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El teleamor en los tiempos del cólera

El confinamiento dispara el sexo virtual entre las parejas l "Todo lo que sea alentar el deseo es perfecto", apuntan los sexólogos

Una pareja italiana se besa durante su boda, celebrada en Nápoles en plena pandemia del coronavirus. REUTERS

La reclusión obligada por el coronavirus está poniendo a prueba todo: al Estado, a la sociedad, a la economía... También a las relaciones personales y, dentro de ellas, al sexo, a su práctica, sobre todo entre aquellos que tienen pareja pero no conviven con ella. Es aquí donde entra el "sexting", el sexo virtual, que los expertos consideran que se ha disparado durante la cuarentena.

Iván Rotella, director de atención sexológica de Astursex, explica que el sexting "es una opción muy interesante, y más en estos tiempos en los que las tecnologías permiten mandarse vídeos, fotos, hacer videoconferencias... Puede servir para paliar la carencia de piel". Porque, prosigue Rotella, "las personas, además del sexo, necesitamos tocarnos, besarnos, abrazarnos? Es algo muy importante. Es una forma de comunicación con la otra persona".

El "sexting" también permite, al margen de mantener viva la llama del deseo cuando la pareja se encuentra en la distancia, sacar en estos días más "juego" a las aplicaciones para ligar y disparar el "sexting" entre desconocidos. "Puede que aumente el uso de aplicaciones como el Tinder, pero ahora como no se puede quedar...", cuenta Rotella, aunque en estos tiempos no descarta que se altere el orden de los factores: primero el "postre" antes que el café o la caña de rigor, como sucedía antes de que el coronavirus entrara en la vida de todos los españoles. Y además, según este sexólogo asturiano, "es una posibilidad mucho más segura que otras: menos contagios y riesgo de infecciones de transmisión sexual". Y sentencia: "Todo lo que sea alentar el deseo y el placer es perfecto".

Soraya Calvo, profesora de Ciencias de la Educación de la Universidad de Oviedo y sexóloga, es clara: "El sexting, el send nudes, se está disparando, también el consumo de pornografía". Calvo apunta que "la gente está quedando para tomar vinos por Skype, así que también lo hace para mantener relaciones eróticas. Es el sexo telefónico de toda la vida". Calvo considera que el "sexting", en general, "es una herramienta muy positiva", ya que, entre otras cosas, "nos ayuda a enfrentarnos a nuestro propio cuerpo; te estás viendo en el vídeo o en el espejo cuando te haces la foto, y si es una videollamada y te sientes insegura, cortas y ya está; o puedes retocar las fotos".

Esta sexóloga afirma que, además, el sexo virtual "va a ayudar a las relaciones a distancia a mantener cierta vidilla" y a generar nuevos vínculos emocionales y de confianza al tener "la responsabilidad con el cuerpo del otro", en referencia a la privacidad exigida a la hora de poseer vídeos o fotos sexuales de la otra persona. De ahí que para el "sexting" haya que tomar algunas precauciones, como evitar mostrar la cara o taparse los tatuajes. ¿Y hay posibilidad de que el "sexting" acabe enganchando? Calvo lo duda: "El contacto físico lo puede todo. Aunque sea solo por la carga hormonal, no es tan fácil engancharse al sexting. El cuerpo manda". Aunque tampoco tiene muy claro que durante el confinamiento el sexo sea una de las primeras vías de escape. "El estado de alerta emocional, psicológica y ansiedad que produce esta situación no es muy positiva para fomentar el deseo", concluye.

¿Y qué otras cosas aporta el "sexting"? Susana (nombre ficticio por privacidad), una ovetense de 42 años, reconoce que lo practica desde hace muy poco: "Es una válvula de escape, es una manera de distraerse y no sentirse tan aislado. Si me pongo a ver una película o a leer un libro no me concentro porque estoy pensando en todo lo que está pasando". Ella prefiere, antes que las videoconferencias, "ponerse a tono contándonos historias, el rol play". Y prosigue: "Inventas un personaje y cuentas una historia. Parte de la gracia es buscar la idea. Puedes ser una dominatrix, puedes ser una enfermera, una chica buscando rollo en un bar... El personaje da igual, lo que importa es la narrativa".

Paco (también nombre ficticio) tiene 55 años. Para él no es "sexting", es teleamor. Cosas de su generación. "En estos días me entretengo con la consola, el trabajo y el teleamor. Cuando no se puede tocar, se tendrá que ver", explica entre risas. La rutina con su novia arranca con una quedada por Skype. "Se empieza con lo de rigor: 'Qué estás haciendo', 'vamos a tomar un vino', 'se me está subiendo un poco el tinto', 'voy a por un poco de queso...'. Luego se empieza a subir de tono y se llega a donde se llega. Al día siguiente incluso hacemos teledesayuno", relata. Y prosigue: "Lo malo es que hay que tener las luces encendidas a tope, tienes que dejar a un lado el romanticismo de las velas y la penumbra". ¿Por qué? "Pues porque lo que falla es la calidad del vídeo, parece una noche de sábado de las de antes en una discoteca llena de humo". Paco concluye que es vital tener "un buen wifi, porque si no gastas muchos datos". Por eso, ahora se arrepiente de haber contratado la velocidad de internet más baja en el paquete de la televisión por cable. Son las cosas que tiene el teleamor en los tiempos del coronavirus.

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