La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Crisis del coronavirus

El tétrico adiós a los muertos: con guantes, mascarilla y dos parientes

Dos familiares, el cura y los servicios funerarios, todos con mascarilla y guantes, única comitiva fúnebre de quienes mueren en el estado de alerta

El féretro de Argentina Menéndez, el lunes, entrando al cementerio.

"Desearía que esto no lo pase nadie. Que no le pasara a nadie. Es muy doloroso, muy duro. Inhumano". Las palabras son de Carmen García, hija de Argentina Menéndez, de 91 años, fallecida en la residencia de El Villar, en Piedras Blancas, la madrugada del pasado lunes. Ese mismo día, por la tarde, a las cinco, recibió sepultura en el cementerio de Molleda, en Corvera. Un cura, un hijo, un nieto y los empleados de la funeraria, todos con guantes y mascarillas, fueron los miembros de toda la comitiva fúnebre que pudo acompañar el entierro. Imposiciones de morir en tiempos de estado de alerta. El drama cotidiano de muchas familias que ni siquiera han podido despedirse en vida, ver el cadáver de sus seres queridos ni darle el último adiós.

Argentina Menéndez, dice su hija, no ha fallecido por coronavirus. Al menos, "no han podido confirmarlo", insiste. La mujer había pasado un largo periodo de tiempo ingresada en el Hospital San Agustín, más de veinte días. Allí le habían hecho el primer test y fue negativo. Por eso, una vez recuperada, añade, volvió a la residencia del ERA. Allí estuvo cinco días antes de morir y se le hizo una segunda prueba.

"Lo que me han trasladado ahora desde el hospital, que es quien me ha llamado, es que el último test que le hicieron no fue concluyente y que con el resultado no pudieron determinar si lo tenía o no. Y esto me lo han dicho a mí sanitarios. Y quiero dejarlo claro porque se ha publicado que era uno de los casos de positivo y eso no es así", explica Carmen, muy dolida por la pérdida de su madre y por toda la situación que han vivido.

No tiene queja del trato recibido por parte de la residencia, "siempre la trataron y nos trataron bien". Pero el duelo se complica cuando no ha sido posible verla por última vez con vida por las restricciones a las visitas a causa de la crisis del coronavirus. Cuando no hay velatorio ni funeral, cuando ni siquiera hay la opción de acompañar los restos mortales de un ser querido hasta el camposanto.

"Nos avisaron de la residencia del fallecimiento de madrugada, pero ya es la propia residencia la que avisa a la funeraria y esta la que va a recoger el cuerpo. El resto de trámites hay que hacerlos por internet, explica Carmen García, que, entristecida, cuenta que "ni siquiera esquelas se han podido poner". "Ni pudimos visitarla, que antes de todo esto íbamos a diario a verla, porque ella siempre fue una persona muy querida, que toda su vida ayudó a todo el mundo y a toda su familia, tiró de todos nosotros siempre", relata su hija.

Los recuerdos se agolpan para sus familiares, que rememoran su último cumpleaños, hace unos meses, y cómo la acompañó toda su familia en la fiesta de la que pudo disfrutar en la propia residencia. "La cabeza la tuvo al cien por cien hasta el final, porque me han contado en la residencia que ella misma explicaba por qué sus hijos ya no venían últimamente a verla y que era porque había una gripe muy mala y había que evitar contagios", cuenta Carmen García.

Los familiares no pueden evitar la tristeza por no haberse despedido como hubieran hecho en otras circunstancias. Hubo flores de parte de todos ellos, pero fue la única expresión de afecto permitida. La funeraria recogió y trasladó el lunes el cuerpo hasta el cementerio y hasta allí, con estrictas medidas de prevención, cubiertas manos y boca con guantes y mascarilla, solo pudieron desplazarse un hijo y un nieto. Ayudaron a extraer el féretro del coche y a cargarlo hasta la sepultura. El cura recibió los restos mortales y, ante la tumba, ofició un breve responso.

La familia que no pudo acudir sí tuvo, al menos, oportunidad de saber cómo se había desarrollado todo. Compartieron las fotos de algún momento del sepelio, un gesto con el que dar fe a los más allegados de que todo fue cierto, aunque "la realidad de estos tiempos nos parezca a veces mentira".

Compartir el artículo

stats