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MIGUEL MAGDALENA | Protagoniza "Andanzas de Juan Rana" en Avilés

"En 'Ron Lalá' somos amigos y el rollo que llevamos es el de la ausencia total de ego"

"En poco me he podido inspirar para ser Juan Rana, por eso para mí ser esta 'superstar' es más un estado de ánimo que un trabajo de interpretación"

Miguel Magdalena, en el ensayo de "Andanzas de Juan Rana". RICARDO SOLÍS

El músico y actor Miguel Magdalena (Madrid, 1978) eligió hace muchos años ser asturiano. Y entre todos los lugares del Principado por los que hubiera podido haber optado, se quedó con Luanco, "que ha cambiado enormemente desde mi infancia". Conversa con LA NUEVA ESPAÑA al término de la rueda de prensa de presentación de "Andanzas y entremeses de Juan Rana", cuyo estreno en España acoge esta tarde-noche (20.15 horas) el teatro Palacio Valdés, de Avilés. Aparte de ser su protagonista es también el director musical del espectáculo que coproducen "Ron Lalá" y la Compañía Nacional de Teatro Clásico.

- Eligió ser asturiano de toda la vida, ¿no?

-La familia por parte de mi madre es de Luanco y de Ribadesella; somos gente de la costa. En muchos momentos de mi vida me recuerdo en Luanco, que es un pueblo, eso sí, que ha cambiado enormemente desde mi infancia.

- Es bastante más grande.

-Lo sé, lo sé... por eso le digo. Sinceramente le digo: no vivo allí sólo por una cuestión de trabajo. Siendo actor, es más cómodo vivir en Madrid, pero, en cuanto pueda me escapo. Acabaré viviendo en Luanco.

- ¿Qué es lo mejor de Luanco?

-Si me hace decidir, no sé qué decirle. Hace t tiempo que descubrí que los asturianos son personas muy cercanas, con un sentido del humor estupendo... A pesar de todo lo que ha sufrido esta región, la actitud ante la vida es muy positiva. En Asturias me ha pasado lo que no me ha pasado en ningún lugar del mundo. Iba yo con un compañero, íbamos viajando, comimos en un sitio y, al terminar, nos dimos cuenta de que no nos quedaba nada de dinero, absolutamente nada. La señora, en vez reclamarnos la deuda, nos invitó a dormir en un sitio que ella tenía. A los dos o tres días, le pudimos pagar, pero, mientras tanto, el buen rollo con ella fue absoluto. Luanco tiene este espíritu. Aparte, claro, es tan bonito...

- Ahora están de fiestas.

-Lo sé. Por eso no voy. (Risas).

- Vamos al tajo. Usted es el director musical de Ron Lalá.

-Eso.

- ¿Cómo es su trabajo en esta área?

-Nosotros, la verdad, lo ponemos todo en el mismo cesto teniendo en cuenta que la compañía tiene tres patas: el humor, que es el modo mediante el cual entendemos la vida; el cuidado por la palabra y la idea y, al final, está la música, aunque todo en igualdad de planos. Tenemos la suerte de ser una de las compañías que puede ejecutar la música en directo. Hay toda una formación musical detrás de algunos de nosotros que permite que podamos ejecutarla, incluso con gracia. Utilizar el pulso de la música para hacer teatro es, desde luego, uno de los aciertos de la compañía Ron Lalá desde hace años: te ayuda mucho como actor, aunque lo complica todo mucho.

- A eso quería ir.

-Hemos trabajado de todas las maneras y en todas las condiciones: poniendo música a la letra o teniendo la melodía, buscar el texto que iba con ella. También hemos compuesto gran parte de la música. Antes incluso de sentarnos a montar el espectáculo. A veces, con el espectáculo hecho, hemos añadido música y también hemos improvisado. Como director musical me gusta que la gente sienta que el espectáculo es suyo: no me gusta decir a la gente lo que tiene que tocar. Esto me recuerda a aquello que decía Miles Davis, con esa voz tan suya: "Yo no toco con músicos a quienes les tenga que decir qué tienen que tocar". Me gusta que las propuestas de todos tengan cabida. Trabajamos con "ego cero": cuando algo no sirve, no sirve; por muy idea mía que haya sido.

- Hay pocas auténticas compañías ahora.

-Parecemos una compañía de los años setenta: algunos de nosotros fuimos compañeros de instituto, nos veíamos en el recreo para fumar tabaco; yo estudiaba música, Álvaro Tato estaba, y sigue estando, enamorado de la literatura. Desde entonces, el rollo que llevamos en la compañía es el mismo: la ausencia total de ego. Lo que está muy poco de moda son las relaciones horizontales. Las claves de que sigamos juntos están en esa cosa colectiva que tiene Ron Lalá por las relaciones horizontales, por el respeto mutuo del trabajo de los demás.

- Han actuado en el Congreso de los Diputados, en el palacio Real...

-Cuando actuamos en el Congreso sí que es verdad que tuvimos un buriburi en el estómago, pero actuamos allí igual que en el Palacio Valdés de Avilés. Es cierto que te apetecería decir más cosas de las que vas a decir: estamos en el templo de la democracia. Fue un honor que estos compañeros de instituto fueran los que terminasen tomando una caña con el Rey.

- ¿Cómo se hizo con el alma de Juan Rana?

-Juan Rana conseguía la risa sólo con salir a escena: había conseguido el favor del Rey. Comía con él. Lo poco que se sabe de su personaje histórico es que triunfó delante de todos los mosqueteros de los teatros. Tatiana de Sarabia, la vestuarista, se inspiró en un dibujo que tiene ahora la Real Academia. En pocas cosas me he podido inspirar para hacer de Juan Rana, por eso para mí ser esta superstar es más un estado de ánimo que un trabajo de interpretación. Decidí no meterme en el problema de ser él. No puedes hacer un espectáculo para aquellos que van al teatro como si fueran al médico.

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