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Solo en casa

Motivos para aplaudir con las orejas a las ocho, por Javier Cuervo

El Gobierno se ve en la obligación de aclarar que Carmen Calvo sea tratada en un hospital privado, lo que en Estados Unidos es lo normal, pero no para todos

Donald Trump, en una conferencia de prensa este domingo. REUTERS

Por Javier Cuervo

La vicepresidenta del Gobierno Carmen Calvo está ingresada en la Clínica Ruber, de Madrid, para ser tratada de una infección respiratoria. El Gobierno hizo un inciso en la información de su caso para aclarar que es funcionaria de carrera y que este conjunto sanitario privado, donde paren princesas, es el que le toca por la mutua. Algún aplauso le corresponderá a la sanidad privada en el frente de Madrid a las ocho de la tarde.

Andamos al revés que Estados Unidos, primera potencia mundial y tercer país con más contagios por coronavirus y un sistema sanitario privado que deja muchos desprotegidos. El seguro médico forma parte muy importante de las condiciones de contrato de los trabajadores y ejecutivos. Hay dos programas sanitarios públicos: Medicare, para mayores de 65 años y discapacitados, y Medicaid, para pobres.

Desde hace diez años la Ley de Asistencia Sanitaria (ACA), el Obamacare, extiende esos dos programas. No es la cobertura sanitaria universal, pero iguala algunos tratamientos de cáncer entre ricos y pobres y entre blancos y negros. Por él llamaron "socialista" al presidente demócrata Barack Obama. El Congreso de Estados Unidos votó setenta veces contra el Obamacare, que ha sido llevado tres veces al Tribunal Supremo. Catorce de los cincuenta estados se niegan a que forme parte de sus sistemas.

Con esa cobertura se enfrentarán a la enfermedad, terrible en Nueva York, para la que un estudio del Imperial College advirtió que si no se tomaban medidas la pandemia podría dejar 2,2 millones de muertos en el país. Donald Trump ha rondado el negacionismo y cultivado el optimismo infundado. "Todo va a ir bien. Lo tenemos todo bajo control" fue su mensaje del 22 de enero al 16 marzo, en que reconoció: "Si se refiere al virus, no, no está bajo control en ningún país del mundo". Por el medio, titubeos y patanerías.

Pero se han tomado medidas.

"Massachusetts está en estado de emergencia. En Boston están cerrados tiendas y restaurantes y la Universidad de Harvard cerró la semana pasada, a la vez que en España, después de otra semana de goteo de suspensiones de reuniones, conferencias", explica la catedrática Marta Mateo Martínez-Bartolomé (Oviedo, 1963), directora ejecutiva del Observatorio de la lengua española y las culturas hispánicas en los Estados Unidos del Instituto Cervantes en la Universidad de Harvard. Lleva catorce meses viviendo en Cambridge, separado de Boston por el río Charles, "e intentando comprender esta sociedad".

Cuando responde ha salido a tomar el aire -frío, en torno a un grado, pese al día soleado- a la orilla del río.

-No hay una orden de confinamiento, pero solo están abiertos supermercados y farmacias. En el súper hay de todo, salvo desinfectantes y toallitas, que faltan desde el primer día. No muchas personas usan guantes o mascarillas. Está bastante vacío, pero acabo de pasar por una cancha de tenis y estaban jugando y se pueden ver familias con niños en los parques. Hay bastante respuesta teniendo en cuenta la reticencia que hay hacia las órdenes. Mi marido y yo vivimos en un edificio de apartamentos donde no se ve a nadie y los conserjes marcan la distancia social.

Marta Mateo ha cancelado todos los actos programados por su departamento en el Instituto Cervantes para marzo y abril y está teletrabajando.

-Nos centramos en la investigación y es más fácil seguir con la tarea que en otros centros de la institución.

Harvard cerró antes que otras universidades y colegios de Massachusetts.

-Con lo que implica de enseñanza y exámenes online, de retirada de los alumnos hasta septiembre, de desinfección de sus cuartos e instalaciones, porque ha coincidido con el Spring break (una semana de vacaciones).

Los alumnos pueden haberse sentido muy defraudados. Es una Universidad muy cara.

-Las medidas se fueron comunicando con delicadeza psicológica, con mensajes de consuelo en las alertas. No habrá graduación, que se celebra a finales de mayo y es tan importante en términos académicos y sociales. El año pasado dio la lección magistral Angela Merkel. Habrá una ceremonia online y más adelante algo presencial.

También en Estados Unidos critican lo que tardaron las medidas preventivas.

-Los servicios de inteligencia ya habían advertido de lo que sucedería. Las noticias giran en torno al coronavirus, desde la de los dos congresistas que pedían públicamente calma a los inversores mientras vendían millones de sus acciones hasta todas las veces que el equivalente a Fernando Simón ha tenido que salir a corregir a Donald Trump.

Las repercusiones sociales y sanitarias del parón que trae esta defensa del coronavirus aún tienen difícil medida, también en un país sin apenas paro.

-Está siendo muy traumático en muchos trabajos, como la hostelería, donde los camareros cobran por las propinas y, de repente, se quedan sin sueldo alguno. En muchos sectores están despidiendo a gente y eso, a su vez, implica que se quedan también sin cobertura médica, pues tenían el seguro con su empresa.

No es el caso de Marta y de su marido, el ovetense Ramón Noriega, pero tampoco está libre de preocupación:

-En Boston hay no sé cuántos hospitales de lo mejor, pero la preocupación -si nos coge el coronavirus- es cómo manejar la situación, porque es nueva, por lo desconocido, por nada más.

La madre de todos los dramas médicos televisivos modernos sucedía en el ficticio St. Eligius, situado en el deprimido sur de Boston. Se tituló "St. Elsewhere", algo así como San Dios sabe dónde. En la España de finales de los ochenta la conocimos como "Hospital" y fue otra de esas ficciones que nos contaron la realidad.

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