Elisa tiene una maleta, una maleta repleta de ropa polar para combatir el frío más intenso, a pesar de estar en Málaga. Ropa que pretendía entregar a su hijo Shuo Fan, de 3 años, cuando visitase China para traerlo consigo. Pero ahora el coronavirus y 9.000 km apartan a Elisa de su hijo, en una situación que ella misma describe como "desesperante".

Elisa Hernández es matrona de Sevilla y pasa parte del año en el Rincón de la Victoria. Decidió realizar una adopción internacional a través de ACI (Asociación para el Cuidado de la Infancia) de un varón chino: "tengo la carta de adopción firmada desde el 28 de diciembre, por lo que debería haber viajado a China a finales de enero para recoger a mi hijo, aunque con la llegada del Año Nuevo asiático tuve que esperar 15 días más". Pero no es el Año Nuevo Lunar lo que separa a Elisa de su hijo, tampoco los km que alejan España del gigante asiático. Más que un virus, una maldición: el coronavirus limita el espacio aéreo y bloquea, al mismo tiempo, la posibilidad de una familia de encontrarse —o reencontrarse, si acaso es posible— por primera vez.

Shuo Fan, al que Elisa ya ha renombrado como Javier Fan, vive a 1200 km de Wuhan, ciudad donde se originó el coronavirus: "Tengo mucha tranquilidad en ese aspecto. Mi hijo vive al norte de la provincia de Shanxi, bastante alejado del epicentro". La matrona destaca otro problema: "En la provincia de Shanxi se pueden alcanzar los 25 grados bajo cero". Elisa compró ropa para entregar a su hijo durante su supuesta visita a China, ropa polar, botas y los abrigos adecuados que no encontró fácilmente en Málaga y Andalucía, por lo que tuvo que recurrir a internet y tiendas procedentes de países nórdicos. Una maleta llena que, si la situación no mejora hasta verano, viajará repleta de forros polares junto a Elisa al Rincón de la Victoria, municipio donde suele pasar los veranos. "Compré la ropa en diciembre, cuando me mandaron las fotos de Shuo. Soy matrona y un niño puede crecer en solo seis meses, por lo que quizás algunas de estas prendas no le valgan para cuando esté conmigo".

"Me siento desesperanzada", lamenta Elisa ante la situación. "No hay previsión alguna". Según María Lillo, coordinadora de ACI, otras 16 familias se encuentran ante la misma incógnita, pendientes de recoger, ni más ni menos, que a un hijo o una hija: "chicos y chicas ya tienen familias asignadas, pero sus padres no pueden viajar a China. Solo podemos esperar". Más allá de alarma social, enfermos y vícitmas, el virus Covid-19 muestra nuevas caras y efectos colaterales.

Ante esta situación de incertidumbre, Hernández lo tiene claro: "Si el Gobierno me concediese un permiso especial, estoy dispuesta a someterme a cuarentena, solo quiero ir a China a ver a mi hijo". A pesar de que en China la epidemia se ha estabilizado, pues de acuerdo con la OMS el mayor índice de infección ocurrió entre el 23 de enero y el 2 de febrero, estas 16 familias siguen sin poder viajar al gigante asiático. Una situación "desesperante" y compleja. Tan compleja como puede ser viajar a la playa en verano con ropa polar o bañarte en pleno agosto en aguas costeras de Málaga con botas de pelo nórdico. Que se lo digan a Elisa.