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Los asturianos en Italia: "Los hospitales están desbordados"

Yolanda Velasco y Ana Gavela, desde Milán y Turín, hablan de "colapso sanitario"; Elena Pérez, en Roma, de "sorpresa y expectación" en la gente

Los asturianos en Italia: "Los hospitales están desbordados"

Desde Italia, donde residen desde hace décadas, las gijonesas Yolanda Velasco y Ana Gavela siguen atentamente la actualidad española, recluidas en sus casas para evitar el contagio y la propagación del coronavirus. "Lo que está pasando ahora en España es completamente igual a lo que hemos vivido en Italia", comenta Velasco, que reside y tiene su estudio de arquitectura en el centro de Milán, ayer "una ciudad fantasma, sin apenas coches ni gente por la calle, y con el transporte público vacío". Desde Turín, su paisana Ana Gavela teme, a la vista de los acontecimientos, "que España llegue a la misma situación antes de lo que piensan ahí".

Lo que más preocupa en Italia, cuentan, no es la enfermedad en sí, que saben que tiene una evolución favorable salvo en personas con patologías previas, sino lo que está pasando en la sanidad. "Lo dramático son los hospitales, que están colapsados. En la provincia de Bérgamo, los médicos ya están seleccionando a los enfermos a los que ponen los respiradores, porque no hay para todos. Tienen que elegir a los más jóvenes, que son los que tienen más posibilidades de sobrevivir", relata Gavela. "Hay desesperación entre los sanitarios, están desbordados, necesitan más camas y están llamando a médicos jubilados, los sanitarios están haciendo turnos de 15 y 16 horas", añade. Velasco incide en lo mismo: "Las unidades de cuidados intensivos están saturadas, las urgencias están cerradas y antes de ir al médico hay que llamar al centro de salud, para que te indiquen qué tienes que hacer. La gente está desorientada".

Ambas han adoptado, con sus familias, las medidas de prevención contra el nuevo coronavirus que recomienda el Gobierno italiano, que ha establecido tres zonas de seguridad, según el riesgo de contagio. Milán, donde vive Yolanda Velasco con su marido y sus dos hijos está en la amarilla. Turín aún no ha sido incluida en ninguna de ellas, pero Gavela está convencida de que es cuestión de días. Yolanda Velasco salió ayer de casa para recoger el ordenador en su estudio de arquitectura y trabaja desde casa, como su marido. Gavela, profesora de Secundaria, también mantiene la docencia, en la medida de lo posible, a través de la plataforma informática de su centro. Los hijos de ambas estudian desde casa. La atención más personal, en el estudio y en el trabajo, se resuelve con videoconferencias. El tiempo de encierro lo sobrellevan, en ambos casos, leyendo, viendo películas y cocinando.

Tiendas y establecimientos hosteleros están abiertos, pero con muchas restricciones. En algunos bares han marcado líneas en el suelo, para que la gente se atenga a las distancias de seguridad. En los supermercados no hay problemas de abastecimiento, cuentan: hay de todo. El encierro ya comienza a resultar opresivo y empiezan a aparecer casos de ansiedad. Gavela lo evita saliendo todos los días a dar un paseo. "Las autoridades lo recomiendan, también a las personas mayores", dice, eso sí evitando reuniones y la proximidad con la gente.

Desde Roma, Elena Pérez del Río, que trabaja en el Instituto Nacional de Física Nuclear de Italia, dice que la población "tiene una mezcla de sorpresa y expectación". Los pubs están "cerrados a cal y canto, y algunas tiendas han instalado pantallas de poliuretano para aislarse de los clientes".

Ana Gavela cuenta que "desde el día 8, con el decreto del Consejo de Ministros, se invita a la gente a no salir de casa, para nada: a la compra que vaya uno de la familia, que no se vaya a ver a los abuelos, que se mantenga una distancia de un metro, que no se dé la mano a nadie, que

no se hagan reuniones en las casas...". El Gobierno está siguiendo las indicaciones que le van dando los médicos", añade, y que cambian a medida que evoluciona la epidemia.

El recurso del teletrabajo se ha generalizado. "El Gobierno, por ley, contempla la posibilidad de trabajar en casa, tanto en la Administración como en la empresa privada", comenta Gavela. Ella, profesora de Secundaria, está "sin clase desde el 23 de febrero, los institutos no están cerrados y los profesores no tienen obligación de ir, pero lo que no hay son clases; están prohibidos los claustros, las reuniones de departamento hasta el 3 de abril. Yo, desde el 22 de febrero no he pisado el instituto. Las universidades tienen plataformas informáticas y siguen con las clases de esa forma; en los colegios se está improvisando, nos dicen que hagamos didáctica a distancia: mi hija estudia bachillerato, mi hijo enseñanzas medias, y les mandan material de estudio y ejercicios; yo intento dar clases a través de una plataforma de Google. Las familias que tienen hijos mayores los dejan solos en casa y para los pequeños, el Gobierno ha sacado medidas de apoyo, cheques para babysitters, que se cobrarán más adelante". A su marido, ingeniero, la dirección de su compañía le mandó un mensaje de Whatsapp, con este texto: "Por responsabilidad social, trabajemos en casa".

Yolanda Velasco está en las mismas. Su estudio está desierto. Ayer se acercó a por su ordenador y el material que necesita para seguir trabajando en casa, recurriendo a la videoconferencia para las reuniones con sus clientes. "La preocupación que hay no es tanto por la enfermedad sino por el bloqueo económico del país. Hay pagos del mes pasado que no se han hecho. Nosotros mantenemos todas las obras, con menos trabajadores y medidas de seguridad, estamos viendo como mantenerlas activas, y de momento no nos han suspendido ningún encargo", comenta Velasco.

"La gente tardó más de diez días en tomar conciencia de la envergadura de la situación", afirma Gavela, sobre la expansión del nuevo coronavirus en Italia, y Velasco apunta que"en los últimos años se habían hecho muchos recortes en sanidad y el país no estaba preparado para esto". La dimensión del contagio ha empujado a las regiones italianas, el equivalente de las comunidades autónomas en España, a trabajar coordinadamente, derivando y concentrando enfermos en las unidades de cuidados intensivos.

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