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Emergencia sanitaria global

Un avilesino en el centro de la pandemia de coronavirus

Adrián Iglesias vive en la ciudad vecina de Wuhan, donde comenzó la infección l"Hay siete millones de habitantes, pero está desierto, viven encerrados, nadie se acerca a nadie", dice

Dos calles desiertas del distrito financiero de Changsha.

En la ciudad de Changsha, que está en el sur de China, viven siete millones de personas, pero apenas se nota. Están solo a 300 kilómetros del epicentro de la pandemia de coronavirus, la ciudad de Wuhan. A solo una parada de distancia en la línea de tren rápido. La gripe china ha dejado desiertas las calles de la capital de la provincia de Hunan, la ciudad en que reside Adrián Iglesias, avilesino de origen madrileño, diplomado en Terapia Ocupacional en Oviedo, estudiante de chino desde hace dos años y confinado ahora en el apartamento de su novia, a cubierto de los lances del coronavirus.

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"Gracias a internet podemos saber algo. Maquillan los datos, maquillan las incidencias", se lamenta Adrián al otro lado del teléfono, en casa de su chica, donde se ha refugiado. Ha dejado el campus universitario donde vivía y está con ella. Adrián Iglesias no va a clase porque no hay clase. "Y no parece que la vuelva a haber muy pronto". Primero le dijeron que el 17 de febrero, después retrasaron el comienzo al 24. "No sabemos nada", reclama. "Han decidido que empecemos online. Y en eso estoy", dice el avilesino.

El piso de su novia está en una urbanización con vigilancia. "Solo nos dejan salir al supermercado una vez por semana: ir y volver", dice. Y cuando regresan a la urbanización, los vigilantes les ponen el termómetro: la temperatura es el índice de la tragedia. Si descubren un organismo infectado, los agentes de policía actúan.

Adrián Iglesias se diplomó en Terapia Ocupacional con la idea de dedicar su vida al cuidado de ancianos. "Pensé que era China el país en que eso lo podía hacer mejor", apunta. No puede trabajar, su visado se lo impide. Estudia con ahínco con el deseo de poder disfrutar de una beca. "Saber chino me va a abrir muchas puertas". Más de mil trescientos millones de ellas.

Changsha, la ciudad de los siete millones de habitantes, está desierta. "Solo abren los supermercados, no hay tráfico, nadie se acerca a nadie. Todos viven entre cuatro paredes". El sitio del coronavirus ha dejado a un avilesino dentro de la muralla que atravesó el tren rápido que llevaba las peores noticias en sus vagones.

El último día del año pasado, la Comisión Municipal de Salud y Sanidad de Wuhan, que está en la provincia de Hubei, al norte de Changsha, informó de que había descubierto un grupo de 27 casos de neumonía de etiología desconocida. En ese grupo había siete casos graves: habían estado expuestos al virus en un mercado mayorista de marisco, pescado y animales vivos. Ahí fue cuando el mundo supo del inicio de los ataques del nuevo virus llamado a desordenar el planeta entero. "Pero yo no supe nada hasta el 23 de enero", se lamenta. Ese día, el Gobierno cerró Wuhan.

"Había estado con mis padres en Pekín. Ellos se volvían para España y yo, a mi universidad", cuenta el avilesino, de 33 años. "En el hotel fue cuando saltaron las alarmas: me enteré entonces de qué era lo que estaba pasando en Wuhan", añade. Entre la capital del país y Changsha está Wuhan, la ciudad sitiada. "Y yo tenía que atravesarla en tren", advierte.

El viaje de Iglesias aquel día de miedo, lo admite, tiene muchas semejanzas con el que sale en "Tren a Busan", la película de terror zombi coreana que narra un trayecto de miedo en busca de un santuario que no existe. "El tren llegó a la estación de Wuhan, que es una ciudad de once millones de habitantes, es decir, es una gran estación. Estábamos todos sentados en el vagón y, entonces, es cuando se escucha eso de 'próxima estación, Wuhan'. No entendía nada, me habían dicho que la ciudad estaba cerrada, pero el tren estaba allí, en una estación desierta, con las luces apagadas, sin nadie en los andenes", se lamenta.

Ahí fue, sigue contando, "cuando se abren las puertas del tren rápido y bajan algunas personas, no sé quiénes eran, imagino que gente de Wuhan". La ciudad que parecía cerrada para escapar de ella ha había abierto para aceptar nuevas personas."Todo era extrañísimo. Cerraron las puertas de nuevo y seguimos a Changsha", cuenta. "Desde el principio no hemos sabido bien qué está ocurriendo: las autoridades no hablan, solo mandan", añade el avilesino con tono tenebroso. A la enfermedad COVID-19 suma el avilesino la angustia de no entender cómo y por qué ha cambiado su vida tan rápido. Adrián Iglesias se encuentra bien de salud. Sin embargo, parece perdido en una película de miedo, en una ciudad llena de gente en diciembre y vacía unos pocos días después.

El ojo del huracán, que es la pandemia mundial, está sobre el cielo de Changsha. "Vivo en una residencia de estudiantes de la Central South University, que es donde estudio. El día 11 de enero nos dieron vacaciones por el Año Nuevo Chino. Antes de que vinieran mis padres, la residencia estaba vacía: solo quedábamos unos pocos extranjeros", prosigue.

Cuando se le pregunta qué significa "unos pocos", el avilesino habla de "unos cincuenta o sesenta, pero mi universidad tiene cinco campus..." Esos son los que habían quedado en la ciudad cuando nadie sabía de verdad qué estaba sucediendo en la ciudad de al lado. "Así que, cuando bajé del tren en Changsha empecé a ver la ciudad vacía", apunta.

La universidad dijo a sus alumnos-huéspedes que había nuevas reglas. "Teníamos que bajarnos una aplicación del móvil. Todos los días debíamos medirnos la temperatura y mandarla, pero nadie comprobaba nada", señala. "No podíamos salir del edificio y caminar por el campus, nada de la ciudad. Solo teníamos una hora para tomar el aire", lamenta.

- ¿Y si hubiera tenido fiebre?

-Entonces los vigilantes de la universidad hubieran llamado a la policía.

La policía se encarga de llevar a los infectados a los hospitales. Las ambulancias, no. El cerco del coronavirus ha puesto en guardia al mundo entero y, en especial, al sureste de China.

-Así no podía estar, así que me fui a la ciudad, a casa de mi novia.

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