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Cien años de soledad

Viva la comedia, por Evelio G. Palacio

Viva la comedia, por Evelio G. Palacio

Ahí, plantado en mitad de la calzada, con la nada alrededor y las ventanas por platea, el Peugeot 307 ranchera de la Policía del condado parece "Kitt", "el coche fantástico". Este auto que habla ha pasado de bólido de lujo a utilitario. La edad lo ha desteñido, y ladeado su raya. Le han caído las parpadeantes luces de la parrilla. Su voz suena más cachonda y menos metálica. Pero hoy, igual que ayer en la televisión de los años 80, sigue encandilando a la audiencia, en sesión vespertina para niños y mayores sin reparos.

A los de Macondo hay que sujetarles el caballo. Están empecinados en planear una fuga de la prisión para desplazarse aquí al lado, a presenciar el espectáculo. Los primeros días se contagiaron a distancia del efecto Rai, el policía de condado que se comunica con "Kitt", la máquina. A la misma hora de su actuación, cinco kilómetros más abajo organizaron cita en la carretera para emularle con aplausos, gaita, el "Resistiré" y el "Asturias, si yo pudiera" retumbando en la ladera. La gaita, por cierto, ya se oye en varias millas a la redonda. Lo certifica Luis, aguas abajo: "Préstame mucho lo que estáis haciendo".

Rai, el Michael Knight renacido en la tierra de la chacina, tiene el índice de popularidad elevadísimo. De "Sálvame" a Ana Rosa, de "Más de uno" a "La 1". A los macondianos les tienta asistir al "show" en directo. Cómo perderse algo que comenta toda España si sucede a la puerta de casa. Andan los de aquí picados, como los del universo, por coleccionar experiencias que compartir, ahora que la sociedad inmóvil no sale del móvil. Y las grabaciones de Rai Knight suponen un éxito de retuiteos automático en estos momentos.

Aunque, para pique, el los de la puebla, vecinos de los del condado. Tirrian con tanto subidón. Rivales en lo futbolístico y lo gastronómico, en las musas y en el teatro, aún no perdonan los de la puebla aquel día en que los de la villa del conde aparecieron con piragua en sus fiestas patronales para mofarse por la nube de perros que aguó la verbena. Nostalgia de aquella bendita normalidad.

Los de la puebla, para hacerle la competencia a nuestro David Hasselhoff del sabadiego, suben al balcón, a las ocho en punto, operación aplauso, a dos "disc jockeys" de la última ola. Siempre fueron modernillos. Pueblanos y condalinos son dos tribus legendarias que fanfarronean como los de Villarriba y los de Villabajo porque se aman. En otra epidemia de cólera, en 1834, ya anduvieron a la gresca aplicándose cordones sanitarios. Los macondinos siempre supieron moverse en esta pugna con gran sentido práctico. Perteneciendo a los de la puebla, van con los del condado. Mejor trío comunal que monogamia.

Las crisis son así. Brindan la ocasión de convertir en oportunidad lo inesperado. Transforman a un poli que vigila la entrada en los colegios en el rey de los monologuistas del momento. Cuando acabe la peste, hay que nombrar guía mayor a este símbolo del sufrimiento a carcajadas para que la tropa venga a conocerle, igual que los fans del doctor Mateo acudían a Lastres. ¿Hay vida? Claro que hay vida. Viva la comedia.

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