Las medidas higiénico-sanitarias se han extremado en las residencias geriátricas asturianas. Al punto de que la lejía, prohibida en condiciones normales para evitar intoxicaciones, es ahora un producto prioritario para la limpieza de suelos, baños, manillas y pomos de las puertas y hasta de los pulsadores de los ascensores.

Una residencia medicalizada, como la de Grado, supone un incremento de plantilla de enfermería y la presencia de un médico, con medicación específica y si fuera necesario máquinas de oxígeno.

Pero las normas impuestas desde el Principado van más allá, y establecen desde el confinamiento de los residentes en sus habitaciones y el fin de la convivencia en las zonas comunes, hasta la manera de desechar los residuos.

Las residencias se dividen por plantas o por espacios en residentes asintomáticos y sin contacto estrecho con un caso posible o confirmado de coronavirus; los asintomáticos, en aislamiento preventivo por contacto estrecho con caso posible o confirmado; los que tienen síntomas compatibles con el virus y los casos confirmados. Los más graves se trasladan al hospital.

Las personas contagiadas deben estar solas, en habitaciones exteriores y bien ventiladas, con baño individual. El material que utilicen los profesionales se ha de eliminar en una bolsa de plástico en un cubo de basura dispuesto en la habitación, preferiblemente con tapa y pedal de apertura, sin realizar ninguna separación para el reciclaje. Esa bolsa cerrada se introducirá en una segunda bolsa de basura y esta en una tercera con el resto de residuos, pero se depositará en una zona diferenciada del resto.

La ropa y la vajilla tienen el tratamiento habitual de lavado.