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"No poder verlos es un sufrimiento", dicen las familias de los ancianos en geriátricos

Videollamadas y el envío de vídeos son claves para seguir en contacto con los mayores, mientras los profesionales extreman los cuidados

Por la izquierda, Puri Blanco, Nieves Rodríguez, Mario Luengo y Marcelino Cardeli, con su animadora y experta en comunicación, Noemí Clavijo, en la residencia Hospital Gijón.

El confinamiento, no poder ver al padre, la madre, los tíos... Lo llevan peor las familias que los mayores residentes en los centros sociosanitarios del Principado. Porque ellos están entretenidos y bien atendidos, pero solo se les puede ver si se hace una videollamada. Nada de besos, ni de abrazos. Hay un temor continuo a que "pase algo" y no poder estar cogiéndole la mano.

Este sentimiento es el que expresa Pilar Baranguá, que tiene a su madre desde hace año y medio en un centro geriátrico de Gijón. "Ella está feliz; tiene demencia y no sabe si yo estoy o no estoy. Pero para mí es un sufrimiento, y más sabiendo que esto se puede prolongar mucho más", asegura.

Su madre, también de nombre Pilar, cumplió 97 años hace unos días. Y tuvo su fiesta, con tarta y todo. "Hicieron un vídeo y lo pusieron en Facebook. Me hizo mucha ilusión porque a ella la vi encantada, porque está en su mundo y no es consciente de quién está y quién no. Pero para mí fue muy duro no estar con ella", asegura.

Lo que más se echa de menos es el contacto físico. "Mi madre es lo único que tengo, y yo iba todos los días por la mañana y por la tarde a verla. Y es que allí está como en familia, porque tanto el cuidado como el trato son fantásticos, y yo sé que está muy bien atendida y con mucho cariño. Pero no puedo dejar de pensar que esta situación va para largo, y que en cualquier momento me pueden llamar para decirme que mi madre ya no está, y no puedo dejar de pensar que va a estar sola, sin tenerme a su lado", se sincera Pilar.

Sus pensamientos y sentimientos son generalizados. Y resulta aún más duro si el familiar residente está enfermo, que es lo más habitual entre las personas de edad avanzada.

La situación de confinamiento lleva al personal de las residencias a tener aún más atenciones y más precauciones de lo habitual y a buscar fórmulas de entretenimiento para los residentes. Jugar a las cartas, al parchís, largas conversaciones relatando vivencias. Una profesional de un centro geriátrico de Avilés aseguraba que "por lo general están tranquilos". Y añade: "Los que no sufren demencia entienden perfectamente lo que está pasando y como ven que no viene ningún familiar de ninguno de ellos, pues eso les tranquiliza. Los hay que hablan por teléfono varias veces al día y los que no pueden hablar porque tienen patologías, nosotros informamos diariamente a sus familiares, que llaman para saber cómo están y la situación del centro, si hay algún contagio o estamos todos bien". Esta sanitaria, que prefiere no dar su nombre, asegura que se han extremado las medidas de precaución, con los residentes pero sobre todo los propios profesionales. "Salimos todos los días a casa y nadie sabe si está contagiado o no, porque los síntomas tardan días en aparecer. Así que tenemos mucho cuidado de guardar las distancias con otras personas y que en nuestras casas se siga el aislamiento a rajatabla por el bien de todos, pero sobre todo por los abuelos, que son los más vulnerables".

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