La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Adiós al centenario Mario Bunge, filósofo de la ciencia, combatiente del falso saber

Premio "Príncipe" en 1982, desarrolló un vínculo intelectual con Asturias a través del debate con Bueno, que se prolongó en numerosas visitas

Mario Bunge. EFE

Mario Bunge se adentró apenas seis meses en sus cien años. El filósofo argentino falleció en la noche del lunes, de madrugada ya en España, en un hospital de Montreal, Canadá, donde residía desde 1966. Su intensa dedicación a la filosofía de la ciencia, con una mente lúcida hasta los últimos días, deja una obra muy extensa, cuya presencia continua y reconocida en los libros de otros lo convierte en un referente del pensamiento. En los años 80 del siglo pasado desarrolló un vínculo con Asturias a través de sus debates con Gustavo Bueno en Oviedo y de la concesión en 1982 del premio "Príncipe" de Comunicación y Humanidades.

Nacido en la provincia de Buenos Aires, Bunge fue en origen físico y matemático, una formación que le proporcionaría el sustrato de su filosofía, de corte materialista y con un marcado afán de sistematización, que los lleva a abarcar desde la teoría del conocimiento a la ética. En "La ciencia, su método y su filosofía", un libro de 1960, está el embrión de todo lo que desarrollaría después, y que se agrupa en los ocho tomos de su Tratado de filosofía, publicados en inglés entre los años 70 y 80. La editorial Laetoli está en la fase final para completar la publicación en castellano de esta magna obra.

Su filosofía es "racionalista, realista, materialista y sistémica", sintetizaba Alberto Hidalgo, el profesor de la Universidad de Oviedo ya jubilado, preguntado sobre el pensamiento de Bunge con motivo de su centenario. Hidalgo, que durante años impartió la asignatura de Teoría de la Ciencia, explicaba en aquella ocasión que "como racionalista adopta el punto de vista de la ciencia para abordar los problemas físicos y sociales. Como realista ha organizado una verdadera cruzada contra el oscurantismo y las pseudociencias. Su materialismo le guía en su filiación comunista de juventud y en su apuesta madura contra el espiritualismo y contra las tentaciones del misticismo trascendental que inspira, según él, muchas filosofías de tipo existencialista y fenomenológico". En definitiva, "Bunge aspira a construir una filosofía exacta, pero huye de todo reduccionismo analítico", concluye Hidalgo.

En algunos de los "ismos" que anclarían su pensamiento, Bunge tuvo afinidad con Gustavo Bueno, aunque también discrepancias sobre la dialéctica y el marxismo que se hicieron visibles en el I Congreso de Teoría y Metodología de la Ciencias que la Sociedad Asturiana de Filosofía organizó en 1982. "La teoría del cierre categorial implica un sistema filosófico completo. Lo que quiero también afirmar es que la teoría de la referencia del doctor Bunge no implica menos un sistema filosófico completo", sostuvo Bueno en aquella ocasión en lo que debe interpretarse como un reconocimiento del centro del pensar bungiano.

Su vínculo con Asturias fue más allá de lo intelectual. "Bunge se enamoró en Asturias de la sopa de pescado y de los asturcones del Sueve", rememora Hidalgo, que fue su guía en reiteradas visitas a las región en los 80 y los 90.

Su editor en España, Serafín Senosiáin reconoce que "la filosofía de Bunge resulta a veces difícil de leer, sobre todo porque suele ir acompañada de fórmulas matemáticas". Sin embargo, su combate contra las pseudociencias lo puso para muchos en el terreno de lo inteligible. A partir de la idea que la única fuente fiable de conocimiento es la ciencia y Bunge desacredita los falsos saberes que se construyen con apariencia científica pero se sustraen al método y al rigor que ese conocer exige. Ello incluye desde el psicoanálisis, lo que para alguien procedente de Argentina es casi una desafío nacional, hasta la teoría de las supercuerdas. En un terreno más filosófico, esa misma posición lo llevó a desacreditar la fenomenología o el existencialismo. Heidegger era uno de sus mayores demonios y en su filosofar detectaba "frases propias de un esquizofrénico".

Compartir el artículo

stats