Energía, frescura, virtuosismo. Los jóvenes hermanos holandeses Lucas y Arthur Jussen sentaron cátedra ayer en el Auditorio de Oviedo, con más presencia de público joven de lo habitual. No en vano, estos dos pianistas millennials se están convirtiendo en un fenómeno musical que atrae a nuevas audiencias a la clásica. Ayer, en su participación en las jornadas de piano "Luis G. Iberni", lo volvieron a lograr. Les acompañó en el escenario la Oviedo Filarmonía, con su director titular al frente, Lucas Macías. La formación ovetense, cuyo progreso se nota de actuación en actuación, también encandiló.

Los Jussen interpretaron el concierto para dos pianos y orquesta en Re menor de F. Poulenc, una pieza poco habitual, que no se encuentra dentro del repertorio más canónico. Por eso, la de anoche en Oviedo fue una oportunidad única de escuchar una composición muy enérgica, que recrea atmósferas diferentes en cada uno de los temas. A veces esta obra resulta obsesiva, con ritmos muy percutidos. En otros momentos adquiere una delicadeza extrema. Y en ambos ámbitos, los Jussen supieron cubrir esa dualidad que presenta el concierto.

El público se mostró entusiasmado por la maestría de estos dos intérpretes jóvenes, rubios, frescos, elegantes, espontáneos. Pero perfectamente sincronizados. El diálogo que establecían entre los dos pianos se hacía de una forma muy uniforme. Y esa uniformidad se manifestaba en los ataques de cada nota, en los balances sonoros, en el fraseo, en el uso del pedal también. Parecía que los dos pianos se transformaban en uno solo.

Cuando terminó el concierto, ofrecieron tres propinas. La primera fue el arreglo de la sinfonía número 40 de Mozart por Igor Roma, una de las obras que los Jussen han popularizado. Por si alguien tenía duda sobre la precisión técnica de los dos holandeses, con estas propinas se disiparon totalmente al tratarse de piezas muy difíciles, sólo para virtuosos; especialmente la de Mozart. También interpretaron "La Poupee" y "Le Bal", ambas de Bizet.

Oviedo Filarmonía (OFIL), con Lucas Macías al frente, abrió la velada con la Obertura trágica, Op. 81 de J. Brahms y también interpretó la sinfonía N°1 en Do menor, Op. 68, del mismo autor. Macías tiene un proyecto con la OFIL para interpretar repertorio del primer romanticismo. Cree que la orquesta ovetense se desarrollará mucho tocando ese estilo de composiciones. Por eso pone tanto énfasis en Bhrams. Y está dando muy buenos resultados. Se escucha una evolución muy importante en el sonido en esta nueva etapa con respecto a a etapas anteriores. La orquesta progresa adecuadamente.

Se escuchó una sección de cuerda muy homogénea que hizo las veces de colchón armónico para que toda la sección de viento metal y viento madera pudieran construir toda las intervenciones escritas en la partitura. Aunque hubo algunas cuestiones en la afinación, se ve que hay un importante trabajo de conjunto entre la orquesta y el director. Macías está muy atento a marcar todas las entradas de los músicos de una manera muy concisa. Se nota que hay un estudio de las obras, las conoce a fondo. Las dirige de memoria, sin partituras.