"La risa es un movimiento de la boca, con algún reflejo en otras partes del cuerpo, a tenor del ánimo del alma. Aquí nos vemos frente a un bufón riendo y una joven que le sigue la corriente. Lleva una clava o 'marotte' en la mano que algo nos dice. El bufón está de frente, en osado diálogo con su público. Un público del que formamos parte nosotros mismos". Con estas palabras introdujo ayer Matías Díaz Padrón, conservador senior del Museo del Prado y presidente de honor del Instituto, que se expone en el Museo de Bellas Artes de Asturias prestada por la Colección Epiarte. Una ponencia que impartió en el propio museo, en el Palacio de Velarde, ante una nutridísima audiencia: era tal la expectación que no fueron pocos los que tuvieron que seguir la conferencia de pie.

A partir de la risa del bufón que capitaliza la composición del cuadro, Díaz Padrón tejió una conferencia que profundizó en la temática y el estilo del cuadro, y recorrió toda su historia, desde que Jordaens lo pintó, entre 1641 y 1645, y su exposición en la gran pinacoteca regional, donde se podrá contemplar hasta el próximo día 16, en el marco del programa "La obra invitada".

"¿Qué es lo que irradia este bufón de Jordaens?", preguntaba ayer Díaz Padrón a los asistentes a la conferencia. "Nos parece la típica y forzada risa del actor", respondía el historiador del arte, "Alegría que tantas veces oculta la tristeza del corazón. Risa fingida y ruidosa lejos de aquellas otras de políticos y diplomáticos. Temo que voy más lejos de lo que debo, pero reír es lo que más nos diferencia del resto de especies. Lo que veo aquí está más próximo a la mueca del payaso que a la felicidad. Esa risa fingida con tinte de sarcasmo, pero tampoco patológica, ni histérica. No me extraña que algo de esto conociera Jordaens de Aristóteles, en los tratados de lo ridículo y cómico de la comedia".

Según explicó Díaz Padrón, Jordaens dio en el lienzo "más sitio a la expresión que a la forma y la composición en este osado primer plano". Un encuadre que crea en el espectador "un impacto propio de su estilo". El bufón, destacó el presidente de honor del Instituto Moll, "nos mira desde una estancia oscura que le sirve de fondo. Una impactante imagen con poderío plástico y expresivo. Esto sobrecoge al espectador. Una risa inquietante, difícil de encontrar en cualquier otro maestro del Barroco". En este punto, Díaz Padrón desgranó a los escasos maestros de la época que recogieron la risa en sus composiciones, ninguno con esa componente inquietante del bufón de Jordaens: "Nada encuentro especial con Rubens y Van Dyck, salvo las obligadas en 'Demócrito'. Fuera de Flandes, los ejemplos los reducimos a Ribera, Velázquez y Murillo. Es siempre excepcional y único. No olvidamos la risa sana, franca y comunicativa de Frans Hals. Todo lejos de esta obra de Jordaens".

En el aspecto formal, Díaz Padrón destaca la confluencia entre un tenebrismo de raíz caravaggesca y el uso de los colores cálidos que Jordaens heredó de su maestro, Pedro Pablo Rubens, y que dan mayor realce al bufón. "El impacto de esta figura en el espectador es impresionante. La luz de lo alto contrasta con el sórdido fondo oscuro. Jordaens sigue las huellas de un tenebrismo ya superado por aquellas fechas. Esto, como el crudo realismo, la vulgaridad y desbordante prestancia en el primer plano, son características que marcan diferencias con Rubens y Van Dyck, con quienes forma la trilogía más prestigiosa en Amberes. (Pero) este tenebrismo no impide la riqueza del color ardiente de la tradición nórdica que Rubens legó a sus discípulos".

Moralidad

A estas cualidades formales, Jordaens unió un trasfondo moral propio de la "vieja tradición nórdica". Unos principios que quedan al descubierto en un grabado de Alexander Voet, inspirado en la pintura y que incorpora, en latín, el lema "Nos reímos en el insensato", y en francés y neerlandés un texto en el que se invita a los espectadores "a reírnos de todo".

"Es el legado soterrado de esta enigmática pintura. De hecho, está transmitiendo principios erasmistas y moralizantes que están vivos en el alma del pintor", precisó Díaz Padrón, quien también contempla la posibilidad de que Jordaens incorporase una crítica al papado en el gesto, similar a una bendición que realiza el bufón con su mano: "Hay en esta pintura algo que la vincula con el protestantismo que vive en la conciencia de Jordaens. No es un desacierto ver una crítica al papado y a la jerarquía de la Iglesia católica al diseñar al bufón con la mano bendiciendo, en esta complejísima pintura".

Díaz Padrón cerró su conferencia entre aplausos y con un divertido guiño final, al recuperar una fotografía de Roger A. d'Hulst, uno de los grandes estudiosos de la obra de Jordaens, posando con un gato entre los brazos, como emulando al enigmático bufón.