La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

El Camino de Santiago se complica de vuelta

Una peregrina alemana atrapada en el albergue de Porciles (Salas) afronta con estoicismo la incertidumbre: "Aquí no lo paso mal"

Nicolás Casanova y Justina Krupa, ayer, en la posada de peregrinos Fontenonaya, de Porciles (Salas). N. C.

Su Camino de Santiago duró tres días y terminó en Porciles (Salas). Justina Krupa, estudiante de Filología Románica y Geografía en Frankfurt, decidió de repente que para su viejo plan de caminar hasta Santiago podían servir estas tres semanas de marzo que tenía libres por una pequeña lesión en un pie que no le impide andar, pero que le ha quitado el deporte y la actividad en Alemania. Escogió el Camino Primitivo por ser el más corto y por la belleza del paisaje y la semana pasada se lanzó desde Oviedo. Podía temer a la lluvia o al frío, podía prevenirse contra el cansancio o las ampollas en los pies, pero el freno se lo dio lo insospechado, la declaración del estado de alarma la sorprendió el pasado viernes en una pequeña aldea salense de diecisiete vecinos, donde ahora bendice la hospitalidad de Nicolás Casanova, un valenciano que lleva algo menos de un año al frente de la posada de peregrinos Fontenonaya y que la acoge hasta que pueda encontrar la ruta de vuelta a casa.

El Camino, como casi todo, ha cerrado, pero por la propia naturaleza de la hermandad jacobea aquí nadie abandona a nadie. Justina tiene un billete de avión "comprado y confirmado" para volar el domingo de Asturias a Madrid y de allí a Berlín para viajar después a su ciudad, Dortmund, pero "no estoy segura", no puede estarlo, de poder llegar a cogerlo. Mientras tanto, "no lo paso mal". El único problema es no poder seguir adelante y la incertidumbre doble por las noticias escasas que le llegan de su país y la inseguridad con su propio futuro.

"Sé que en cuanto a la evolución de la epidemia, Alemania avanza por detrás de España, que allí va pasando poco a poco lo mismo que aquí. Se cierran escuelas y espacios públicos y mi padre ya sólo trabaja media jornada", pero no sabe qué pasará con las fronteras o con los nacionales expatriados y no ayuda el ejemplo de la multitud de españoles atrapados por el mundo. Por lo demás, bien. "Feliz" y "contenta", "con Nico me llevo bien y no me quejo", dice en el español muy ligeramente germanizado que aprendió en su año de Erasmus en Valencia.

En su singular confinamiento rural, mucho más liviano que el urbano, están ellos dos y "Traka" y "Senda", las dos perras de Nicolás, aguantando como pueden sus incertidumbres, ella la del futuro inmediato y él la sensación de que su negocio se va a resentir. "En estos meses nunca hay mucho movimiento de peregrinos", cuenta, "pero en abril y mayo sí, y seguramente se va a notar?." Justina, eso sí, garantiza desde ya que volverá y que intentará llegar hasta Santiago.

Compartir el artículo

stats