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A comulgar con gel desinfectante

El párroco de San Isidoro de Oviedo "prima la salud" y acordona el besamanos de la Dolorosa para evitar contagios

José Luis Alonso Tuñón junto a Nuestra Señora de los Dolores. F. RODRÍGUEZ

"Me lavo las manos con gel desinfectante para dar la comunión desde el primer brote de gripe A, así que ahora lo hago con más razón. Antes y después. El problema es que me queda poco producto, pero ya he ido a dos farmacias y no les queda. Estoy recorriendo Oviedo para encontrarlo y llegar a tiempo para la próxima misa". El párroco de la iglesia ovetense de San Isidoro, José Luis Alonso Tuñón, es uno de los primeros sacerdotes de Asturias que ha tomado medidas preventivas en su parroquia para evitar la propagación del coronavirus. Lo ha hecho de motu proprio y en total sintonía con las indicaciones que la Conferencia Episcopal Española dio el 6 de marzo.

El cura de la iglesia barroca situada en la plaza del Ayuntamiento ha retirado el agua bendita de las dos pilas de la entrada y ha lavado los recipientes con lejía, recomienda a los fieles inclinar la cabeza o hacer un gesto en vez de estrecharse las manos para darse la paz y ha preparado un plan alternativo para celebrar este fin de semana el conocido como besamanos de la Dolorosa. Es una de las ceremonias más antiguas de la parroquia de San Isidoro y consiste en exponer la imagen de Nuestra Señora de los Dolores -que luce las manos entrelazadas en el regazo- para que los creyentes la besen. El cura, que defiende la salud por encima de todo, ha decidido colocar un cordón de seguridad alrededor de la imagen y repartir entre la gente pañuelos decorados con la imagen de la Virgen: "Mejor prevenir que lamentar".

El Arzobispo de Oviedo, Jesús Sanz Montes, ha dedicado su última carta semanal al coronavirus, exhortando a los cristianos a vencer "la epidemia del miedo" sin perder de vista las pautas del Ministerio de Sanidad y de la Conferencia Episcopal en cuanto a los cambios en la liturgia para evitar contagios. Jesús Sanz se inclina por la línea argumental de su colega Pascal Rolland, obispo de la diócesis francesa de Ars-Belley y que en un comunicado de prensa emitido hace una semana afirmó: "No tengo la intención de emitir instrucciones específicas para mi diócesis: ¿los cristianos dejarán de reunirse para rezar? ¿Renunciarán a tratar y ayudar a sus semejantes? A parte de las precauciones elementales que todos toman espontáneamente para no contaminar a otros cuando están enfermos, no resulta oportuno agregar más".

La carta del arzobispo asturiano prácticamente es un calco de la de su hermano francés al incluir extractos textuales que hacen referencia a la bondad y el sacrificio por el prójimo, especialmente por los enfermos y los desfavorecidos: "Deberíamos recordar que en situaciones mucho más serias, las de las grandes plagas, y cuando los medios sanitarios no eran los de hoy, las poblaciones cristianas se ilustran con pasos de oración colectiva, así como por la ayuda a los enfermos, la asistencia a los moribundos y la sepultura de los fallecidos. En resumen, los discípulos de Cristo no se apartaron de Dios ni se escondieron de sus semejantes, sino todo lo contrario".

Sanz saca la misma conclusión que el obispo de Ars-Belley sobre la incidencia del nuevo virus al poner en cuarentena las informaciones que alertan sobre la agresividad e índices de mortalidad provocados por la cepa: "¿Por qué de repente enfocamos nuestra atención solo en el coronavirus? ¿Por qué ocultarnos que cada año en Francia, la banal gripe estacional afecta a entre 2 y 6 millones de personas y causa alrededor de 8.000 muertes? También parece que hemos eliminado de nuestra memoria colectiva el hecho de que el alcohol es responsable de 41.000 muertes por año, y que se estima en 73.000 las provocadas por el tabaco". El máximo representante de la Iglesia en Asturias llama a la población a "poner los medios prudentes que nos van indicando las autoridades sanitarias, pero con una visión sensata y cristiana de las cosas, sin obsesionarnos desmedidamente".

Conferencia Episcopal

La Conferencia Episcopal Española ha remitido a todas las diócesis cuatro indicaciones básicas y voluntarias para luchar contra el coronavirus dentro de las iglesias y en plena celebración litúrgica similares a las que lleva a cabo del párroco de San Isidoro. A saber: la conveniencia de retirar el agua bendita de las pilas, la posibilidad de darse la paz sin estrecharse la mano, lavarse las manos antes y después de distribuir la comunión y evitar el contacto con reliquias e imágenes.

En las iglesias en las que ya se está realizando, los cambios han sido bien recibidos. "Hombre, siempre hay alguna persona que se empecina en darle la mano al prójimo en el banco de la iglesia, pero más bien creo que es por despiste o sordera", comenta el párroco Alonso Tuñón, que sigue buscando gel antibacteriano.

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