En "No entres dócilmente en esa noche quieta" (Seix Barral, 2020), Ricardo Menéndez Salmón se desvía de lo que hasta ahora sido su trayectoria literaria. Abandona la ficción de obras anteriores para dar un salto a lo autobiográfico, a lo íntimo, a la narración en primerísima persona. Para contar la historia que habla de la enfermedad de su padre, durante más de tres décadas. Para escribir "un libro donde hay realidad, carne", en palabras del escritor Jaime Priede de la Huerta, que ayer participó junto al autor en la presentación de su última novela en la Sala de Cine del Centro Niemeyer.

El acto, que abrió una nueva edición del ciclo "Palabra", ha coincidido con el anuncio de la segunda edición de la novela del colaborador del suplemento "Cultura" de LA NUEVA ESPAÑA. "No lleva un mes en la calle y se ha agotado la primera", explicaba Priede, antes de iniciar la conversación con el autor a través de la cual fueron desgranando el proceso de ejecución de la obra.

"El libro surge de una necesidad, todos los libros lo hacen, pero creo que ninguno como este. Me gusta decir que el escritor es una especie de cazador emboscado que, de alguna manera, sale a la búsqueda de presas, más o menos visibles, abatibles, depende del grado de dificultad. En este caso he tenido la sensación de que la presa he sido yo, cazado por una historia, realmente íntima, que dice yo constantemente", señala Menéndez Salmón acerca de la gestación de un trabajo que se sumerge en el periodo que va desde el momento en que su padre enferma, cuando él tiene 11 años, hasta su fallecimiento, cuando tiene 44. Comenzó a escribir una historia centrada en su padre, aunque, confiesa, la obra también ha terminado por regalarle "verdades" sobre sí mismo, el descubrimiento "de zonas en penumbra que son iluminadas".

"El libro también arroja un balance entre lo solar y lo oscuro, que es lo que define a las personas", concluye.

De esa larga experiencia, la huella que produjo en el escritor, el bagaje vital y humano que ha supuesto, "siempre ha estado ahí latente, de alguna manera demandando ser dicho". "Obviamente ese ser dicho solo podía ejecutarse en el momento en que el ciclo vital de mi padre se agota, lo que no significa que durante todo ese tiempo ha ido generando un material de aluvión denso, al que intento darle forma en este libro", añade.

Hay, señala Jaime Priede, un cambio en el modo en el que se gesta la última obra de Menéndez Salmón. Sus trabajos anteriores surgían de un acontecimiento real, explorado a continuación a través de la ficción, de la que se prescinde en este libro.

El autor confirma la tesis: "Como novelista, lo que hago es detectar algo que para mí sea significativo, central, como el horror de la guerra o el terrorismo. Y, a partir de ahí, arropo esa idea con una peripecia, con una trama, con unos personajes. Aquí el trabajo ha sido a la inversa: se parte del hecho desnudo, la objetiva decadencia de mi progenitor y a partir de ahí intento decantar, destilar, que hay de significativo para mí en ese enorme núcleo y como eso acaba conformándome en un doble sentido, como ser humano y como escritor interesado en determinadas líneas literarias y no en otras".