa de Asturias de las Artes, y los alumnos de varias escuelas superiores de arte dramático se lo reconocieron ayer en la fábrica de La Vega hablándole en su lenguaje. Cerca de medio centenar de actores y actrices protagonizaron una obra coral, creada por las distintas escuelas -de Galicia, Cáceres, Sevilla, Murcia, Canarias, Baleares, Córdoba y Asturias- con la mirada puesta en el dramaturgo. El propio Brook, que llegó al teatro acompañado por su hijo Simon Brook y fue recibido con una cálida ovación, se declaraba "sin palabras" (así, en castellano) una vez terminada la actuación, que era un sentido homenaje a su obra y a su aportación al género.

Para la obra teatral, creada para la ocasión, se buscó un leitmotiv, un recorrido antropológico por el ser humano, en cuatro etapas: nacimiento, adolescencia, vida y muerte. En cada uno de ellos, se homenajeaba a una faceta del teatro de Brook: el teatro sagrado, el teatro tosco, el teatro inmediato y el teatro que hace visible lo invisible.

La obra, dirigida y coordinada por Paco Pardo y Carmen Sandoval, comenzó con teatro gestual, muy cercano a la danza, continuó con un musical, se dedicó después a la dirección (el teatro dentro del teatro o consciente de sí mismo) con una pieza en la que las actrices se revelaban contra el sufrimiento de la protagonista impuesto por el argumento, y culminó con una pieza basada en textos. Entre unas piezas y otras, para enlazarlas, hubo lo que Pardo denominó "enlaces brookianos; si una persona camina y otra ve cómo camina ya se produce el hecho teatral", citó el director.

La última pieza comenzó con dos versos de Miguel Hernández: "Hoy no queda en el cielo/ ni un remanso de azul", que parecía acomodarse al tiempo encapotado y la lluvia que golpeó durante casi toda la función el tejado de la nave. Actores y actrices pusieron voz a versos de Jaime Gil de Biedma, Blas de Otero, Francisco de Quevedo, Lope de Vega o Antonio Machado y, para finalizar, sonó la nana "Duérmete fiu del alma", que cantó una actriz arropada por todo el reparto hasta que quedó solo un hilo de voz para poner el punto final a la obra.

La representación fue recibida con una sonora ovación, a la que se sumó con entusiasmo el propio Peter Brook, que se puso en pie para lanzarles besos a actores y actrices, y, posteriormente, se sentó junto a ellos para compartir el momento. Celebró la "unidad de tantas personas" en la obra, y la calificó con un rotundo "bravo".

Las palabras casi no hicieron falta en este final de fiesta. Peter Brook y los protagonistas de la obra compartieron un aplauso coreografiado a propuesta del propio dramaturgo. Finalmente, el flamante premio Princesa de Asturias de las artes se levantó para irse y se vio obligado a volverse para saludar con entusiasmo cuando iba camino de la puerta, porque todo el reparto de la obra estaba coreando "Peter, Peter" con entusiasmo. Muchos actores y actrices lloraban emocionados tras la experiencia, que ha demostrado ser única para todos.