Los kioscos son, junto con los supermercados y las farmacias, los establecimientos que pueden abrir en medio de la crisis del coronavirus. Ya sucedió hace unos días en Italia y ayer en Madrid. La apertura de los locales de venta de periódicos garantiza un bien fundamental en una democracia: la libertad de información.

Alberto Llavona, propietario del quiosco La Palma, en Oviedo, está inquieto por la declaración del estado de alarma. "LA NUEVA ESPAÑA es el primer periódico en llegar, antes de las siete ya lo tenemos en el kiosco. No creo que tenga ningún problema. Pero su distribución va por un lado y la de los otros periódicos por otro. Lo que nos preocupa es que limiten la circulación y todos esos otros medios que vienen de fuera, como pueden ser los periódicos nacionales, no nos lleguen", explica. Las últimas notificaciones de los distribuidores transmitían que las comunicaciones se mantienen, y que los periódicos y el resto de publicaciones se repartirán según la práctica y los horarios habituales. "No parece que vaya a haber problema pese a la declaración del estado de alerta", afirma Nicolás Martín, empleado de La Palma.

"Los periódicos se siguen vendiendo igual. El problema es que no se vende nada más, porque no hay gente. En toda la tarde hemos tenido a dos clientes", explica Nicolás Martín.

Velman Nina, que regenta un kiosco en la plaza de Longoria Carbajal de Oviedo, reseña la misma dinámica. "El conjunto de las ventas han bajado absolutamente, porque no hay gente. No ves a nadie por la calle, especialmente por las tardes. Por las mañanas sí que hay algo más, la gente que viene a comprar el periódico. LA NUEVA ESPAÑA se sigue vendiendo igual, y otros diarios también. Pero el resto de productos ha bajado significativamente", afirma Velman Nina.

Al igual que el resto de negocios, los kiosqueros también han reforzado las medidas de higiene para evitar la difusión del coronavirus. Además, comenta entre risas Velman Nina: "Yo estoy dentro del kiosco y el cliente está fuera, ya mantenemos una distancia de seguridad". "Lo que sí hago", añade, "es limpiarme mucho más las manos, y evitar el contacto, claro".

En el caso de un establecimiento como La Palma, al que penetran los clientes, tampoco hay especial preocupación entre los empleados. "El propio mostrador ya nos da esa distancia de metro y medio que recomiendan, y tampoco es que haya que salir mucho, así que no tenemos que hacer nada especial más allá de evitar el contacto y lavar las manos tras cada interactuación con un cliente", explica Nicolás Martín.