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Astérix es Scalectrix

"La hija de Vercingetórix", el nuevo álbum rancio del viejo galo, se centra en la adolescencia

René Goscinny y Albert Uderzo improvisaron Astérix hace 60 años.

Goscinny fue uno de los mejores humoristas de su tiempo, al que ceñiremos a Europa porque fue donde triunfó como pareja artística, además de con Uderzo, de un genio vivo, Sempé ("El pequeño Nicolás"); de Morris, a quien escribió los mejores argumentos de "Lucky Lucke" y de Tabary, con el que creó "Iznogud". Murió hace 42 años.

Uderzo fue un gran dibujante, sobre todo de humor, en una Europa con genios en ese arte como Franquin (Gastón el Gafe) y triunfadores como Peyo (Los Pitufos). Tiene 92 años.

Astérix alcanza su álbum trigésimo octavo con "La hija de Vercingétorix". Goscinny firmó 24. Uderzo, otros 7 como autor completo. Desde 2013 Jean-Yves Ferry (guionista) y Didier Conrad (dibujante) llevan cuatro álbumes ceñidos a la apariencia canónica de los irreductibles galos, sin reinterpretaciones ni innovaciones. Hay un ápice de pérdida en los diseños de nuevos personajes, en la expresividad y en el dinamismo, si se les compara con los momentos de más brillo y brío de Uderzo. En el guion, "Los papeles del César" fue esperanzador.

El humor de Astérix siempre fue inteligente y conservador, pero moderno y actual. Sobre argumentos basados en algún país, acontecimiento o asunto, juega con los anacronismos, las palabras y los chistes recurrentes.

"La hija de Vercingétorix" trata la adolescencia, un tema que suele hacer rancio al que lo intenta. Su personaje central, Adrenalina, hija del caudillo galo que se rindió a César, no está dramáticamente muy lejos de Pepe, el hijo caprichoso de Sopalajo de Arriérez y Torrezno ("Astérix en Hispania" (1969)). Los autores dicen haberse inspirado en la perplejidad que les producen los adolescentes de su familia. La conducta de Adrenalina es manipuladora e irresponsable, caprichosa, desobediente, con afán justiciero en los reproches a los adultos y en los objetivos de un mundo con menos producción de menhires y sin sobreconsumo de jabalíes. La de los otros adolescentes rula en torno a la natural oposición a sus padres.

Hay un trasfondo general -y singularmente francés- respecto a la educación de los hijos. César quiere educar como romana a Adrenalina y hay un chico godo romanizado. Dice Adictoasérix, el "malo" del álbum: "El mundo ha cambiado. Vosotros, irreductibles cavernícolas refractarios al cambio, no habéis entendido nada. El futuro pertenece a César".

Los irreductibles galos responden: "memeces".

Todo está mejor planteado que resuelto. Hay un gag que hubiera sido bueno en 1970 en torno a un joven tatuado y del norte, Letitbix, trasunto de John Lennon que perdonaríamos a Goscinny, que tan poco entendió, aceptó, apreció y compartió las sesentayocheces.

Es un álbum muy coral, corto de Astérix, mediado de romanos, con largo protagonismo de los piratas y un único jabalí (ya asado, esperemos que no sea por no herirse en las ventas canadienses y veganas por crueldad animal chistográfica).

Ferri y Conrad, nacieron en Francia en 1959. Como Astérix. ¿Para quién están haciendo sus álbumes? No para los niños de 10 a 14 años de hoy, por decir la edad que tuvo la primera generación de lectores. ¿Para los viejos lectores? Quizá. Astérix tiene algo de Scalextric, de juguete que se compraba a los pequeños para disfrute de los mayores. "Scalectrix", si se me perdona. Lo peor que han podido decir los autores, creyendo que era lo mejor, es que el álbum le ha gustado a Uderzo, demasiado mayor ahora, demasiado antiguo hace bastante tiempo. Para la felicidad de nuestros hijos o nietos démosles algo mejor, alguno de los álbumes antiguos. Nadie se va a enfadar por ello: la idea es que los nuevos álbumes, con tiradas millonarias, tiren del fondo de los antiguos.

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