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Crónica vírica

Vivir en la pantalla y morir de éxito, por Chus Neira

El empleo masivo, con el confinamiento, de unas redes pensadas para que solo se conecten a la vez el 10% de usuarios amenaza con colapsarlas

Vivir en la pantalla y morir de éxito, por Chus Neira

Por Chus NEIRA

Hay autopistas en las que no solo no se ha interrumpido el tráfico sino que nunca tanto se vio. No hay rastro de los anuncios de la DGT -"Coronavirus estado de alarma. Prohibidos viajes no justificados"- y el panorama es, más bien, el de un fin de semana de vuelta de la playa con la "Y" colapsada. Tampoco se guardan las distancias. En realidad, los amigos y familiares no pasaron tanto tiempo juntos como en estos del virus. Si la vida es eso que sucede mientras intentas que cargue la página para hacer la compra online en el súper (una amiga lo logró ayer levantándose a las cinco de la mañana), hay, por muy virtual que sea, otra existencia al otro lado de la pantalla. En pleno confinamiento, el mundo digital se ha convertido, todavía más, en el lugar donde el planeta sigue girando, un ecosistema que de tan poblado amenaza también con colapsar.

Juan, que teletrabaja estos días con la misma intensidad con la que antes lo hacía en las oficinas de una multinacional del sector de las telecomunicaciones, confirma lo que ya han explicado, días atrás, otros operadores. Antes del Coronavirus (AC), los picos en el tráfico en Internet diario llegaban por las tardes. Cuando la gente volvía a casa. Los padres, a sus series. Los hijos, al Fortnite. Ahora, ya metidos en la era DC (después del coronavirus), la gráfica del día es mucho más estable, y las horas "valle", sin datos viajando a lo loco en todas las direcciones, han desaparecido. El tráfico en Internet tiende a una línea recta. De momento no hay problema, porque la propia estructura de la red (no hay que olvidarse de que su diseño empezó como una herramienta de los militares) permite que la información encuentre otro camino si hay alguno muy saturado. Pero Juan resume que, tanto para los cables por donde nos llega internet como para las redes móviles, el problema es que las infraestructuras están dimensionadas para que no todo el mundo las utilice a la vez.

La afirmación de que si usted intenta llamar por el móvil y no puede establecer contacto, ni señal, entonces es que es uno de enero y acaban de dar las doce de la noche, ya no es tan cierta. Los problemas que ocasionalmente se están viviendo estos días y los picos de tráfico en estas redes solo se pueden comparar con los de Navidad y Nochevieja, cuando todo el mundo se pone de acuerdo en llamarse o wasapearse en el mismo momento. Pero cuando se pusieron los cables y se desplegó la tecnología, el cálculo normal era que en circunstancias normales no iban a estar conectados a la vez más del 10% de los abonados. Pueden intentar hacer la prueba en sus casas: ¿cuántos dispositivos móviles o fijos, internet de las cosas y de los niños están emitiendo y recibiendo a la vez a lo largo del día? ¿Cuantos antes del bicho? La respuesta ofrecerá resultado parecidos a los que están dando estos días los proveedores de acceso a Internet o las grandes operadoras, incrementos que van del 40 al 700 por ciento. Que va en serio el desbordamiento, principalmente provocado por el vídeo en directo, lo que más pesa, lo certifica también el propio Zuckerberg, que se ha puesto a duplicar la capacidad de los servidores de Facebook para que no se caiga. O Netflix y YouTube, bajando la calidad de los vídeos para que no pesen tanto.

No todo es tan virtual. Igual que las infraestructuras de las telecomunicaciones son las que son y cuesta con lo que cuesta cambiarlas para admitir esta nueva presencia masiva en las redes, las empresas de telecomunicaciones lidian estos días con otros problemas. Los técnicos, los instaladores, los operarios, los que vienen con maletín y mono a picar a la puerta para arreglar o poner el punto de acceso sufren doblemente. Sienten que hay un riesgo en andar todo el día por ahí y están empezando a comprobar, explica Juan, que su presencia ya genera rechazo entre los clientes. ¿Ah, tiene que entrar en casa?

Si algunos países asiáticos presumen de haber logrado controlar la enfermedad a base de big data y estado policial tecnológico (nada que no pudiera hacer también Google) hay otras derivas en este avalancha creciente de datos. El profesor de la Escuela de Informática de la Universidad de Oviedo José Emilio Labra lleva tiempo involucrado en los "hackathones", trabajo colaborativo en análisis de conjuntos de datos. Suelen ser presenciales, y en ellos se junta durante unos días a expertos de distintas disciplinas (informáticos, biólogos, médicos) para desarrollar algoritmos y técnicas de tratamiento de datos. Así lo vivió el año pasado en los biohackathones de Japón en los que participó. Ahora espera participar en otro que se está montando, a nivel mundial, con el objetivo de ayudar a la lucha contra el virus, analizando y cruzando grandes conjuntos de datos que está generando la pandemia. Tiene un nombre largo y feo (COVI19-BH20), se celebrará del 5 al 11 de abril y en la web puede uno inscribirse y participar.

Una más. El músico Jorge Otero, que también trabaja en webs y dominios, pensó que había que hacer hueco para destacar las buenas noticias, no solo dramas. Contar los recuperados, y no los fallecidos. Es lo que ha puesto en marcha en la página vamosaganar.es. Con optimismo.

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