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"Los italianos han asumido que tienen que protegerse del coronavirus"

Los ciudadanos del país europeo más azotado por la epidemia se encierran en casa para cumplir la cuarentena, cuentan tres asturianas, dos desde Milán y Roma

Cola a la puerta de una farmacia, en Roma. Efe

"Idos preparando, porque tarde o temprano en España vais a estar igual que aquí. El Gobierno italiano ya ha hecho todo lo que tenía que hacer y los italianos han asumido que tienen la responsabilidad de protegerse del coronavirus". La investigadora asturiana Elena Pérez del Río trabaja en el Instituto Nacional de Física Nuclear de Italia y reside en la pequeña localidad de Frascatti, muy próxima a Roma. Desde allí, en conversación telefónica con LA NUEVA ESPAÑA, lanzaba esa recomendación y relataba cómo estaba viviendo las primeras horas en un país con el cierre echado, en el que solo están abiertas farmacias, supermercados y tiendas de comestibles, gasolineras y establecimientos de informática. Otra asturiana, la arquitecta gijonesa Yolanda Velasco, que vive y trabaja en Milán, comenta que "esto se veía venir, y pensábamos que se iban a cerrar más cosas".

Ayer por la mañana, el marido de Velasco salió a por el pan, se acercó a la farmacia a comprar unas medicinas y a visitar a su madre. La ciudad estaba desierta. Yolanda Velasco cuenta que ellos han optado por comprar en las tiendas de su barrio, en el centro de Milán, y que no hay problemas de abastecimiento. Otra cosa son los supermercados, dice, donde se restringe el acceso y se forman colas de hasta veinte minutos. La compra por internet está imposible, asegura: "Lo intenté en tres supermercados online y no servían". Ayer, a primera hora de la tarde, Elena Pérez aún no había salido de casa. Está tranquila porque sabe que en Frascatti las tiendas de alimentación, las de informática y la lavandería están abiertas. Eso sí, "la calle, desierta".

Ambas hablan de "preocupación, más que de miedo". Yolanda Velasco está inquieta por su suegra, que tiene una edad avanzada y vive sola, temen que se deprima; de todos modos, cuenta que las salidas para visitar y atender a las personas mayores están autorizadas. También al parque, a la compra y los paseos por la calle y el parque. Lo que hay que llevar siempre encima es el documento del Ministerio de Interior con su identidad, su lugar de residencia y de trabajo. Elena Pérez quería haberse acercado ayer a Roma a por material para continuar trabajando desde casa, pero como su centro de trabajo principal no está allí prefirió no hacerlo, para evitarse problemas.

"Los italianos han aprendido rápido con esta crisis", comenta la física asturiana, que dice estar sorprendida por la disciplina y la responsabilidad con la que sus convecinos se están comportando estos días: "Han roto con el estereotipo, no hay quejas y la gente se mantiene en casa, mantiene las distancias en las colas...". "Hay preocupación, pero yo no diría que hay miedo", comenta Yolanda Velasco, que confía en que las medidas adoptadas y la contención que están mostrando los italianos sirva para atajar la crisis sanitaria.

Yolanda Velasco y Elena Pérez intentan mantener las rutinas, trabajan en casa y procuran salir a tomar el aire de vez en cuando. La primera lo hace con su marido y sus hijos al patio del edificio, adonde los vecinos bajan por turnos, para evitar la proximidad y los contagios.

Otra asturiana residente en Italia, Patricia Cortina, ya está de vuelta. Consiguió un vuelo en el último avión directo entre Italia y España. Fue de casualidad, porque decidió adelantar el regreso a casa después de pasar la cuarentena en Milán, donde participa en un proyecto de voluntariado, y ver que el miedo se extendía de manera proporcional al virus, hasta "una histeria colectiva". "Por lo que veo, en España pasa igual que pasó en Italia antes. El 23 de febrero salió el primer decreto, que decía que las medidas preventivas solo serían durante una semana. El primer día hice compra como para un mes, porque no sabía lo que iba a pasar. Y menos mal, porque después fueron 14 días y al final estuve un mes encerrada", relata. Al principio, "todo el mundo hacía vida normal. No había colegio, pero los niños estaban con los abuelos y en el parque. Después ya no. Cuando la gente vio cómo se iba complicando, muchos ya no salían a la calle", continúa.

Estando en ese nivel de alarma, Patricia Cortina cuenta que "nadie me miró ni la temperatura en el aeropuerto, ni en Italia ni cuando llegué a Madrid ni en Asturias". Quizás ahora se encuentre con que tiene que volver a hacer cuarentena. "Pero al menos estoy en casa", asegura optimista la joven asturiana.

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