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Asturias paga el precio de su industrialización

El párkinson es más frecuente en zonas de minas y altos hornos, como el Principado, según la investigadora Teresa Colomina

Asturias paga el precio de su industrialización

Estamos rodeados de tóxicos y todos ellos tienen un efecto sobre nuestra salud. Imposible eliminarlos. Además, muchos de ellos han mejorado notablemente nuestras vidas. La cuestión es equilibrar, sopesar riesgos y ventajas. La catedrática de la Universidad Rovira i Virgili de Tarragona Teresa Colomina dirige una investigación sobre cómo alteran el sistema nervioso y la conducta, observando su efecto en animales, ratones modificados en laboratorio y con un gen humano. Colomina está hoy, a partir de las 18 horas, en la Facultad de Psicología de Oviedo, para participar en el ciclo de conferencias "Psicoexposoma", organizado por el Instituto de Neurociencias del Principado, Ineuropa, y la Fundación Aindace (Ayuda a la investigación del daño y enfermedades cerebrales).

La relación de los tóxicos medioambientales con ciertas enfermedades neurodegenerativas es evidente, según Colomina. "La incidencia del párkinson es más alta en zonas relacionadas con la industria, en el Norte con los altos hornos, en Almadén, donde hay minas", indica. En Asturias, como en el resto de la cornisa cantábrica, esa enfermedad es más frecuente que en otras zonas de país, menos industrializadas.

Hay tóxicos en nuestras cocinas. "El aluminio que encontramos en el menaje de cocina es el que se absorbe menos, y tiene que atravesar la barrera del estómago", tranquiliza la catedrática catalana. El aluminio se relaciona con la enfermedad de Alzhéimer. "Las latas de conservas ya llevan un recubrimiento interno cerámico", añade. "No es una sola sustancia, son muchas y están por todas partes, y a pesar de ellas nuestra esperanza de vida es alta", explica. No hay que obsesionarse ni enclaustrarse, según Colomina, pero conviene ser consciente.

Paloma Collado, catedrática de la UNED (Universidad Nacional a Distancia), también investiga sobre alteraciones en el sistema neuronal y en las hormonas que regulan la ingesta y la metabolización de nutrientes, en este caso a consecuencia de la alimentación y en las etapas iniciales de desarrollo. Ella intervendrá en el ciclo divulgativo organizado por el Ineuropa a las 19 horas, también hoy en la Facultad de Psicología.

"La mala nutrición, por exceso o defecto, a largo plazo predispone a las personas a padecer trastornos alimentarios en la etapa adulta", afirma. "El cerebro está programado para sobrevivir, el organismo está preparado para la hambruna. La alimentación sirve para equilibrar la energía, pero en una sociedad en la que vivimos con disponibilidad de alimentos continuamente eso es un problema", explica.

"Hay hormonas que tienen que estimular el inicio de la ingesta, otras dan la señal de parada. En mi grupo de investigación estudiamos como se desarrollan y como afecta la alimentación a su funcionamiento. Con una dieta equilibrada el desarrollo del sistema es normal", explica Collado, pero cuando hay desajustes y estos se producen en la infancia metabólicamente pueden ser determinantes.

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