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Crónica Vírica

Vive prudente, cuida la calma

Las Pelayas, en Oviedo, invitan a la contemplación, y en el Mercadona de Montevil, en Gijón, se entra de uno en uno y solo queda Bimbo sin corteza

Una monja benedictina, ayer por la tarde, pasando por delante del monasterio de San Pelayo, en Oviedo. IRMA COLLÍN

Antes, incluso, de que las máquinas del Ayuntamiento empezaran a baldear agua con lejía, ya estaban ellas ayer a primera hora de la mañana fregando la entrada al monasterio. Un revuelo de hábitos y cepillos en la portería de San Pelayo. Más de mil años en Oviedo dan una perspectiva distinta al distanciamiento social. Cuando se habla de enclaustrarse, es decir, de apartarse de la vida social para llevar una vida retirada (tercera acepción en el DRAE) uno no encuentra cerca autoridad mayor que las Pelayas. Salvo la excursión higiénica, cerrado está el cenobio. A piedra y lodo. En su blog, hace dos días, reproducían las palabras de Juan sobre cómo Jesús llegó a Sicar y cómo los samaritanos del lugar creyeron en él. Y concluían: "En estos días de incertidumbre, por el coronavirus, vive con prudencia y cuida la calma".

El "bewatermyfriend" de las Pelayas incluye un último consejo: "Lee, medita, ora, contempla". No han añadido nada, ¡ay!, del estrés cultural que supone tratar de ver todas las series, hacer todas las visitas online a todos los museos del mundo con galerías virtuales, asistir al "streaning" (de estreno) de la obra de teatro o canción de turno y no perder la cita de las ocho para aplaudir en el balcón a los trabajadores de la sanidad pública. Uno, en ocasiones, quisiera ser pelaya.

Pero es por la mañana y las calles parecen como las de aquel artista que fotografiaba y quitaba toda la publicidad, anuncios, logos. Con otro tipo de borrado. ¿Qué falta? En la carnicería, Seve sigue atendiendo a las señoras. Las más ancianas bajan a la misma hora a por el mismo pan apoyadas en los mismos bastones. No hay niños en la calle. No hay niños en los colegios. Y tampoco en los parques. Eso falta. Están los que sacan a pasear al perro y los trabajadores, los operarios, los repartidores. Faltan los otros.

Es lunes y Parque Principado es un cementerio de elefantes capitalistas. Las empleadas en la gasolinera parecen divertidas, con ese orgullo obrero, que diría John Lennon, de estar fuera, y tranquilas, y con trabajo. El país, más si se trata de Asturias, se ha vuelto portugués. Tres tipos llenando el depósito y nadie grita al del otro coche. Ir solo y a distancia te quita a quién hablar a voces. Pasa lo mismo en el supermercado. Hasta los que mandan un mensaje de voz susurran al móvil. Ha bajado la contaminación acústica y eso permite descubrir sonidos que antes pasaban desapercibidos. Los trinos de los pájaros en la ciudad. El motor del ascensor en el hall del portal igual que el disco duro del ordenador de madrugada, porque no hay trasiego vecinal.

H acer crac. Los dos yogures sí, pero del pan de Bimbo solo podría llevarse el que viene sin corteza el protagonista de aquella canción que Nacho Vegas escribió en 2011. Fanteseaba el cantautor asturiano con la forma en que haría "crac" la sociedad y ayer, en el Mercadona de Montevil/Pumarín de Gijón que se cita en esos versos no rimaba Botín y sí confín. Las escenas que se vieron hace dos días de largas colas e intentos de saquear la balda del desinfectante de manos han desaparecido. La de seguridad lleva una mascarilla y disuade a las parejas de hacer juntas la compra. Solo puede acceder uno al interior. La entrada al supermercado es una sala de espera improvisada en la calle donde el que llega nuevo pregunta quién da la vez y se le indica que no, que puede entrar. La procesión va por dentro. Abastecimiento de productos básicos y desabastecimiento de los secundarios. Han arramplado con los aperitivos y los guantes de usar y tirar pero hay suficientes "blisters" de pechugas de pollo, hay pan, hay agua. La mayoría llevan guantes. Los menos, mascarilla. Pocos van a pelo. En la línea de cajas no tienes que guardar el tique para pasarlo en la barrera del parking, sino para que no te pillen. "No lo tires, que la Policía lo está pidiendo, como viene la hora y el día y eso?".

Disciplina y obediencia. Al salir del Mercadona te puedes quitar los guantes siguiendo las recomendaciones que varios voluntarios de Protección Civil colgaron en las redes. Estamos todos haciendo un máster en gestión de crisis, salud pública y primeros auxilios. Uno, que es obediente, sigue las instrucciones al pie de la letra que le dieron para deshacerse de los desechables: con una mano se pellizca el guante de la otra a la altura de la palma de la mano, nunca por debajo y se retira totalmente; con la que queda liberada se desliza el dedo de las peinetas por la manga para hacer un buruño del revés. Y a la papelera.

Pese a algunas excursiones, se nota dócil a la población. Javier me dice que es de los más cumplidores. Que él solo baja a por el pan. Nada más. Que se acostumbró en los años interno, con los curas, a acatar, estarse quieto y seguir pautas estrictas de forma colectiva.

¿Te gusta conducir? Otra vez en Oviedo, el encuentro casual con un conductor de las ambulancias revela una botella medio vacía. "Desde ayer a las doce de la noche llevamos 16 traslados. Esto cada día va a más". Cuenta que en la UCI todavía hay margen en incluso plan B, pero que las autoridades temen otros problemas. Demasiado tráfico y más para los próximos días. Nadie quiere quedarse en casa. Todos quieren el certificado de sus empresas para coger el coche, otra forma de escapar del encierro y soñar con la vida antes del virus.

Joya de coleccionista. Sentado ya al ordenador llega un correo de Pablo Humo, un tipo que, desde Oviedo, gestiona uno de los sellos discográficos y una de las agencias de contratación más guapas del panorama underground patrio. Uno de sus grupos, los punks granadinos de "La URSS", iba a sacar un vinilo compartido con sus colegas norteamericanos "Hank Wood and the Hammer". La pandemia no solo canceló la gira conjunta por España. Como quiera que los discos estaban cortándose en una fábrica de Turín (Italia), donde se registraron dos casos de infectados, las autoridades sanitarias requisaron las 300 copias para desinfectarlas y ahora les acaban de llegar, selladas y certificadas, una a una, libres de COVID-19. Esos sobres, con sus pegatinas amarillas y verdes de cosa fea y contaminante, palabras en inglés y caracteres chinos se quedan ya, claro, como la nueva portada del disco. ¿Quién dijo miedo?

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