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La Espuma De Las Horas

El difícil equilibrio de las democracias

Acemoglu y Robinson aportan ejemplos y soluciones a la crisis global de la libertad

El difícil equilibrio de las democracias

"El pasillo estrecho" es un libro inteligente y oportuno sobre un asunto importante: la supervivencia de las democracias. Sus autores, Daron Acemoglu y James A. Robinson, ya demostraron estar plenamente dotados para ofrecer perspectivas ingeniosas y singulares de lo que está sucediendo en "Por qué fracasan los países", donde analizaban los orígenes del poder, y las causas de la prosperidad y la pobreza en el mundo.

La premisa de este nuevo libro concierne a algo muy conocido pero no hasta el punto de valorarlo cómo se merece: la democracia es el mejor de todos los mundos políticos posibles, el que fomenta la innovación y el progreso. Sin embargo, no se trata de un estado superior en el que todas las naciones evolucionarán a medida que sus líderes resultan ser más inspiradores. Es delicada y frágil, tan inestable como un funambulista intentando mantenerse sobre un alambre en medio de un vendaval. La democracia requiere tanto un estado fuerte como una sociedad fuerte y solo puede perdurar cuando los dos guardan perfecto equilibrio, una condición precaria que pocas naciones han logrado y, aún menos, sabido mantener. Circular por ese pasillo estrecho no es fácil. Quedarse en él resulta aún más difícil.

La condición natural o predeterminada es el caos, algo que la mayoría de las sociedades procuran evitar, incluso si ello significa tener que elegir entre autocracia o tribalismo. Puede que el despotismo sea mejor infraestructuralmente para un país que la anarquía, pero el crecimiento despótico tiene una ventaja limitada debido a que sofoca la innovación y fomenta la corrupción, explican Acemoglu y Robinson poniendo como primer ejemplo de ello a China. Sostienen que es necesario un estado fuerte para controlar la violencia, hacer cumplir las leyes y proporcionar unos servicios públicos claves en la vida de unas personas que están facultadas para tomar decisiones y llevarlas a efecto.

La intervención del Estado es fundamental para abordar crisis financieras y desigualdades crecientes, para desmantelar injusticias seculares como las castas y las jerarquías raciales, o para proporcionar seguro social y bienestar en una economía cambiante. Al mismo tiempo, se necesita una sociedad civil igualmente fuerte y contrastada para responsabilizar al Estado y exigirle que despliegue sus poderes al servicio del bien común. Como escriben Acemoglu y Robinson, el despotismo surge de la incapacidad de la sociedad para influir en el poder político. Cuando sucede lo contrario, la democracia y la libertad prosperan en el "pasillo estrecho", donde el equilibrio correcto garantiza un medio virtuoso de movilización, replanteamiento de la política y rendición de cuentas.

Acemoglu y Robinson ofrecen un poderoso punto de partida para comprender los numerosos peligros a que se enfrenta actualmente cualquier aspiración de democracia y libertad. En otros tiempos también ocurrió, pero la amenaza populista y nacionalista en Europa, las protestas de Hong Kong, la inquietante extralimitación de líderes como Jair Bolsonaro en Brasil, la represión de Maduro en Venezuela, la injerencia de Putin en la soberanía de las democracias occidentales o la presidencia juzgada de Donald Trump en los Estados Unidos, plantean una crisis global evidente de la democracia, que se ha convertido en un ideal precario que algunos no quieren defender y otros se ven con las fuerzas justas para hacerlo.

Los autores de "El pasillo estrecho" razonan con que las estructuras políticas son duraderas hasta que dejan de serlo, en cualquier momento pueden inclinarse hacia la libertad o alejarse de ella. Acemoglu y Robinson ilustran sus argumentos con piezas magníficamente resumidas del cambio político de toda la historia mundial, desde las dinastías chinas, de Tang a Qing; construcción de los estados europeos modernos; el nacimiento del estado zulú en el siglo XIX, al wahabismo de Oriente Próximo. La política, sostienen los autores, no oscila simplemente entre la democracia y el autoritarismo como si se tratasen de estados monolíticos del ser. A menudo conjuga focos de democracia y de autocracia. Otra cuestión de balances.

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