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La Universidad, bajo mínimos y con cautela: "No nos podemos llevar el laboratorio a casa"

La institución, sin docencia presencial, mantiene parte de la actividad investigadora "mientras se pueda con seguridad"

José Manuel Fernández Colinas, en su despacho de la Facultad de Química. FERNANDO RODRÍGUEZ

A última hora de la mañana, el profesor acaba de colgar sus apuntes de clase en el campus virtual de la Universidad de Oviedo. José Manuel Fernández Colinas se ha brindado a resolver dudas telemáticamente y aunque reconoce que esto no es exactamente una clase, al menos se parece mucho a una solución aceptable en estas condiciones excepcionales de alarma social y sanitaria. Es el primer día de cierre preventivo a la actividad docente presencial y la teoría funciona sin dificultad; en la práctica, la investigación y las asignaturas experimentales son otra cosa.

En la Facultad de Química se ha acelerado el calendario y de pronto ayer era, para entendernos, "un día del mes de julio" a mediados de marzo. Sin clases, sin alumnos en los pasillos, pero con algunos profesores e investigadores trabajando, "porque no nos podemos llevar el laboratorio a casa", porque en algunas salas hay quien está solo o tal vez con no más de tres personas a su lado y porque la instrucción del rectorado aconseja tras la restricción de la docencia presencial abstenerse de acudir a los centros salvo que sea estrictamente necesario o que la actividad pueda mantenerse sin riesgo.

La Universidad sigue adelante midiendo los pasos y con cautela. Se trata, resume Fernández Colinas, de continuar "mientras se pueda con seguridad", o al menos allí donde sea posible prolongar alguna actividad siguiendo las instrucciones, los protocolos y las precauciones de separación, observando las recomendaciones básicas de higiene y sobre todo la urgencia de "no poner en riesgo a nadie". El asunto es que el teletrabajo no cabe a veces fuera del laboratorio. Por eso Fernández Colinas, profesor del departamento de Química Orgánica e Inorgánica, y un grupo nutrido de docentes e investigadores forman parte del retén que ayer mantenía la actividad universitaria al ralentí, tratando de afrontar la excepcionalidad de la emergencia con toda la normalidad posible, o al menos hasta allí donde lo permitan el sentido común, los protocolos establecidos y la prevención del riesgo.

Fuera del campus del Milán, que quedó súbita y completamente cerrado desde la detección de un positivo el pasado miércoles, que tuvo que clausurarse completamente tan rápido que incluso pilló a algunos docentes sin tiempo siquiera para apagar el ordenador del despacho, parte del personal trataba ayer de minimizar los efectos del coronavirus manteniendo a la institución en servicios mínimos. "Para la actividad docente hay suficientes medios telemáticos, pero hay investigaciones que sólo se pueden hacer aquí", afirma Fernández Colinas. Cada una de ellas lleva su ritmo, y parar de un día para otro tiene repercusiones diversas en cada caso. Por eso mientras puedan siguen. Siguen sin miedo, con todas las precauciones y un ojo puesto en la posibilidad de que en cualquier momento haya que pararlo todo. "Y si se cierra, se cerró", apostilla Fernández Colinas. "Tampoco se acaba el mundo".

Es el primer día de cierre de la Universidad contra el COVID-19. Fuera de su despacho, la facultad está en silencio delante y detrás de las puertas donde se anuncia que "la Universidad de Oviedo suspende toda actividad docente presencial entre los días 13 y 27 de marzo". La cafetería está cerrada. Sale un alumno con gorro y mascarilla. Hay una buena batería de coches en los aparcamientos del campus del Cristo, mucho menos no obstante que un día de actividad universitaria cotidiana, y minúsculos ramilletes de alumnos comentando a la puerta las últimas evoluciones del coronavirus.

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