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CAROLINA SARMIENTO | Publica el libro de relatos "Animales urticantes"

"Es tan sano fantasear, tan liberador saltarse el orden establecido y volar libre..."

"Buscar con calma adjetivos y metáforas que conectan con lo que siento ayuda a digerir las sombras"

Carolina Sarmiento, en Gijón. MARCOS LEÓN

- ¿De qué pelaje son sus "Animales urticantes"?

-Son de pelaje humano. Con todas las obsesiones, envidias y revanchas de las que los sapiens somos capaces cuando nos cargamos de frustración. Somos veneno para nosotros mismos cuando alargamos situaciones que no nos gustan.

Tras su poemario "Ikiru (vivir)", la escritora y periodista Carolina Sarmiento entra en el terreno de la narración con los quince relatos de "Animales urticantes" (Pez de plata). Mañana martes, a las 19 horas, los liberará en la librería Cervantes de Oviedo.

-¿Los seres acorralados son siempre inspiradores?

-Sí. Las situaciones límite son caramelos para reflexionar. En estos relatos me cuelo en quien busca desesperadamente recuperar su autoestima.

-¿Cómo se manifiesta el rencor en sus relatos?

-A la desesperada, diría. Hay jeringazos, bolas de pelo en bolsos, flautas incrustadas por ciertos orificios o perros sacrificados. Retrato a los protagonistas en el momento del crack, cuando sienten que se ha cometido una injusticia con ellos y su furia es incontrolable. Es el momento de decir basta.

-¿La rabia es buena compañera para escribir?

-En un primer momento sí, incluso liberadora. Ahora bien, soltada la furia contra el papel es imprescindible releer y reescribir. Que el relato no se convierta en un burdo escupitajo. En "Animales urticantes" hay rabia mía, sin duda, enfados de todo tipo, pero los protagonistas son otros que nada tienen que ver conmigo.

-¿Hay algún hilo que conecte su poemario "Ikiru" con estos relatos?

-En los relatos más actuales y más autobiográficos adopto un tono poético y tanto en los poemas como en la prosa trato de ser sensorial. Que se vea, que se huela, que se escuche lo que cuento. La parte más oscura de "Ikiru" aparece en "Animales urticantes".

-¿El periodismo ayuda u obstaculiza a la escritora?

-Me ayuda por dos motivos. El primero, porque a diario escribes y por lo tanto entrenas. El segundo, la necesidad que siento de alargar las historias, ya que en las noticias de televisión el espacio es muy justo. Necesito profundizar por la vía de la ficción en esa sociedad que estamos narrando de manera aséptica. Lo objetivo, necesario en el periodismo, me resulta insuficiente. Para entender el mundo necesito divagar. Dicho de paso, el periodismo está muy presente en "Animales urticantes" y he de reconocer que con una visión bastante escéptica.

-¿Cuándo sufrió la picadura de escribir?

-Desde que sé escribir. Vaya aquí mi homenaje a la educación pública en la que me fomentaron escribir cuentos y a razonar y debatir a través de asignaturas tan necesarias como Ética. Luego pasé a las cartas y a los diarios y gracias a ellos tuve una adolescencia llevadera, que ya es bastante. Evolucioné hacia la ficción porque siempre me acompaña una voz interior que me narra historias. Esa picadura está ahora mismo en efervescencia. He pedido una licencia para terminar una novela.

-¿Escribir la ayuda a canalizar furias y miedos?

-Es una conversación con la vida. Y en la mía, como en la de todos, hay pesares. A mí me cuesta mucho verbalizar lo que siento porque de la oralidad se espera agilidad y yo necesito pausa. Buscar con calma los adjetivos y las metáforas que conectan con lo que siento me ayuda a digerir las sombras, inevitables y necesarias por otra parte. A los personajes de "Animales urticantes" les doto de cierta valentía de la que yo carezco. También dejo margen para el amor y el humor, imprescindible para respirar.

-¿Escribir tiene algo de depuración intestinal?

-Supongo que lo dices por el relato Querida hija:, el del profesor de talleres literarios estreñido tanto en sus intestinos como en su creatividad. Me he reído tanto con esa historia. Me he reído tanto de mí escribiéndola y releyéndola. Sí, liberar, sea cual sea la carga y su peso, sienta muy bien.

- "No estoy loca. Solo fantaseo", dice un personaje. ¿Lo suscribe?

-Sí y no. Es que el solo junto al fantasear disminuye su grandeza ¿no? Es tan sano fantasear, es tan liberador saltarse el orden establecido y volar libre... Sí suscribo que no estoy loca. Ningún editor publica a un loco, ni siquiera Pez de Plata.

-¿Es feliz cuando escribe?

-Cuando me enchufo y la narración fluye como un río desde la cabeza al papel soy feliz como una cordera en un prao fresco, pero cuando no me sale y me atasco me apetece estrellarme. Por suerte he aprendido a levantarme y poner unas lentejas a cocer. Entonces recupero el buen humor y muchas veces las ideas.

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