A Marcos Ariel Hourmann (Buenos Aires, Argentina, 1959) le condenaron como autor de un delito de homicidio imprudente. Aplicó la eutanasia suministrando una inyección de cloruro potásico a una mujer de 82 años que había llegado al hospital de Mora d'Ebre, en Tarragona, con grandes dolores y un cuadro de síntomas gravísimo: cáncer de colon terminal, diabetes, hipotensión, taquicardia, hemorragia digestiva y signos de infarto miocárdico. Sus compañeros de hospital le denunciaron -la familia de la paciente, no-, fue procesado y condenado. A partir de una entrevista en el programa "Salvados" nació "Celebraré mi muerte", un espectáculo de teatro documental que se estrenó este enero pasado en Barcelona y que esta noche (20.30 horas) llega al club Niemeyer.
- ¿Y hacer de su historia una obra de teatro?
-No fue nada buscado. En 2016 me hicieron una entrevista para el programa "Salvados". Hablando con Jordi Évole y con Víctor Morilla salió la idea.
- Pero usted es médico, no actor.
-Es cierto, pero la fuerza de la obra la vivo en cada palabra gracias al trabajo de Alberto San Juan y, sobre todo, de Víctor Morilla. Grabamos más de sesenta horas y San Juan hizo la dramaturgia. No soy actor, pero todas y cada una de las palabras son verdad.
- ¿Y cómo recibe el público el espectáculo?
-Impactado. Me dicen que después de la obra los debates se alargan: hablamos de la eutanasia.
- ¿Le afecta revivir cada noche la persecución que vino después?
-Ya no. El tiempo te va enseñando nuevas perspectivas: la distancia te hace cambiar el objetivo. Me hicieron sentir como asesino.
- ¿Cómo tomó la decisión aquella noche?
-Lo primero que hice fue no escuchar a la familia porque pensaba que podía sacarla adelante. Cuando me di cuenta de que no era así no pienso más nada que acabar con su dolor. Había que ser humano.
- ¿La eutanasia es un tabú?
-Solo para los políticos: la sociedad lo tiene claro, lo que sucede es que no hay manifestaciones en las calles porque seguimos considerando que la muerte es una cosa íntima. Tenemos un millón y medio de firmas pidiendo una ley de la muerte digna. Esas firmas no son papeles en una caja, son personas: un millón y medio que de estar en la calle ya habrían conseguido la ley. A ver si con este próximo gobierno progresista estamos más cerca.
- Ya sé que me ha dicho que no es actor. ¿Pero cómo hace usted de usted mismo sobre la escena?
-Ensayé con Víctor Morilla y con San Juan. Me decían que tenía que ser yo mismo. Me indicaron, eso sí, algunas posiciones o cómo decir las cosas. Y procuré no escaparme.
- ¿Y cómo se enfrentó al estreno?
-Pensé que no me iba a saber el texto, pero nada más lejos. Demuestro que si uno tiene ganas de hacer algo, lo conseguimos.
- ¿Lo volvería a hacer?
-No. Visto lo que luego sucedió después, en mi vida y en la de mi familia, por supuesto que no, pero no me arrepiento: fue un acto humano.